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México D.F. Sábado 14 de junio de 2003
Gabriela Rodríguez
Con la Biblia en la mano
¿Quiénes son los obispos para meterse en
la libertad de conciencia de los mexicanos a la hora de votar? ¿Qué
derecho tienen de fomentar la intolerancia y enrarecer la actual contienda
electoral? ¿Desde qué lugar reclaman libertad de expresión?
Es un hecho que la tolerancia no ha sido la virtud del
clero católico y que, por el contrario, el abuso de poder de los
jerarcas de la Iglesia que legitimó a las monarquías absolutistas
dio origen a la formación de los estados democráticos. Movimientos
de resistencia ideológica y revoluciones armadas fueron necesarias
para construir lo que hoy entendemos como libertad de conciencia, de culto
y de pensamiento, así como para definir los valores universales
y los derechos humanos.
"Los tiranos del pensamiento son los que han causado gran
parte de las desgracias del mundo", decía François-Marie
Arouet, mejor conocido como Voltaire. Para quien escribir fue librar una
de las más fuertes batallas contra el oscurantismo, "el furor que
inspiran el espíritu dogmático y el abuso de la religión
cristiana mal entendida han hecho derramar tanta sangre y producido tantos
desastres. [...] ¡Somos nosotros los cristianos los que hemos sido
perseguidores, verdugos, asesinos! Y, ¿de quiénes? De nuestros
propios hermanos. Somos nosotros los que hemos destruido cien ciudades
con el crucifijo o la Biblia en la mano".
El también autor de las Cartas filosóficas,
que fueron quemadas públicamente en 1734, describe así la
manera de razonar de los intolerantes, y el modo que tienen de apostrofar
a los que no lo son: "Monstruos que arderán eternamente en el otro
mundo, y que yo te quemaría en éste si pudiera. [...] Vosotros
todos, en fin, los que no creéis ni una palabra de lo que yo he
enseñado en mis cuadernos de teología. [...] Newton, Federico
el Grande, Locke, Catalina II, Milton, Shakespeare, Leibniz, os declaro
que os considero a todos como a paganos. Sois malvados empedernidos, que
iréis a parar a la gehena, en donde los gusanos no mueren nunca,
ni el fuego se extingue; porque yo tengo razón y vosotros no; porque
yo gozo de la gracia, y vosotros no la podéis gozar [...] por consecuencia
merecéis que os corten la mano, que os arranquen la lengua; que
os pongan en el potro, que os quemen a fuego lento, porque Dios es misericordioso".
Los obispos y cardenales mexicanos que orientan a sus
feligreses para no votar por partido o candidato que defienda la maternidad
voluntaria y los derechos sexuales, además de incurrir en delitos
electorales y penales documentados ya en la prensa nacional, están
transgrediendo directamente la libertad de conciencia de los ciudadanos.
Un ejercicio que se relaciona con los usos del cuerpo y con la experiencia
de la felicidad, la libertad de conciencia se identifica además
con el concepto de libertad, porque es sobre todo la religión la
que pone trabas al ejercicio del pensamiento. Por eso es causa de ignorancia
generalizada en todas las ramas del saber.
Al querer apartar de la razón a sus feligreses
y excluirlos del beneficio de los avances científicos en que se
apoyan los derechos sexuales y reproductivos, los obispos desconocen los
procesos de secularización ocurridos durante el siglo xix y xx,
y olvidan que sus libertades políticas están restringidas
para garantizar los derechos humanos en las sociedades democráticas.
También es cierto que al hacerlo se asumen como militantes del partido
en el poder, pues ni el PRD ni el PRI ni México Posible ni Convergencia,
bueno, ya ni el Verde Ecologista defienden como el PAN el Diccionario
del consejo pontificio para la familia. Más allá de la
doctrina partidaria, el actual gabinete de Acción Nacional ha contribuido
sistemáticamente a la erosión del Estado laico al quererse
legitimar con crucifijos e imágenes guadalupanas (sin pagar el copyright),
llamadas a misas dominicales, visitas papales y prebendas a organizaciones
eclesiales. De ahí la dificultad del Presidente y del secretario
de Gobernación para imponerse a esa elite de barones defensores
de la pedofilia y la mortalidad materna, envalentonados al poder mirar
hacia abajo a los políticos que se arrodillan para besar sus anillos.
A los encargados de gobernar habrá que recordarles
que ya no vivimos en una monarquía y que en este país las
tensiones religiosas han sido la mecha para encender sangrientas guerras
civiles.
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