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México D.F. Sábado 14 de junio de 2003

Rebelde, icono y santo

En Vallegrande, culto boliviano al Che; hoy cumpliría 75 años

ARTURO GARCIA HERNANDEZ ENVIADO

Vallegrande, Bolivia. El 9 de octubre de 1967, la enfermera Susana Osinaga se acercó, sin darse cuenta, a las puertas de la historia.

Como en un día cualquiera, empezó a trabajar a las seis de la mañana, brindando las atenciones de rutina a sus pacientes del hospital Nuestra Señora de Malta, en la ciudad boliviana de Vallegrande. Transcurrían las horas conforme a los dictados de la costumbre hasta que alrededor de las 11 su cotidianidad fue interrumpida. Su jefe, el doctor José Martínez Caso, pidió a ella y a otra enfermera algo inusitado: que limpiaran el cadáver de un hombre que se encontraba en unos lavaderos, en la parte trasera del modesto nosocomio.

Ambas atendieron la instrucción sin saber que ese cuerpo pertenecía a Ernesto Guevara de la Serna, el Che, cuya muerte en esos momentos ya era noticia en todo el mundo. Susana y su compañera estaban asistiendo al alumbramiento de un mito mayor del siglo XX.

Impresionante mirada

Han pasado casi 36 años desde entonces. En la sala de su modesta casa en Vallegrande, a una cuadras del hospital donde ya no trabaja, Susana trata de recordar detalles de aquel día: ''Decían que era un hombre importante. Para nosotros, el señor ése era como cualquier muerto. Nos dijeron que era el Che Guevara, pero nosotros no sabíamos quién era el Che. Lo llevaron a la lavandería vieja, que es como se le conoce ya, y se nos dijo que le sacáramos la ropa; el formol se lo pusimos en la vena aorta, ahí se fue litro y medio de formol.

''Lo desnudamos todo. Su cuerpo era normal, como el de cualquier persona, tenía tres heridas, una aquí en el pecho, un disparo en el corazón y en la canilla. Estaba muy delgado, tenía tres pares de medias, unas botitas blanquitas. Pusimos una manguera en un grifo para bañarlo con agua y jabón. No tardamos tanto, serían 10 minutos.

''Lo que más nos impresionó fue su vista. Ibamos a un lado y nos miraba; íbamos al otro lado, igual. Tenía los ojos abiertos y el cabello larguito y crespo, como lo tiene (la imagen de) el Sagrado Corazón de Jesús. Después le pusimos un pijama y lo arreglamos para que lo viera la gente y parece que el pueblo entero ha ido a mirar quién era."

Le enfermera señala uno de los muros de su casa: ''Aquí tenemos una foto del Che, ahí se ve en la camilla. Un señor me ha regalado la foto". Es una de las célebres imágenes tomadas por Fredi Alborta, donde aparece el guerrillero muerto, rodeado de soldados y curiosos.

Veneración en La Higuera

La voz de Susana es baja, monótona, no revela emoción. Ha repetido su testimonio tantas veces, durante tanto tiempo -ante periodistas, historiadores, turistas, admiradores del Che-, que habla con una mezcla de hastío y resignación.

Sin embargo, ese roce con la historia parece haberle dado sentido a su vida y la ha convertido en el orgullo de la familia. Por lo menos eso se desprende del arrobamiento con que algunos de sus parientes la observan.

Las palabras o los recuerdos de Susana no siempre se ajustan a la historia oficial documentada, inclusive la contradicen. Por ejemplo, el cuerpo de Guevara presentaba nueve impactos de bala y no tres, como ella asegura.

Lo cierto es que en la actualidad Susana no tiene idea de las razones políticas, ideológicas y militares por las que el Che llegó a Bolivia o por las que se le admira y venera en el mundo. Sabe que fue un hombre importante, porque todo el tiempo llega gente a preguntar por él. Nada más.

El caso de Susana ilustra el tipo de relación que el boliviano promedio tiene con el mítico guerrillero. En el imaginario popular se ha ido conformando una leyenda que a menudo no tiene que ver con el personaje histórico. Una mina de oro para los sociólogos.

-¿Qué piensa usted del Che Guevara?

-Pues se cree que es un santo. Unos le prenden velas, le rezan... Yo le rezo.

-¿Le ha pedido milagros?

Susana Osinaga sonríe por única vez en la entrevista:

-Sí, pero no me los ha hecho.

El argentino Pacho O'Donell alude al fenómeno en su libro Che. La vida por un mundo mejor (Plaza & Janés), nueva biografía de Guevara que próximamente circulará en México. Cuenta que en su recorrido por La Higuera (ranchería donde es hecho prisionero y luego asesinado el guerrillero) y Vallegrande (donde es exhibido y después sepultado el cadáver) se sorprendió ''al descubrir un difundido culto religioso" al Che.


REPORTAJE / ALUMBRAMIENTO DE UN MITO DEL SIGLO XX

Incongruencias entre el personaje histórico y la leyenda sobre el guerrillero

Conservan en Bolivia la imagen del Che como un ''Cristo crucificado''

''Para mala fortuna de Ernesto Guevara y su causa, los bolivianos no conocieron al Che vivo, no supieron de su ascetismo, de su ideario político, de su incorruptibilidad ni de su pasión revolucionaria''

ARTURO GARCIA HERNANDEZ/ I ENVIADO

Vallegrande, Bolivia. El Che, explica el periodista y escritor Pacho O'Donell, ''es considerado 'San Ernesto de la Higuera', a quien se le erigen altares y se le reza, siendo considerado muy milagrero, especialmente con los humildes. Nelly Ramírez, una campesina que entrevisté en el camino entre Pucará y La Higuera, me contó que su marido había caído gravemente herido y debía trasladarse a la ciudad para comprar el medicamento pero no tenía cómo hacerlo. 'Le recé a San Ernesto y al ratito llega un vecino a devolver un caballo que le habíamos prestado tiempo atrás. Pero era de noche y el camino, sobre todo para una mujer sola, era muy peligroso. Entonces se apareció un perro negro, grandote, que daba miedo, nunca visto en la zona, que no se despegó de mi lado a la ida ni a la vuelta'. Según Nelly, y otras mujeres que escuchaban el relato, ese perro era el Che".

Ese culto del que habla O'Donell es fácilmente comprobable. En La Higuera, por ejemplo, a cuanto poblador se le interroga al respecto, se refiere al Che Guevara como a un santo.

-¿Por qué lo ve usted como un santo? -se le pregunta a una mujer.

-Porque él vino aquí a ayudarnos; el dijo que nos iba a salvar.

En realidad el Che de lo que hablaba era de ''liberar" en un sentido emancipatorio terrenal.

Canonización paulatina

A todo esto, entonces, ¿quién es el Che Guevara para los bolivianos? Humberto Vázquez Viaña, sociólogo e historiador, ex integrante de la red urbana de apoyo a la guerrilla de Guevara en el país sudamericano, advierte primero que ''los bolivianos lo veneran políticamente menos que los europeos. No le dan importancia. Si se habla de sus escritos, de sus ideas, dices, bueno, no lo han masticado. Pero ves que el movimiento obrero lo usa como bandera de rebelión, que los microbuses traen su efigie pegada en las ventanillas, que los policías andan con chamarras o con morrales del Che".

Eso ocurre en muchas partes del mundo, no nada más en Bolivia:

''Yo al Che que hallo interesante aquí, es el Che religioso, al que digamos que se ha ido canonizando poco a poco. En Vallegrande casi cada día hay una misa para el Che. Y le piden milagros. Por ejemplo, una madre y un padre de familia piden que les llame la hija que está estudiando en Santa Cruz y que no ha llamado desde hace 15 días. Y llama la hija y dice 'mamá estoy bien, no te preocupes'. O está la gente a la que se le perdió el burro y le hacen una misa al Che y a los cuatro días apareció el burro. Y montones de cosas así."

Vázquez Viaña hace notar que para mala fortuna de Ernesto Guevara y su causa, los bolivianos no conocieron al Che vivo, no supieron de su ascetismo, de su ideario político, de su incorruptibilidad ni de su pasión revolucionaria rayana en el fanatismo.

La imagen que tienen ''es la del Che muerto en los lavaderos de Vallegrande"; la imagen de esa especie de ''Cristo crucificado" que vieron cientos en exposición al desfilar ante el cadáver aquel 9 de octubre de 1967.

Arrebatos mesiánicos

Siguiendo el razonamiento de Vázquez Viaña, la percepción que se tiene en Bolivia a escala popular del Che, más fuerte como un símbolo religioso que como emblema político, se explica en parte por las circunstancias que rodearon su muerte, por la iconografía del personaje y por su perfil de misionero y mártir de la causa revolucionaria. En su libro Una guerrilla para el Che, Vázquez menciona tres citas del guerrillero con alusiones religiosas, en las cuales se basa para sostener que a lo largo de su vida Ernesto Guevara tenía arrebatos mesiánicos, casi místicos: ''En una carta a su madre, en 1954, escribe: 'La verdad es que los Barrabás van siempre a contracorriente. Yo no he decidido dejar de serlo todavía'. En 1955, cuando ya estaba embarcado en el proyecto de Fidel Castro, el Che le escribió a su madre: 'Has puesto en el mundo un pequeño profeta ambulante que anuncia la llegada del juicio final con voz estentórea'. Pero la más llamativa la dice en Bolivia, cuando se inicia ya la fase guerrillera y llega a Río Grande. En su diario, Pacho (el guerrillero Alberto Fernández Montes de Oca) cuenta que al ver el río dijo: 'Pacho, llegamos al Jordán, bautízame'. Era como un mesías con 17 apóstoles", compara Vázquez Viaña en referencia a los 17 guerrilleros que acompañaban a Guevara en la última etapa de su gesta boliviana.

Al respecto, se le pregunta a Pacho O'Donell:

-¿Considera usted que el Che se sentía un elegido?

-Creo que él sentía que tenía una misión que cumplir. Posiblemente todos lo sentimos. Lo que pasa es que pocos somos leales a eso. Esa mirada extraordinaria del Che muerto en ese Gólgota de la lavandería, es lo que se va a conocer mañana. Es una mirada que nos exige, que nos pregunta: ¿Y tú que has hecho con tu vida? ¿Qué estás haciendo con tu vida? Es una mirada que nos juzga y nos cuestiona.

El lavadero donde fue bañado y exhibido el cuerpo de Ernesto Guevara, aquel 9 de octubre de 1967, permanece casi abandonado. A decir de Susana Osinaga, desde entonces no se utiliza. Está ubicado de tal modo que queda fuera de la vista de quienes asisten cotidianamente al hospital Nuestra Señora de Malta. No se le destruye ni se le preserva, pero permanece en buen estado.

El lavadero y los muros que lo rodean lucen tapizados de cientos, sino es que de miles de inscripciones: consignas, fragmentos de canciones, frases de rabia o de tristeza, saludos, sentencias que dejan los peregrinos de la revolución que visitan el lugar, ciertos de que ahí quedó no sólo el recuerdo imborrable del rostro del Che con los ojos abiertos, de su cuerpo desmadejado, como símbolo de los sueños rotos y las esperanzas frustradas de quienes alguna vez creyeron posible cambiar el mundo, hacerlo mejor.

Si otra hubiera sido la historia, tal vez hoy, sábado 14 de junio de 2003, por lo menos se estarían celebrando los 75 años de Ernesto Guevara de la Serna, argentino de nacimiento, cubano por elección y universal por vocación.

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