México D.F. Sábado 14 de junio de 2003
Vicente Quirarte ingresa a la Academia Mexicana
de la Lengua
Los Contemporáneos hallaron en la marginación
su carácter más nacional
''Conmigo van mis maestros y quienes han estado cerca
con su amistad y exigencia''
CESAR GÜEMES
El jueves 19 Vicente Quirarte entrará acompañado
a la Academia Mexicana de la Lengua, a la que pertenece desde que fue electo
en septiembre de 2002: ''Conmigo van los maestros que me han enseñado
y los compañeros que han estado cerca con su amistad y exigencia.
Mi entrada a la academia es un trabajo colectivo".
Dedicado a la escritura de poesía, ensayo y teatro,
el actual titular del Instituto de Investigaciones Bibliográficas
de la Universidad Nacional Autónoma de México es autor, entre
otros trabajos, de Calle nuestra, La luz no muere sola,
El ángel es vampiro, Luz de mayo, Viajes alrededor
de la alcoba, La ciudad como cuerpo y la obra teatral El
fantasma del hotel Alsace, los últimos días Oscar Wilde.
Trascender el paso del tiempo
-¿Qué
puede esperar la academia de su entrada?
-El reglamento establece que debe dedicarse el discurso
al académico que ocupó el sitio que uno se dispone a tomar.
En este caso mi trabajo girará en torno a Carlos Pellicer y sus
compañeros de generación, es decir, el México de los
Contemporáneos, con todo el significado que tiene esta idea: el
México que los marginó, el que los convirtió en nombres
de bibliotecas y premios literarios. Los Contemporáneos y Pellicer
fueron jóvenes escritores que en su momento se enfrentaron con todo
su radicalismo y energía a la cultura oficial que exaltaba valores
contrarios a los propuestos por ellos.
''En cuanto al trabajo cotidiano de la academia, pienso
dedicar parte de mi tiempo a desarrollar el tema del universo creado por
Gabriel Vargas en La familia Burrón. Me interesa el vocabulario
utilizado por don Gabriel, la manera en que va construyendo sus cuadros
de costumbres desde 1948 hasta nuestros días; cómo cambian
los usos literarios, lingüísticos y los escenarios sociales
que enfrentan los personajes. Quiero hacer ese registro porque Gabriel
Vargas es único en su género, sin contar con su magnífico
catálogo de nombres. El seguimiento lo haré en parte por
medio del acervo de que disponemos en la Biblioteca Nacional."
-¿Diría que se perdió ese radicalismo
de los Contemporáneos en las más recientes generaciones de
escritores?
-Hace un par de días, mientras analizaba con mis
alumnos un texto de Jorge Cuesta, encontramos que le dice a Bernardo Ortiz
de Montellano que ellos, los Contemporáneos, son un grupo de escritores
marginados pero que en esa marginación se encuentra su carácter
más nacional. Esto lo escribe Cuesta en 1933, cuando ha pasado la
polémica nacionalista del 32. El texto llama la atención
porque los Contemporáneos no ejercieron el arte de la queja al cual
somos tan asiduos los escritores. En general siempre estamos solicitando
del Estado lo que éste no debe darnos y ellos lo demostraron. Quien
debe crear la nacionalidad no es el Estado, sino los escritores, y en el
caso de los Contemporáneos ellos lo hicieron en contra de un sistema
establecido, de una idea preconcebida de nacionalismo. Los Contemporáneos
nos enseñan que la única manera en que un escritor triunfa
y sobrevive al paso del tiempo es con su obra. En ningún instante
hay amargura en ellos. El descontento se refiere sólo a los obstáculos
que enfrentan con su propio trabajo, como es el caso de Gorostiza y cierta
crisis creativa que atravesó antes de Muerte sin fin.
La lengua, patrimonio de los hablantes
La entrada a la academia, explica Quirarte, se relaciona
muy de cerca con su quehacer escritural: ''Por una parte está mi
trabajo dentro de la poesía. Luego, mis ensayos siempre se encuentran
vinculados a la poesía, que nos enseña a desarrollar la intuición
y el orden. La crítica impresionista, la cual reivindico con todas
sus letras y que aprendí de Antonio Alatorre, Rubén Bonifaz
Nuño, Sergio Fernández y Arturo Souto, es la que finalmente
pone a prueba a un crítico creativo. Sin el peso o la disciplina
de la poesía un ensayo no tiene el carácter de viaje interior
propuesto por Octavio Paz.
''El ingreso a la academia representa para mí un
aprendizaje nuevo. Como académico electo uno tiene la obligación
de asistir a 10 sesiones sin voto pero con voz y en ellas he sido un escucha.
Ahí he aprendido que el trabajo de la academia es erudito, sabio,
multidisciplinario y también divertido. Es un trabajo de una gran
intensidad en todos los sentidos, una labor en la que cada quien aporta
elementos para este fenómeno de gran movilidad que es el lenguaje."
De la academia podemos esperar no sólo que limpie,
fije y dé esplendor al idioma, dice Quirarte, y explica: ''La lengua
es patrimonio de los hablantes y son ellos quienes la modifican. El nuevo
diccionario de la Real Academia en su más reciente edición
refleja esta apertura.
''La Academia Mexicana de la Lengua tiene, como sus similares
en nuestros países, la obligación de establecer los cambios
del idioma, sus variantes y usos. En ese sentido no es en ningún
modo un organismo estático, porque el castellano mismo no lo es."
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