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México D.F. Jueves 19 de junio de 2003
Adolfo Sánchez Rebolledo
El 6 de julio y los Amigos de Fox
La política mexicana vive en la más absoluta inmediatez, por no decir que vive al día, ávida de noticias resonantes. Todo es urgente. Ningún asunto puede esperar a que se cumplan debidamente los plazos fatales. Y, sin embargo, dicha prisa manifiesta es la otra cara de la costumbre de abandonar a un mañana indefinido las cosas importantes, sean la aprobación de leyes o el plazo final para cumplir un simple trámite administrativo. Pero en la superficie prevalece la impaciencia. El foxiano "hoy, hoy, hoy" simboliza ese voluntarismo irreflexivo, el acelere por llegar a ninguna parte, que va siendo rasgo consustancial de nuestra torre de Babel política. En rigor, nadie puede contra la tendencia a fijar fechas mágicas de las que todo se espera, como si en verdad de ellas dependiera nuestra suerte entera. Una es el 6 de julio.
Los partidos se empeñan en querer ganar en la recta final de las campañas lo que no consiguieron en meses o incluso años de actividad normal, por así decirlo, al punto de saturar calles y avenidas con anuncios, cuyos efectos como sacudidores de la conciencia ciudadana son por lo menos discutibles. Pero el 6 de julio está cerca y es ahora o nunca, parecen decir sin compasión para con el pobre ciudadano, indefenso ante la rima y el ingenio de los publicistas vertido en espots de radio y televisión. Al acercarse el Gran Día se echa toda la carne al asador mediático -que cuesta más de lo que vale- en el último minuto, cuando la mayoría de los votantes ya sabe cómo votará o sencillamente está harto de las ocurrencias vacías de los partidos.
El gobierno también fomenta la estridencia y hace como si de este ruido pudiera surgir una nueva realidad política, un contexto de exigencia para el Congreso que nos pusiera en la ruta de las reformas estructurales pospuestas, es decir, apuesta a una solución mágica, no al trabajo político parlamentario y a la insustituible labor de convencimiento que la conducción del país reclama.
Una prueba más del fetichismo de la fechas consiste en pedir al IFE que el caso de los Amigos de Fox se resuelva a toda costa antes del 6 de julio, es decir, que se fije desde ahora una fecha para el emplazamiento al PAN-Partido Verde antes de agotar los plazos y las diligencias previstos, como si la credibilidad de la investigación y sus resultados dependiera del momento político y no de la calidad de las pruebas aportadas; en una palabra: de la aplicación rigurosa de la ley. Es curioso: por un lado se exige que la autoridad no deje resquicio sin investigar, y por otro se le piden conclusiones anticipadas para calmar las ansias del cotarro de los políticos impacientes, como si de ello dependiera el resultado final de las próximas elecciones y, lo que es mucho más grave, la credibilidad de la propia institución electoral. En otras palabras, el interés político se antepone de nuevo a la búsqueda de la justicia en materia electoral.
Siempre es deseable que la ley se cumpla cuanto antes, especialmente en aquellos asuntos que afectan la vida pública. Pero ese deseo legítimo de prontitud sin el cual la justicia no existe, no debería oscurecer el hecho de que el objetivo primero de cualquier investigación es el esclarecimiento de los hechos dentro de los términos y plazos que la ley determina. En el caso de los Amigos de Fox, por ejemplo, la Comisión Nacional Bancaria tiene como límite máximo para entregar documentos faltantes el 19 de junio. De la calidad de las informaciones que el IFE reciba dependerá, en definitiva, el calendario de la investigación que en términos generales parece estar llegando a su fin. Hasta entonces no sabremos con exactitud la fecha del emplazamiento a los partidos de la Alianza por el Cambio.
Resulta una falacia decir que en el caso de los Amigos de Fox la autoridad se ha cruzado de brazos, permitiendo que el tiempo transcurriera para no afectar al Presidente, pues cualquiera que tenga ojos para leer y un poco de memoria tendrá presente la cadena de obstáculos de todo tipo, incluyendo amparos de dudosa legalidad a los presuntos responsables, que se pusieron para ir al fondo del asunto. Fue necesario un fallo del tribunal para que el IFE dispusiera de los instrumentos capaces de abrir las cuentas bancarias que contienen el rastro del dinero que fue a dar a la campaña de Vicente Fox. Como dijo el consejero Mauricio Merino: "es una historia larga, hay que contarla toda".
No creo que el punto sea si el IFE emplaza o no antes del 6 de julio. El gran problema que subyace bajo los episodios Pemexgate y Amigos de Fox es el de la corrupción y la impunidad que los dos partidos comprometidos, sin excepción, fustigan de labios para afuera. Lo más lamentables es que ni el PRI en su caso ni el PAN en el suyo procedieran a un ajuste de cuentas ético y político con ese turbio pasado. Por el contrario, se esfuerzan por manchar al otro sin reconocer en sí mismos las señas de la descomposición y dan vuelta a la página... aunque les cueste a sus bolsillos partidarios. El priísmo no se cansa de golpear al IFE y espera la revancha; el PAN asiste en silencio a la glorificación de Lino Korrodi, el hombre que, a decir del señor Rojas Magnon, llevó a Fox a la Presidencia. Silencio y complicidad. Ver para creer.
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