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E S P E C T A C U L O S
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México D.F. Lunes 23 de junio de 2003

Por casi dos horas, 57 artistas del Cirque du Soleil hacen alarde de destreza y expresividad

Dralion desborda movimiento e imaginación del arte circense

La obra comenzará temporada el 2 de octubre; la preventa de boletos se inicia este lunes

ROSARIO JAUREGUI NIETO ENVIADA

Montreal, Canada. Apacibles tres pequeños dralions, de intensa mirada roja, reposan a un lado de su madre en espera de que empiece la función. Los cuatro son personajes centrales de la obra, alarde de destreza, ingenio, expresividad y exactitud, que caracterizan a la compañía canadiense Cirque du Soleil, de regreso a México el próximo octubre.

Dralion (fusión de dragón y león: poderío, prosperidad y protección) es el título del montaje; la filosofía oriental y su búsqueda de la armonía hombre-naturaleza, sus premisas, y la interacción en el escenario de los cuatro elementos tierra, aire, agua y fuego (ocre, azul, verde y rojo del vestuario), la forma en que se recrea ese ancestral deseo de concordia.

La obra no tiene un mensaje, "Quiere decir y con ello, conmueve", emociona, escribiría el semiótico Roland Barthes.

El espectáculo terminó temporada en Montreal para continuar su recorrido 2003, que incluye México. En una de sus funciones de despedida estuvo La Jornada, junto con otros medios, invitada por Ocesa Entretenimiento.

La aventura comienza desde el momento de atravesar la puerta de la gran carpa, cuando se ingresa al mundo del asombro, de la expectación, en el que hombres y mujeres, que parecen hechos de hule, con resortes en los pies, hacen saber de las posibilidades creativas y físicas del ser humano. Aquí el circo, lejos de tener cierto halo de melancolía, es vida, alegría, estética y glamur.

Dralion es mezcla de diversos lenguajes: arte circense, teatro, música, canto, danza y avanzada tecnología. Cada número es un cuadro plástico que desborda movimiento e imaginación. Es pleno dominio del cuerpo que, ante las miradas atónitas, desafía la gravedad, vuela, dibuja en el aire, forma torres y esculturas humanas.

La función va a comenzar. Se escucha la tercera llamada. Aunque tres payasos ya han iniciado su trabajo, la sorpresa es grande, los actores salen de todas partes. En medio de luces y bruma brota de la pista la maestra de ceremonias, una mujer que baila y baila adornada con plumas de colores (ocre, azul, verde y rojo); le siguen trapecistas, malabaristas, equilibristas que descienden del techo, salen de las profundidades de la pista, del escenario. La entrada triunfal es de los dralions, que guiados por su madre recorren con desenfado el lugar. Son 57 artistas (incluyendo músicos) 37 de ellos de origen chino y 20 de otras nacionalidades.

Presentados los artistas, empieza la odisea. Equilibrio, coordinación y exactitud. Cada escena es un color, un cuadro, un riesgo.

Apoyada sobre una de sus manos una adolescente da muestra de sus habilidades: vertical, horizontal, balanceo, torsión de dorso, piernas y del brazo libre.

Control

Varios hombres de rojo se apoderan del escenario, cada uno con una vara de bambú de unos cuatro metros, que va de una a otra mano, al ritmo del tambor.

De pronto un escarabajo gigante hace su aparición. De las entrañas sale un hombre, cuyo cuerpo parece estar imantado. Un poco de mímica, con su rostro quiere impresionar, pero el impacto ocurre cuando de entre sus dedos, sus manos, una, y hasta ocho pelotas, vuelan, giran, rápido, lento; las domina al extremo de inmovilizarlas, una tras otra, sobre su espalda.

Las 2 mil 500 miradas que hay en la carpa están fijas en el escenario; los sentidos, exaltados.

Los ejecutantes construyen pirámides humanas, dan un brinco, varias maromas en el aire y la caída espectacular sobre los hombros de sus compañeros.

No se ven cables ni columpios, sólo extensos lienzos de los que trapecistas y acróbatas se sujetan para volar, flotar, transmitir una plácida sensación de libertad.

Entre tanta audacia, llega el remanso, un momento de profundo azul: un pas de deux aéreo, que da cuenta de un amor frustrado.

Los aros son una constante en la obra, infinitos. En la pista de la carpa uno sobre otro -tres, luego ocho-, sirven a los acróbatas para mostrar su fuerza, su arrojo; los cruzan solos, después en parejas. Otro anillo, en el aire, cuelga de una cuerda, es columpio, es barra para hacer splits perfectos, para rotar en el aire; en el techo, dos son técnicos y uno más el sol, una especie de aura dorada de seis metros de diámetro que se desplaza sobre el escenario, siempre dispuesta a proteger a los artistas.

Los payasos aparecen y desaparecen entre cada número. Bromas finas e ingeniosos trucos motivan la risa. Al final una parodia del montaje. Son buenos cómicos, músicos y acróbatas.

Deleite para la visión

Cada momento, una sorpresa, que llena el espacio, deleita la visión. Desde lo alto lentamente se desenreda un telón tubular y cubre toda la pista, más de 12 metros de diámetro. Su textura semeja al papel de arroz y su forma la pantalla de una lámpara, con efectos multicolores. Durante el intermedio alumbra y entretiene. Al comenzar el segundo acto, se convierte en una pecera, en la que sólo se proyectan sombras.

Dralion también es delicadeza. Con los pies una jovencita sostiene una sombrilla abierta y la hace girar por la parte más delgada. Aumenta el grado de dificultad, una sombrilla en cada pie; las dos dan vueltas rápidamente, al mismo ritmo, pero hacia lados contrarios. Son elegantes rehiletes.

Etéreos irrumpen del infinito varios espíritus. Blancos, entre luces azules, acompasados vuelan de un lado a otro, de arriba abajo y viceversa. Se unen a sus parejas, danzan, enamoran.

Al escenario arriban los protagonistas principales: los cuatro dralions. El número lo anuncian tres pelotas (dos grandes y una enorme) y varios hombres, que saltan sobre ellas: después de dar maromas en el aire, caen en el mismo sitio, ni un milímetro más ni uno menos.

Guiados por su madre, con aplomo y templanza, los dralions pasean por la pista. Son gigantes de pelo largo y luminoso. Afables se ciñen a las reglas de la suerte, se paran de manos, ruedan en la pista y juegan sobre las enormes esferas.

Para cerrar el montaje: trucos con cuerdas. Los acróbatas y trapecistas las brincan con las manos, los pies, en pirámides. Son una, dos, tres y cuatro cuerdas. Dos giran encontradas de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, una más transversal, figura una inmensa jaula dorada.

Casi dos horas de magia llegan a su fin, pero la ilusión y el asombro se quedan plasmados en los rostros de las personas aún después de cruzar la puerta de la gran carpa amarilla y azul.

Fábrica de ensueño

Más allá de los límites de la carpa, hay un etcétera, cientos de horas de trabajo y extremo cuidado, que garantizan la calidad estética y técnica de Dralion (1999), así como de cada uno de las producciones de Cirque du Soleil, explica Vicent Coutnoir, representante de la compañía, quien guía un recorrido por las instalaciones.

La compañía tiene en Montreal su centro creativo, The Studio, donde se concibe y desarrolla cada montaje. Son seis en gira por el mundo (entre ellas, Saltimbanco, Alegría, Quidam y Varekai) y dos en Las Vegas.

El centro es enorme y muy lúdico. Allí, más de 200 personas trabajan para los 500 artistas de 30 distintas nacionalidades, que tiene la companía. Máscaras, antifaces, trajes, zapatos, sombreros, tocados son confeccionados para cada artista, un zapato grande o un antifaz flojo sería un riesgo para su seguridad y para la estética del show. Miles de botones e hilos de diferentes colores y cientos de metros de tela y resorte se encuentran en el lugar para hacer las prendas.

El inmueble, de estructura metálica y de apariencia ligera, cuenta con diversos talleres: diseño, confección y costura de prendas, zapatos, antifaces, tocados, y máscaras; para elaborar estas últimas el molde se hace sobre el artista: rostro y cabeza son cubiertos durante casi 40 minutos por unas vendas con yeso: el molde queda exacto.

También hay taller de textiles, donde las telas son estampadas a mano. Se cuenta con una ficha técnica, de tal forma que el diseño pueda repetirse con exactitud las veces que sea necesario. Vestuario, escenografía y carpa son ex profeso para cada espectáculo. Todo pasa por el departamento de control de calidad.

Las instalaciones cuentan estudios de música y danza, gimnasio, salón de entrenamiento en el que los artistas se ocupan varias horas del día. Además, varios fisioterapeutas vigilan la salud de los actores.

Esa es la fábrica de sueños y magia de Cirque du Soleil, moderno y plástico concepto del arte circense.

Dralion comenzará temporada el 2 de octubre; los boletos están en preventa Banamex de este lunes 23 de junio al 29, y se venderán al público en general a partir del 30 (Ticketmaster 5325-9000, Palacio de Hierro, Mix Up, Discolandia o www.ticketmaster.com.mx). Reservado A, 890 pesos; B, 490, y C, 390.

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