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México D.F. Sábado 28 de junio de 2003
LA ECONOMIA ARGENTINA Y EL FMI
En
el primer trimestre de este año la maltrecha economía argentina
obtuvo un superávit de mil 955 millones de dólares y, por
primera vez desde la década de los 80, el superávit anual
para 2002 ascendió a 8 mil 954 millones de dólares. Estos
datos invierten completamente la situación existente durante la
época del zar de la economía Domingo Cavallo, defenestrado
en diciembre de 2001 junto con el entonces presidente Fernando de la Rúa.
En efecto, mientras los capitales argentinos se fugaban entonces por decenas
de miles de millones y las reservas en divisas se fundían como nieve
al sol, ahora las mismas son estables, se alejó el peligro de la
hiperinflación, los capitales no se van sino que, por el contrario,
llegan a Argentina en número creciente (aunque mayoritariamente
con fines especulativos, pero reflejando con su presencia un aumento de
la confianza en ese país) y el peso incluso se está apreciando
frente al dólar, en parte por la debilidad de éste y en parte
por la reanimación de la producción, el turismo y el comercio,
así como por el aumento de las exportaciones.
Este proceso, por supuesto, es anterior a la toma de posesión
del nuevo presidente argentino, Néstor Kirchner y, además,
se ve favorecido por el hecho de que Argentina exportó más,
debido a la devaluación de su moneda, e importó muy poco,
lo cual se debe a una situación transitoria que no puede durar demasiado.
El horizonte económico, por otra parte, no carece de nubarrones,
ya que la deuda externa pública y privada asciende ahora a 136 mil
967 millones de dólares (2 mil 720 más que en 2002), debido
a la devaluación del peso argentino, y los atrasos en el pago de
capital e intereses llegan a 14 mil 86 millones de dólares.
Pero de todos modos quedan dos hechos destacables. El
primero, obvio, es que Kirchner, en vez de encontrar una economía
que se desplomaba a pique hacia el fondo del abismo cuenta con el periodo
de gracia que le concede la mejoría de los resultados económicos
(la construcción, gran fuente de trabajo, aumenta, al igual que
la recaudación impositiva; las reformas en la política agrícola
europea favorecerán algo las exportaciones de Argentina y del Mercosur
al viejo continente; el Mercosur mismo comienza a reforzarse; el turismo
hacia Argentina batió récords; el comercio de los grandes
almacenes se reanimó y las obras públicas comenzarán
a sostener el empleo). El segundo es menos evidente, pero es aún
más importante. En efecto, Argentina comenzó a salir del
pozo donde la habían hundido los dictadores militares y el neoliberalismo
a ultranza de los gobiernos neoliberales de Raúl Alfonsín
y del dos veces presidente Carlos Saúl Menem. Y salió, aunque
no por completo, sin el Fondo Monetario Internacional (FMI), a pesar del
sabotaje y las amenazas de éste y sin el apoyo del capital financiero
internacional. O sea, por sus propios medios. Es decir, que mientras la
aplicación del Consenso de Washington y de las recetas del FMI provocaban
la agonía del enfermo, el hecho simple de no poder pagar ni las
medicinas ni el matasanos permitió, en cambio, la recuperación
de un país que el Banco Mundial evaluaba si declarar en quiebra
o no. ¿Por qué ahora Argentina debería reiniciar las
sangrías de caballo que propone el FMI a sus víctimas?
Es evidente que se están creando las bases para
un desarrollo del mercado interno que utilice a fondo algunas ventajas
como la existencia de una capacidad industrial ociosa, de una mano de obra
productiva y de calidad cultural, y el blindaje de hecho de la economía
nacional resultante del cese de las importaciones competitivas con la misma.
El pago del capital y de los intereses de la deuda se debe subordinar a
ese desarrollo, aunque más no fuere porque esa deuda es inmoral
y usuraria y, además, fue contraída por mandatarios anticonstitucionales,
como la dictadura y, por lo tanto, los acreedores sabían, en el
momento de prestar, que cometían un acto de exacción totalmente
ilegal. El caso argentino comprueba así que el congelamiento prolongado
de las relaciones con el FMI no sólo no lleva por fuerza a la quiebra
económica sino que incluso puede ser la base para la recuperación.
¿Dónde queda entonces el argumento según el cual la
vía del neoliberalismo es la única posible y, además,
es inevitable?
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