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México D.F. Viernes 4 de julio de 2003
Jorge Camil
Democracia electorera
El lamentable estado de nuestra incipiente democracia, consecuencia de una simple alternancia y no de una verdadera transición, ha acabado por desilusionar a todos. Desafortunadamente, la libertad electoral, la apertura de los medios y la euforia desatada tras la última elección presidencial no se han traducido en oportunidades económicas para los ciudadanos ni en certidumbre jurídica para los empresarios. Y aunque por ahora se ha suspendido la práctica del carro completo, y se han mediatizado algunas de las turbias prácticas que fueron parte de nuestra reprobable realidad electoral en el pasado, sabemos que el próximo domingo votaremos libremente por candidatos que con nuestro sufragio pudiesen salir victoriosos, pero que no provocarán cambios importantes en nuestro sistema de gobierno.
Hace muchos años, cuando visité Venezuela por primera vez en medio de una elección presidencial, me impresionó la feria de nombres, apellidos, colores alusivos, volantes, pintas y banderines que atiborraban las calles de Caracas. ƑEso es democracia? Sólo hay que ver la actuación de Hugo Chávez para concluir que el derecho de votar libremente no se traduce necesariamente en oportunidades económicas ni en gobierno institucional. Esa misma noche allá en Caracas, cenando con amigos venezolanos, uno de ellos contestó con mucha franqueza mi halagüeño comentario sobre la libertad con la que percibía que actuaba el gran número de partidos en la contienda: "šno, chico, no te confundas, esto no es democracia, es un desorden!"
Ahora los mexicanos estamos en el mismo barco: 11 partidos políticos se disputarán los próximos comicios representados, como si la política fuese un hobby, por amas de casa, niñas bien, juniors, actores y emisarios del pasado: todos con la misma propuesta: erradicar la inseguridad (olvidando que ellos no serán los encargados de aplicar la ley y que los problemas de México no se resuelven con más leyes, sino con el honrado y puntual cumplimiento de la legislación vigente).
Con el título "Democracia cara y sin resultados: IP", El Economista publicó la semana pasada declaraciones de los presidentes de Concanaco y Comparmex. Los empresarios lamentan la proliferación de partidos políticos, la inutilidad de los diputados plurinominales y el enorme costo que significa mantener nuestro ineficiente Poder Legislativo. El énfasis de esas declaraciones no está en el costo sino en la ineficiencia del sistema, sugiriendo que los empresarios tal vez añoran los tiempos en que las curules se otorgaban a líderes sindicales complacientes, militares retirados y operadores políticos que garantizaban la estabilidad del sistema; un pasado en el que las leyes eran dictadas por el Ejecutivo, y su aplicación discrecional quedaba también a cargo del Poder Ejecutivo. Quizá los empresarios anhelan regresar a los años de leyes de cumplimiento selectivo que permitían dispensar premios y castigos para los empresarios que apoyaban o criticaban al sistema. Con todo, había certidumbre jurídica: los empresarios sabían en todo momento a qué atenerse. Por otra parte, el estancamiento de nuestra transición democrática se antoja campo fértil para el abstencionismo electoral (Ƒmás de lo mismo?), a pesar de que tres años más de falta de consensos pudiesen hundir a la administración actual. Sin embargo, en una maniobra desesperada para evitar el fracaso, el régimen pudiese estar buscando alianzas inconfesables, como las apuntadas por Luis Hernández Navarro en su estupendo artículo "La Maestra: de Los Pinos a Los Pinos" (La Jornada 3/6/03).
Hernández Navarro, hilando fino, analiza las relaciones de Elba Esther Gordillo con figuras claves de todos los signos políticos y concluye que el Ejecutivo "ve en (la Maestra) cuya gente ha sido postulada no sólo por el PRI, sino también por el PRD, el PVEM y el PLM el instrumento para quitarle el freno al cambio", porque la ruta política de la lideresa del SNTE "tiene un origen y un destino preciso: va de Los Pinos a Los Pinos". La preocupación de los empresarios por la falta de rumbo y la ausencia de resultados se traduce entre la ciudadanía en frustración por la falta de oportunidades económicas: ƑPara qué democracia, si todos los programas de gobierno mueren en manos de legisladores que una vez elegidos tienen plena libertad para actuar sin consecuencias frente a los electores?
Si ocurre un abstencionismo generalizado el próximo 6 de julio podría significar que los electores prefieren saber a qué atenerse, volver a la certidumbre del pasado y al tolerable bienestar económico del Estado benefactor, sobre una democracia electorera sin resultados. Un amigo priísta que fue dos veces legislador resume la precaria situación actual afirmando que en el pasado se requería ser amigo del Presidente para ser diputado. "Hoy, por el contrario -asegura este filósofo popular que habla con pleno conocimiento de causa-, algunos partidos políticos ofrecen las curules a domicilio".
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