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México D.F. Viernes 4 de julio de 2003
ECONOMIA MORAL
Julio Boltvinik
La economía moral es convocada a existir como resistencia a la economía del "libre mercado": el alza del precio del pan puede equilibrar la oferta y la demanda de pan, pero no resuelve el hambre de la gente
No pobres salen del sombrero
Los trucos: más ingresos, hogares más pequeños, menor inflación
5 millones de pobres alimentarios no contados
EN ENTREGAS PREVIAS de Economía Moral he puesto en duda la comparabilidad de las ENIGH y, sobre todo, su suficiencia para derivar conclusiones sobre la evolución de la pobreza apoyándose sólo en ellas. Para ello mostré: a) la relación cambiante entre los ingresos de los hogares en las ENIGH y en las cuentas nacionales, de donde deriva la necesidad de ajustar a cuentas nacionales los primeros para hacerlos compatibles con los segundos y poder decir algo sobre la evolución de la pobreza; b) los cambios en el cuestionario que, al agregar más rubros de ingresos, tiende a captar más información; c) la baja confiabilidad de los datos de ingresos de las ENIGH.
UNA MANERA DE MOSTRAR esta baja confiabilidad, es analizando la evolución de algunos rubros específicos. Según el documento Medición del desarrollo. México 2000-2002 de la Sedeso (23 de junio del 2003, disponible en www.sedesol.gob.mx) una de las explicaciones de la baja de la pobreza es la expansión de los programas sociales, lo que intenta ilustrar con Procampo al que clasifica como programa social. En el Anexo del Informe Presidencial del 2002 se muestra que entre 2000 y 2002 hubo un incremento de 19.6 por ciento en los recursos otorgados a los productores a pesos corrientes, lo que en pesos constantes significa un aumento de alrededor de 7 por ciento en términos reales. Mientras los recursos asignados por Procampo crecieron 7 por ciento, la ENIGH calcula este crecimiento en 122 por ciento. Se trata de una sobrestimación del aumento en los ingresos de los hogares (sobre todo de los rurales) de alrededor de 5 mil millones de pesos anuales. Este es un ejemplo de los graves errores a que conducen las ENIGH cuando se las usa sin apoyo de cuentas nacionales.
DADO QUE LA SEDESO mide la pobreza con el ingreso per cápita de los hogares, no sólo resulta crítico el ingreso por hogar, sino también el tamaño (número de personas) del hogar. Al respecto me surgieron dudas al ver el elevadísimo crecimiento del número de hogares en el medio rural entre 2000 y 2002 (8 por ciento), muy por arriba del crecimiento de los hogares urbanos (4 por ciento), cuando la población rural crece menos de uno por ciento. Desde las últimas ENIGH de los años 90 se había observado una rápida baja en el tamaño medio del hogar: desde 4.72 personas por hogar en 1992 hasta 4.12 en 2002. Pero entre 2000 y 2002, aunque el tamaño promedio nacional no baja mucho (de 4.16 a 4.12), debido a que en el medio urbano aumenta (de 4.02 a 4.06), en el rural baja bruscamente (de 4.62 a 4.30). Con esto, se habría cerrado mucho la brecha de tamaños entre ambas áreas desde 4.62 vs. 4.02 hasta 4.30 vs. 4.06. Es evidente el sesgo que lleva a una subestimación muy fuerte del tamaño medio del hogar en el medio rural. Si se contrasta la evolución del tamaño de los hogares entre las ENIGH y los censos, se aprecia que: 1) la ENIGH89 predijo adecuadamente el tamaño medio del hogar del censo de 1990; 2) todavía a mediados de los 90 no son muy grandes las discrepancias entre ambas fuentes; 3) Pero entre 1996 y 2002 hubo una disminución de 0.82 personas por hogar en el medio rural según las ENIGH, mientras de acuerdo con los censos respectivos el descenso en 5 años (1995-2000) fue de sólo 0.42 personas. Es evidente la sobrestimación del descenso del tamaño medio del hogar rural en las ENIGH. Proyectando a 2002 la tendencia censal del tamaño del hogar se obtiene un tamaño medio de los hogares de 4.51 en el medio rural y de 4.09 en el urbano. La ENIGH2002 subestima estos tamaños en 0.2 personas en el medio rural y 0.1 en el urbano. Una subestimación de 4.4 por ciento en el medio rural y de 2.4 por ciento en el urbano. Con ello se sobrestima el ingreso per cápita de los hogares en la misma proporción. No se necesitaba, por tanto, ningún crecimiento en el ingreso de los hogares para reducir la pobreza. Hubiese bastado esta subestimación del tamaño de los hogares para lograrlo. Pero además la reducción del tamaño de los hogares entre 2000 y 2002 se produjo de manera desigual entre deciles de ingresos. En el medio rural bajó el tamaño en todos los deciles, pero bajó más rápido (9.9 por ciento) en los primeros 5, acentuando la conclusión.
LA COMPARACION ENTRE las ENIGH de 2000 y 2002 arroja no sólo un incremento del ingreso de 80 por ciento más pobre de la población, sino también una baja del 10 por ciento más rico. Un indicio sobre la baja confiabilidad de este resultado se obtiene al observar los 10 hogares más ricos en cada medio en ambos años, lo que, en primer lugar, constata que las ENIGH no logran entrevistar, no se diga ya a los más ricos, ni siquiera a los ricos, lo cual invalida radicalmente su utilidad para analizar la distribución del ingreso en el país. En efecto, el hogar más rico del medio urbano tenía, en 2000, un ingreso de 91 mil pesos per cápita, mientras el valor correspondiente en el medio rural fue de 98 mil pesos. En ambos casos se trata de hogares de dos personas. Este nivel de ingresos, siendo alto, está muy lejos de los niveles de los ricos que se sitúan en varios millones de pesos al mes, y de los más ricos que tienen ingresos de decenas y hasta centenas de millones mensuales. En 2002 el ingreso del hogar más rico del medio urbano es menor que en 2000 (de 91 mil a 50 mil pesos per cápita) y también es menor el promedio (simple) de los 10 hogares más ricos (de 54 mil a 39 mil pesos per cápita). La evolución en el medio rural es exactamente la opuesta: en 2002 aparece un hogar rural con un ingreso per cápita de alrededor de 750 mil pesos (15 veces más alto que en la encuesta anterior), lo que eleva el promedio de los 10 hogares más ricos del medio rural a 93 mil pesos (contra 27 mil pesos en 2000). Sin este hogar, el promedio de los nueve restantes se desploma a 20 mil, lo que fácilmente podría haber ocurrido si, por cualquier razón de campo, no se hubiera podido completar la entrevista. Es evidente, por lo mostrado, que lo captado no refleja la evolución de los ingresos de los ricos de México, sino fluctuaciones erráticas situadas muy por abajo del nivel de riqueza. Cada hogar de este grupo de la muestra representó, en promedio, a 2 mil 850 hogares del universo. De esta manera las fluctuaciones erráticas se multiplican muchas veces. La hipótesis que puede sostenerse, y que estos datos refuerzan, es que la ENIGH2002 logró un menor acceso a los estratos medios altos (que son los que aparecen en las ENIGH como decil 10) que la encuesta precedente. Un corolario de la hipótesis es el carácter espurio de la redistribución del ingreso captada.
LA APARENTE REDUCCION de la pobreza en el país se deriva de dos factores. En primer lugar, del aparente aumento de los ingresos per cápita de 80 por ciento de los hogares más pobres. En segundo lugar, el método que utiliza la Sedeso introduce un juego de índices de precios que por sí mismo produce la baja de la pobreza (incluso sin aumentos en el ingreso real) en periodos en los cuales los precios de los alimentos aumentan menos que el índice general de precios. En efecto, en el método que usa la Sedeso las diferentes líneas de pobreza se mueven en el tiempo no por el movimiento en el índice general de precios sino sólo por el de los alimentos, pero no con la composición con la que la población los consume, sino la composición formulada en la canasta normativa alimentaria que usa Sedeso. Entre agosto de 2000 y agosto de 2002 el índice nacional de precios al consumidor (INPC) aumentó en 11.54 por ciento, el de alimentos en 9.69 por ciento y el de la canasta alimentaria sólo en 4.84 por ciento en el medio urbano y 5.18 por ciento en el rural. Si los ingresos nominales de los hogares en una economía estancada como la nuestra crecieran sólo para compensar la inflación, sin cambio en la distribución, el ingreso nominal de todos los hogares hubiera crecido 11.54 por ciento entre 2000 y 2002. Sin embargo, la línea de pobreza que usa Sedeso para evaluar quién es pobre alimentario aumentó en el medio urbano en sólo 4.84. Por tanto, el hogar medio habría aumentado su "ingreso real" desde el punto de vista de la Sedeso en 6.7 por ciento (11.54 menos 4.84), por lo que la pobreza habría disminuido sustancialmente.
LA PRESTIDIGITACION QUE permite sacar no pobres del sombrero de la pobreza tiene una trampa central. En las líneas de pobreza alimentaria el juego es suponer que los hogares destinan todo su ingreso a alimentos crudos y que la línea de pobreza es igual al costo de éstos. En el tiempo, el aumento en su costo dependerá sólo del índice de precios específico de la canasta alimentaria. Pero como no sólo de pan vive el hombre, los pobres del sombrero se empeñan en gastar su escaso ingreso no sólo en alimentos crudos. Compran también gas para cocinar los alimentos, detergentes para lavar los trastes, ropa y muchas otras cosas más. Según la ENIGH2002 el decil 1 urbano, 10 por ciento de los hogares más pobres, gastan sólo 40 por ciento de su ingreso en alimentos. En el medio rural el peso de los alimentos es un poco mayor, pero no llega a 50 por ciento. Por tanto, la inflación que realmente les afecta es una combinación del aumento de los precios de los alimentos (9.69) y el del resto de los bienes (12.15 por ciento). Con 40 por ciento dedicado a alimentos, la media ponderada de ambas inflaciones sería de 11.2 por ciento, muy cercana a la inflación general. No habría ganancia alguna. La prestidigitación quedaría deshecha. Faltaría analizar la composición de los alimentos que consumen los hogares. Si fuese similar a la de la canasta alimentaria usada por Sedeso, la inflación más baja de ésta podría aplicarse al 40 por ciento del gasto de los hogares más pobres. Aún así, en el medio urbano la tasa de inflación que les afectaría sería de 9.58 por ciento, con lo cual el efecto del abaratamiento de los alimentos sería de sólo 2 por ciento y no de 7 por ciento. La pobreza bajaría mucho menos.
EN EL COLMO DE LA ABERRACION, entre los componentes del ingreso de los hogares, ingreso que deben gastar al 100 por ciento en alimentos para no ser pobres alimentarios, se incluye un rubro llamado renta imputada de la vivienda propia (RIVP). Este es un rubro virtual. Se obtiene preguntándole al entrevistado cuánto tendría que pagar de renta si tuviera que alquilar la vivienda en la que vive. Es legítimo, en general, considerar este rubro de ingresos. Sin embargo, no es legítimo incluirlo en un ingreso que ha de gastarse totalmente en alimentos. Por tanto, para fines de las líneas de pobreza alimentaria y de capacidades de la Sedeso (que incluye sólo alimentos, educación y salud) es necesario comparar las líneas de pobreza con un ingreso que no incluya la RIVP, puesto que del lado del gasto no está incluido el gasto en vivienda. Al hacerlo, la pobreza alimentaria en 2002 en lugar de afectar al 21.2 por ciento de la población (21.5 millones) afecta a 26.2 por ciento (26.5 millones) a nivel nacional. La de capacidades aumenta de 26.4 por ciento a 32.4 por ciento (de 26.8 millones a 32.9 millones). En el medio rural, también en 2002, las proporciones de afectados son de 42.6 por ciento y 48.6 por ciento y no de 36.3 por ciento y 42.4 por ciento.
AUNQUE EL PRESTIDIGITADOR saca no pobres del sombrero de la pobreza, el público revisa las cuentas de los que están adentro y constata que son más que los que el mago había aceptado [email protected]
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