Miles de partidos y 43 Series Mundiales, su trayectoria

Homenajean al Mago Septién por sus más de seis décadas de narrador

JAIME WHALEY

"Fui, fui", respondió, no sin falsa modestia, porque en él esa virtud no cabe, Pedro Septién, cronista deportivo de reconocida sapiencia -tanta que hasta le apodan Mago-, a los elogios que algunos aficionados de antaño vertían sobre él: "eres el único Mago, que lástima que ya no narras".

Muy atildado, como es su costumbre, con un traje que, según él, le costó 6 mil pesos, el también llamado Marqués de Querétaro recibió recientemente el reconocimiento de las autoridades de la delegación Gustavo A. Madero por sus poco más de seis décadas de narrador deportivo, carrera que comenzó después de egresar de una escuela comercial en su ciudad natal y por ser también vecino distinguido, pues lleva medio siglo de vivir en la colonia Lindavista.

El homenaje, atestiguado por varios cientos, lo mismo escuchas de sus fantásticas narraciones deportivas que niños y uno que otro joven que quizás ni lo conocía, fue, pues de otra forma seguramente no hubiera tenido validez, en el remozado estadio de beisbol del Deportivo Miguel Alemán.

Joel Ortega Cuevas, el delegado, rememoró las transmisiones radiales del Mago desde el derruido parque del Seguro Social, alabó su modulada voz y reconoció la prodigiosa memoria del veterano locutor, en tanto que los niños beisbolistas de la delegación le entregaron una placa conmemorativa.

Atendiendo a demandas de autógrafos -lo mismo en un pedazo de papel que en gorras, manoplas y camisetas- y a súplicas de "una foto nada más", el cronista, luego de la ceremonia, se montó en la aeronave de su imaginación y se puso a volar, hizo las delicias de quienes lo escucharon casi estupefactos y es que un mago sin fantasía simplemente no es mago.

Anécdotas las hay por millares que involucran al festejado. El recordó unas y a la memoria vinieron otras. Se vanaglorió de los 6 mil 500 juegos de beisbol que lleva narrados. Dijo que fueron 43 las Series Mundiales que transmitió y que una vez confundió a una computadora en Estados Unidos. En la tribuna puso en jaque a un hombre que se dijo conocedor de beisbol cuando lo interrogó si se sabía la diferencia entre interferencia y obstrucción, algo que, dijo, ni los mánagers reconocen muchas veces. "Ahí te lo dejo de tarea, chamaco", fue su encomienda.

Saber llenar impasses, uno de los secretos

Reconoció que uno de los secretos de la crónica deportiva es el estudio para saber llenar los impasses que se dan en la radio y que eso lo hizo diferente a otros colegas, como Paco Malgesto, Fernando Marcos, el Bachiller Gálvez y Fuentes o Arturo de Córdova, el día que Enrique Contel, entonces gerente de la XEQ, les hizo a todos una prueba de locución en el teatro Alameda, en la década de los años 40. "Ellos tuvieron que leer", dijo con aire de suficiencia.

Y precisamente en la misma radiodifusora, que estaba a la vuelta del teatro, en Marroquí 11, el Mago vivió una de sus hazañas, pero a la vez una de sus grandes vergüenzas. Cuenta la leyenda que narraba un partido de los Yanquis de Nueva York, supuestamente desde el mismísimo Yankee Stadium, en la Urbe de Hierro. Para ambientar el relato invitó a la cabina a Fernando Campos Fray Kempis, el cronista del Novedades, quien hablaba buen inglés y tenía la encomienda de gritar de vez en cuando peanuts, peanuts, hot dogs, como si fuese un vendedor del estadio, mas por ahí de la quinta entrada el teatrito se cayó cuando el Mago con entusiasmo anunciaba al aire "y estamos aquí junto al legendario mánager de los Yanquis, Casey Stengel. Hello Mister Stengel"..., pero para su sorpresa el fraile le respondió con su vocecita tipluda: "hola, Mago, qué tal".

Ya antes, ahí en la tribuna del bien cuidado parque, había hablado de su tronco familiar, que incluye a personajes tales como Carlos Septién García (periodista); Rafael Septién, ex jugador de los Vaqueros de Dallas; Concepción de la Llata, la tristemente célebre Madre Conchita, involucrada en el asesinato de Alvaro Obregón, y se dijo tío de Diego Fernández de Cevallos. "No hay Septién que sea pendejo", aclaró ufano.