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México D.F. Sábado 5 de julio de 2003
VICENTE FOX Y LA MUJER DEL CESAR
Ante
las gravísimas acusaciones según las cuales el dinero de
Amigos de Fox habría ido a parar, antes que nada, a los bolsillos
de Lino Korrodi y de su socia, amiga y prestanombres, Carlota Robinson,
y después a las empresas de la familia Fox, no ponemos en duda la
honestidad del Presidente.
No corresponde a los acusados demostrar su inocencia,
sino a los acusadores probar lo bien fundado de sus denuncias, y mientras
no se compruebe lo contrario, sobre un Fox presumiblemente inocente no
pesa sino la obligación ética y moral de hacer que este nuevo
caso salga a plena luz lo antes posible. En efecto, para mantener el prestigio
del Poder Ejecutivo y la credibilidad (muy maltrecha) de las instituciones,
es necesario que ante todos sea evidente la honestidad presidencial, así
como la percepción sobre ésta. Porque a la grave acusación
de recibir dinero del extranjero en forma ilegal e inmoral, para disputar
la Presidencia de México, se une ahora la gravísima denuncia
de que ese dinero fue utilizado para fines privados no electorales o se
transformó en defraudación por el hombre de confianza del
presidente en el grupo Amigos de Fox. A la posible estafa política
al país se agrega entonces una estafa a los estafadores que, aunque
sólo involucre a Korrodi, debilita moral y políticamente
a quien lo patrocinó y le dio responsabilidades, y por eso sale
salpicado por la caída de lo que los franceses llaman eufemísticamente
pot de roses (florero con rosas) para referirse a los asuntos públicos
turbios y malolientes.
Es de desear, por México, por la Presidencia de
la República y por el mismo Vicente Fox, que la magnitud que va
adquiriendo el escándalo de Amigos de Fox (presunta injerencia extranjera,
presunto financiamiento por la mafia cubana de Miami, malabarismo con los
dineros recibidos) no siga creciendo a tres años de las próximas
elecciones presidenciales, porque una Presidencia desprestigiada y débil,
en el terreno nacional y ante el extranjero, abriría el paso a una
grave tensión en el país. Se impone pues una investigación
a fondo, imparcial y exhaustiva, que compruebe sin lugar a dudas que el
Presidente es ajeno a toda posible acción ilegal y, en ese caso,
verifique o rechace la veracidad de los documentos que se presentan en
su contra o, en caso opuesto, permita una vía legal e institucional
para resolver la grave crisis política que se plantearía.
Si según la Secretaría de Gobernación
58 por ciento de los participantes en una encuesta realizada por la misma
declaró estar inconforme con la democracia tal como se practica
hoy en nuestro país, y la principal preocupación ante los
comicios del domingo es el grado de abstencionismo, hay que considerar
los efectos devastadores que podrían tener las dudas sobre el caso
que hoy se descubre o, peor aún, un tratamiento torpe de esta denuncia
alegando que la misma responde sólo a intereses electorales, sin
comprender que aunque ese alegato pudiese contener algo de verdad, la figura
presidencial ha sufrido ya un grave daño que se debe reparar.
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