Silvia Gómez Tagle

Otro 6 de julio

Quince años han transcurrido desde aquel histórico 6 de julio en el que por primera vez el Revolucionario Institucional vio peligrar su hegemonía en la elección presidencial. ƑAdónde hemos llegado en estos quince años? Antes era fácil ponerse de acuerdo porque la verticalidad en la conducción política daba al Presidente de la República la posibilidad de decidir muchas cosas por encima de su partido y del Congreso. A veces, sin embargo, esas fuerzas políticas marginales eran capaces de encontrarse con los movimientos sociales y desatar grandes movilizaciones que cimbraban a todo el sistema, por eso el modelo de democracia controlada, que tenía el evidente propósito de impedir el crecimiento de la oposición, fracasó con las elecciones de 1988. De ahí en adelante el gobierno se vio obligado a abrir paulatinamente el sistema electoral hasta llegar a una reforma de fondo que dio autonomía al Instituto Federal Electoral (IFE) y colocó las controversias electorales bajo la autoridad del Poder Judicial, en vez de recurrir al método que prevalecía: la autocalificación, que estaba en manos del Congreso.

La elección del domingo pasado es la primera que nos permite hablar de plena normalidad democrática, no porque sea perfecta, sino porque se han consolidado las instituciones y las normas que dan certidumbre y confiabilidad al proceso. No obstante, todavía hay muchos problemas importantes que no han sido resueltos: el financiamiento de los partidos es uno de los principales, y le siguen el desvío de recursos de Pemex a la campaña de Francisco Labastida, así como el origen irregular de los recursos de los Amigos de Fox en la campaña de 2000, los cuales ponen en evidencia la fragilidad de nuestra democracia porque demuestran que los partidos no tienen principios éticos, que su discurso es falso y que las instituciones no imparten justicia y en cambio permiten que los responsables gocen de impunidad.

Los partidos nuevos representan otro problema pendiente porque los aspirantes a participar en la contienda electoral, que en ese momento cumplen con ciertos requisitos, reciben recursos del Estado, pero cuando desaparecen, al no alcanzar el mínimo de la votación nacional, no existen mecanismos para exigir a sus dirigentes que rindan cuentas del uso que dieron a esos recursos. En las pasadas elecciones fueron 11 los partidos que se presentaron en la contienda, de los cuales desaparecieron cuatro y sólo México Posible se mantuvo con una diputación plurinominal en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal.

El lado positivo es que en los quince años transcurridos desde 1988 se ha consolidado un sistema plural con tres grandes partidos, PAN, PRI y PRD, y tres partidos menores, que ya habían participado en otras elecciones, PVEM, PT y Con-vergencia. ƑCuántos partidos nuevos deben permitirse en el futuro y bajo qué condiciones?

El costo y los estilos de campaña son otro gran tema, porque en la que concluyó se gastaron cientos de millones de pesos en uso de medios de comunicación, lo cual plantea un dilema. Por un lado, resulta un dispendio ilimitado de los recursos públicos que reciben los partidos para comprar espacio en los medios; y, por el otro, sin financiamiento público se incrementa el riesgo de que los candidatos se comprometan con intereses privados al recibir recursos para la compra de publicidad (que también son negocios privados). ƑSerá que en un futuro deberá prohibirse la publicidad política, mientras el IFE tendrá a su cargo promover debates y programas de análisis que obliguen a los partidos a exponer sus puntos de vista de manera seria?

La consolidación de las instituciones electorales es el resultado más positivo de estas elecciones; el poco interés de los ciudadanos por sufragar es el aspecto más negativo. Si hace tres años el "voto útil" sacó al PRI de Los Pinos, hoy el abstencionismo dio el triunfo al tricolor en la mayoría de los distritos.

La coincidencia de elecciones federales y locales también fue un factor que contaminó el resultado electoral federal con la polarización PAN-PRI, favoreciendo en cuatro entidades a este último. El PRD casi duplicará el número de diputados, pero no logró extender su influencia en más de la mitad de las entidades del país, ni aumentar su porcentaje de votos. Acción Nacional, en cambio, resultó el gran perdedor: disminuyeron sus votos y tendrá una bancada muy disminuida en relación con las elecciones de 2000. El presidente Fox ahora se verá más necesitado que antes de lograr acuerdos con todos los partidos para gobernar.

Con todo, al evaluar nuestra democracia, yo, que soy irremediablemente optimista, veo el vaso medio lleno, a pesar de que hay muchos analistas que lo ven medio vacío. Sin duda es mejor una democracia con defectos que una buena dictadura o un sistema autoritario como el que prevaleció en México a lo largo de más de 70 años. Pero si apostamos al futuro de la democracia, es indudable que hay que fortalecer y hacer más eficientes a las instituciones, generar condiciones más equitativas para la competencia, y sobre todo se requiere una gran voluntad política de los legisladores recién electos para promover acuerdos, ya que ningún partido tendrá por sí sólo la mayoría en la Cámara de Diputados.