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México D.F. Domingo 13 de julio de 2003
Guillermo Almeyra
ƑDónde se refugia ahora la política?
Las elecciones legislativas y para gobernador realizadas el domingo pasado confirmaron lo que era evidente. No solamente seis de cada 10 inscritos en el padrón electoral no votaron sino que también casi 3 por ciento se molestó en ejercer su derecho al voto pero para anular su papeleta (esta cifra es de lejos superior a los sufragios obtenidos por algunos de los partidos que, pese a gastar enormes sumas, perdieron su registro). El Partido Revolucionario Institucional (PRI), aparente vencedor, tiene sólo los votos de 17 de cada 100 ciudadanos, y el Partido de la Revolución Democrática (que duplicó sus diputados) apenas tiene los de 7; además, como demuestra contundentemente Octavio Rodríguez Araujo, el PRI perdió con respecto a las elecciones de 1997 más de 5 millones de votos, y el PRD casi 3 millones, mientras el Partido Acción Nacional (PAN) apenas mantuvo los votos de 1997 y perdió la mitad de los de 2000.
Es evidente que la mayoría de los mexicanos no sólo no es atraída por la política del gobierno (o la repudia) sino que tampoco espera nada de los partidos. La explicación, en parte, está en el autismo de las direcciones partidarias, que son incapaces de entender cuáles son los problemas reales y qué piensa la gente común y la ofenden con campañas costosas y vacías, más adecuadas para la venta de jabones de baño. Pero la cosa va más allá porque, en ese periodo, se produjo la rebelión de Atenco, 100 mil campesinos inundaron las calles de la capital mientras otras decenas de miles manifestaban en todas las ciudades o cortaban rutas, ocupaban casetas de peaje, bloqueaban aduanas y los indígenas de todo el país pasaron a tomar medidas de poder, hartos ya de ser ignorados en las instancias legales (incluso la Suprema Corte refrendó la ley antindígena aprobada por el Congreso y rechazada en varios estados y por todos los pueblos indígenas). No hay pues una despolitización detrás del no voto sino una politización que no alcanza a organizarse y centralizarse para dar una salida propia; no hay sólo una crisis de los representantes sino un repudio a la representación, a la delegación de mandatos y poderes, una hambre de democracia directa, la cual se ejerce, deformadamente, en los movimientos sociales y en las comunidades indígenas.
Aunque habría que ver quiénes se abstuvieron que antes votaban, dónde hubo una mayor abstención juvenil y qué sectores votaron, para tener datos más finos, lo evidente es que sólo una parte del no voto, como en otras ocasiones, expresa ignorancia y desinterés político. Otra parte, muy importante, revela en cambio otro tipo de politización que el que consiste en elegir un partido entre un abanico de organizaciones que se empeñan en ser lo más similares que les resulte posible, al extremo de que un priísta puede pasar a ser candidato del PRD sin problema alguno y los tronados por este partido pueden ir a buscar trabajo en otras pequeñas agrupaciones.
Si seis de cada 10 ciudadanos en condiciones de votar no lo hicieron, las movilizaciones sociales abarcaron enteros grupos, colectividades, gremios, que "votaron" contra el TLCAN o la política neoliberal del gobierno (o sea, contra el PRI y el PAN, responsables de ambos, y contra el PRD, que no ofrece alternativa). En el vacío político resultante de que la mayoría del país no cree en las instituciones, al extremo de no buscar influirlas o renovarlas mediante el voto, la concentración de la política en los movimientos sociales y en el territorio plantea de hecho otro tipo de acción política que el que pasará en 2006 por la campaña presidencial.
Soluciones hoy, hoy, hoy, ya, ya, ya, a los problemas sociales en la vía de una extensión de la democracia y de la construcción de otro proyecto de país: eso es el fondo de un repudio que de pasivo no tiene nada, porque es un repudio a una representación que muy pocos aceptan pues excluye la decisión y la participación de la gente común. Si tenemos en cuenta que la recesión estadunidense y mundial continúa, que Estados Unidos hará bajar el precio del petróleo mandando al mercado más hidrocarburos iraquíes e invadiendo Irán con el mismo fin, dando un serio golpe a la economía mexicana, si vemos que la crisis de los partidos con relación a los electores dará como resultado una crisis interna en los propios partidos, es evidente que la vía del "voto" mediante los movimientos sociales será mucho más concurrida que el sendero que lleva a reforzar los partidos.
Hay que ver, pues, lo que pasa, lo que se cuece "abajo", no lo que dicen los apparatchiks de la nomenklatura de los partidos, muy preocupados por sus dietas parlamentarias (o, mejor dicho, por su dieta cotidiana). La tremenda separación hoy existente entre la sociedad real y la sociedad política (el aparato estatal incluye los partidos, fuertemente financiados por el fisco) tenderá a ampliarse, bajo el impulso de la situación mundial y de la pésima marcha de la economía. Los pobres escamoteados por las estadísticas existen y se cargan de rabia. Los partidos, como la orquesta del Titanic, siguen en cambio con sus melodías que nadie escucha... [email protected]
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