México D.F. Domingo 13 de julio de 2003
El número de asistentes a la fiesta tecno
fue menor a la del año pasado
Más de 500 mil jóvenes revolucionaron
Berlín en la edición 15 del Love Parade
DPA
Berlin, 12 de julio. El Love Parade, la mayor fiesta
tecno del mundo, volvió hoy a revolucionar Berlín.
El desfile del amor, que este año celebró su decimoquinta
edición, congregó nuevamente en la capital alemana a cientos
de miles de fans de la música electrónica, en lo que
ya se ha instituido como todo un carnaval veraniego.
La macrofiesta, que en sus tiempos de auge a finales de
los años 90 llegó a atraer a un millón y medio de
personas, contó esta vez según los organizadores con algo
más de 500 mil asistentes, una cifra ligeramente inferior a la de
la edición anterior. En las semanas recientes había surgido
el temor de que la cifra de participantes cayera drásticamente.
Sin embargo, Berlín bailó con imágenes
similares a las de todos los años. Un núcleo duro parece
no estar dispuesto a darle la espalda al acto, que para muchos se ha convertido
en el más esperado de todo el año. Además, el Love
Parade, al que siguen fiestas en más de un centenar de clubes de
la ciudad, parece atraer también a un público de una edad
media cada vez más baja.
Ni el sol, ni la lluvia...
Como ya es costumbre, a las 14 horas locales, unos 30
camiones cargados de potentes altavoces, con bailarines y diyéis
propios, partieron desde la Puerta de Brandeburgo y diferentes lugares
del Tiergarten, el principal parque de la ciudad, haciendo bailar a un
inmenso mar de multitudes con el "bum, bum, bum" de la música tecno.
Entre
el público, todos los colores de pelo y ropa, cuanto más
llamativa y más ligera, mejor. Mucha carne al descubierto y mucho
cuerpo pintado. Entre las chicas, la parte de arriba del bikini y los tops
estrechos forman parte del uniforme. Entre los hombres se podía
ver muchos simplemente con pantalón corto o incluso sólo
con tanga.
El silbato fue un elemento imprescindible para seguir
el ritmo de la música y hacer subir todavía más el
nivel de decibelios. El entusiasmo y el aguante de los ravers fue
enorme. Varias horas después de iniciado el desfile, el sol radiante
se apartó, dio la espalda a la fiesta y un cielo encapotado amenazaba
con calmar los ánimos.
Es más, comenzó a caer una intermitente
y molesta lluvia, pero esto no fue motivo para poner fin a la fiesta. Al
contrario, los cuerpos recalentados se refrescaron y los bailes y cánticos
siguieron con más vigor y entusiasmo que antes.
Entre los principales protagonistas de la fiesta, los
diyéis, se podían encontrar algunos de Dinamarca, Italia,
Holanda y España, además de, por supuesto, Alemania, entre
otros países. En la lista aparecen maestros del house y la
música electrónica, como Roger Sánchez, Paul van Dyk,
Westbam o el mallorquín DJ Sammy, todo un asiduo del desfile berlinés.
Por primera vez, la zona de baile, con seguridad la mayor
del mundo, estuvo rodeada de un vallado metálico de 4.6 kilómetros
de largo. Los motivos son dos: reducir la basura en el pulmón verde
berlinés y mantener a los vendedores ambulantes alejados del lugar.
Riesgos y negocios
Este año, el tradicional desfile bajo el lema Love
rules (El amor manda) estuvo a punto de ser cancelado por falta de
fondos. En 2001, las autoridades retiraron el apoyo al Love Parade calificándolo
de manifestación política, lo que obligó a los organizadores
a hacerse cargo de los gastos de recogida de basura, por un importe de
1.5 millones de euros (1.7 millones de dólares).
Además, las compañías discográficas,
azotadas por las caídas en las ventas, invierten cada vez menos
dinero para promocionarse durante el acto fundado tras la caída
del Muro de Berlín por el alemán Matthias Roeingh, un diyéi
que se hace llamar Dr. Motte.
Finalmente, la fiesta, que ha sido exportada también
a urbes como Tel Aviv o México, se salvó gracias a la Berliner
Messe Ag., operadora del palacio ferial de la capital alemana, que se mostró
dispuesta a aportar una tercera parte de los gastos a cambio de ser el
proveedor gastronómico oficial y colocar puestos de venta a lo largo
del desfile. La valla, pues, trata de apartarle la competencia.
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