México D.F. Domingo 13 de julio de 2003
Bailarines de la UNAM atribuyen ese hecho a
la ignorancia de los funcionarios
''La danza, el arte menos favorecido''
Destacan las aportaciones de su compañía
en cuanto a coreografías y ejecutantes
CRISTINA MARTIN URZAIS
Debido a que no hay bailarines entre quienes ocupan los
altos cargos en las instituciones culturales, la danza carece de representantes
que conozcan las necesidades y carencias de esta disciplina, y por ello
es la menos favorecida de las artes, coinciden Mireya Rodríguez
y Angel Mayrén, bailarines del Taller Coreográfico de la
UNAM.
Mireya y Angel, bailarines neoclásicos, comparten
el escenario y la vida. Aseguran que todo el quehacer artístico
se ha visto afectado porque ''el gobierno piensa que la cultura no deja
dinero'', y resaltan la carencia de promotores de danza para que se reconozca
la calidad de las coreografías y los ejecutantes mexicanos.
Y mencionan que, por ejemplo, muy pocos saben que la compañía
universitaria exporta coreografías, y que el Jeoffrey Ballet "se
llevó" al bailarín mexicano Domingo Rubio, a quien la revista
Dance
Magazine, en la que aparecen las grandes figuras de la danza mundial,
le dedicó su portada.
Mireya
Rodríguez expone que la falta de promoción afecta a las compañías
independientes. ''Hay muchos grupos maravillosos que se presentan en la
sala Miguel Covarrubias, que actúan casi sin público".
Tras valorar las ventajas de pertenecer compañía
con apoyo institucional, y tener contrato, salario y fondo de retiro, advierte
que conseguirlo no es fácil. ''Actualmente se hacen audiciones,
pero hubo un tiempo en que para entrar al Taller Coreográfico, por
ejemplo, había que esperar a que alguno de los bailarines se fuera,
lo que no sucedía con frecuencia, y existía la figura de
los aprendices'', recuerda Mireya.
A los aprendices -dice Angel, quien se inició en
el Taller, en 1994, en esa calidad- nos pagaban por función, pero
ya no existen. Y refiere que en diciembre hubo una audición para
bailarines varones. Se presentaron 15 aspirantes y se quedaron dos.
Comenta que si bien el Taller Coreográfico es el
grupo de difusión cultural con mayor presupuesto de la UNAM, se
ha visto obligado a desarrollar mecanismos para ahorrar, como la reutilización
de vestuarios y telones, algunos de los cuales son de artistas plásticos
tan reconocidos como Luis Nishisawa.
Al respecto, Mireya, quien anteriormente formó
parte de la Compañía Nacional de Danza y del Ballet de Monterrey,
explica que el Taller Coreográfico está integrado por 21
bailarines y que algunas de las coreografías que presenta son exactamente
para 21 personas, mientras hay compañías que cuentan con
dos elencos y si alguien se lastima o se ausenta, hay suplentes.
La integrante del Taller Coreográfico desde 1995
asegura que, lejos de afectar la calidad de sus presentaciones, eso los
ha llevado a conseguir una mejor comunicación entre los miembros
de la agrupación.
En ese sentido, Angel asegura que ésta es una de
las compañías que más baila, ya que durante dos meses
tiene funciones todos los viernes y tres meses más con presentaciones
dos veces a la semana.
Explican que 60 o 70 por ciento del repertorio está
hecho para mujeres, debido al prejuicio que hubo hacia los hombres bailarines.
Al tocar el tema de la formación académica,
sostienen que los bailarines carecen de una infancia y adolescencia como
las de otros niños.
Mireya Rodríguez, por su parte, indica que las
presiones empiezan desde el momento de la selección, "puedes ser
un maravilloso artista, pero te miden hasta los dedos de los pies, te jalan
las piernas hasta la nariz y si te llega hasta tal punto puedes entrar
y si no, adiós''.
Expresa que a las bailarinas se les considera profesionales
desde los ocho o nueve años, y se les trata como tales. Y al final,
después de todo, agrega, te encuentras con que no puedes entrar
a una compañía porque no cumples las condiciones de estatura,
o de tamaño o de características físicas.
Respecto de esto último, Angel Mayrén habla
de las limitaciones que imponen en la danza clásica, no por la calidad
del bailarín, sino por sus características físicas.
"El ballet clásico está hecho por rusos, por franceses, entonces
es europeo y las características de los príncipes europeos
son totalmente diferentes a las de nosotros, la complexión, el cuello.
En México, la fusión racial nos ha hecho de mil colores y
de mil formas".
Subraya que todo ello tiene que ver con el asunto de los
prototipos, porque no se puede pretender tener una compañía
con cuerpos sajones en México, "puedes luchar por bailar como ellos,
pero tus características físicas, no las puedes cambiar".
Se considera afortunado porque en el Ballet de la Ciudad
de México "tuve mucha suerte de hacer papeles clásicos, porque
era una compañía pequeña".
Angel bromea cuando señala que es el único
bailarín clásico mexicano con sus características:
"¿Que soy? Afromixteco. Ya nos pusieron nombre, porque con los recientes
estudios que se han hecho en la parte de Pinotepa Nacional, Oaxaca, ya
nos pusieron nombre, somos afromixtecos, la mezcla del mixe, que es el
habitante de la sierra cercana a Pinotepa, con el negro que huía
de las haciendas y se iba a esconder a esa zona".
De regreso al asunto de la formación académica,
recuerda que algunos maestros "te despedazan", porque siempre están
haciendo comparaciones. "Eso te devalúa muchísimo, porque
en la carrera, como estudiante, todo el tiempo se están metiendo
con tu persona. Otro elemento muy importante en nuestra carrera es el espejo.
Todo el tiempo estamos viéndonos en el espejo. Todo el tiempo tu
seguridad está en función de cómo te ves físicamente,
y como son tantos años, llega un momento en que te haces dependiente
de tu figura".
Mireya abunda en ese tema: ''todo es tan emocional y te
va degradando como persona. La inseguridad es terrible. Eso te devalúa
y afecta la calidad de tu trabajo, bailas con pesar y con pena, como pidiendo
perdón por bailar gorda. Eso se da muchísimo en la danza''.
Mireya y Angel decidieron estudiar otra carrera paralela,
porque encuentran muy limitadas las posibilidades de vivir de la danza
una vez que pase su tiempo como ejecutantes: "La danza es tan adictiva
que es muy difícil dejarla y se te van pasando los años y
la vida", dice ella. "Lo triste es qué haces cuando dejas de bailar,
porque dejas tu vida en el escenario", reflexiona él.
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