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México D.F. Martes 22 de julio de 2003
ASTILLERO
Julio Hernández López
Marineritos
Marta y el mar
El Gran Timo(nel)
Aguas de Bruselas
LA GUARDIAMARINA Martita (rango que otorga la Heroica
Escuela Naval Militar a quienes terminan sus estudios y se integran a la
oficialidad de la secretaría del ramo) elogió ayer al Gran
Timonel mexicano, el marinerito Vicente, en quien mucho debemos confiar,
porque habrá de llevarnos "a puerto seguro". Desinteresadas palabras
de la guardiamarina, o primera maestre que en 2006 quiere ser almirante
(sin pasar por teniente de corbeta, de fragata y de navío, y luego
capitana de cada uno de esos mismos grados, y más delante contralmirante
y vicealmirante) y que ayer aprovechó nuevamente la ceremonia de
premiación del concurso de pintura infantil El niño y
el mar para hacer alegorías anfibias tan emocionadas que comenzó
hablando de olas y maremotos y terminó hablando de cómo "sortear
las grandes olas, los grandes terremotos". Mar que no la marea, aguas que
no la engañan con sirenas futuristas: sólo chispeaban sus
ojos pícaros cuando los chicos de la prensa le preguntaban si ya
está en campaña por la Presidencia de la República,
luego de unas cuantas semanas de guardarse de los micrófonos y los
reflectores. Pero ella, abnegada y heroica, no sabe qué contestar,
pues sólo sabe que trabaja por los niños, que son su pasión,
y por México, que es su obsesión. ¡Alegraos, columnistas
y moneros: la señora Marta está de vuelta a plenitud, ya
no sólo mediante sesudísimos análisis electorales
en forma de artículos!
MENOS
INDEMNE ANTE los males del vértigo resultó la otra marinerita
que se ha hecho a la mar, la profesora en ciencias y en anudaciones náuticas
Elba Esther Gordillo, quien ayer sólo sabía que no sabía
nada cuando la entrevistaban sobre decisiones políticas inmediatas.
Ante los micrófonos radiofónicos de Joaquín López
Dóriga no tenía claro cómo se elegiría al presidente
de la mesa directiva de la próxima cámara de diputados, si
por votación o por consenso, aunque sí deslizaba que si no
había acuerdos, ella como coordinadora de la fracción mayoritaria
habría de contestar el próximo informe del Amigo Vicente.
Patinaría además respecto a la posibilidad de que Manlio
Fabio Beltrones, el nuevo demócrata, fuese el elegido, sobre todo
porque no querría hacer que se pensara que había habido un
arreglo en lo oscurito para que así el sonorense la ayudara
a legitimarse en la más reciente de sus chambas. Tampoco
atinaba a precisar la fecha en que dejará la secretaría general
del comité nacional priísta. ¡Vaya, ni siquiera sabía
si renunciará a tal cargo!
MUY SABIHONDOS, EN cambio, algunos diputados y
políticos le reviraron ayer mismo al hermano de Raúl Salinas
de Gortari, que en entrevista con The New York Times acababa de
decir que no anda buscando cargo político alguno. Según esos
especuladores profesionales, el jefe Carlos sí anda tras hueso futuro,
pero no para él, sino para su candidato ya no tan encubierto, el
nunca suficientemente bien apreciado Jorge Castañeda, héroe
de esta columna siempre atenta a sus andanzas. Los husmeadores de pistas
con calvicie aseguran que el punto de referencia para entender el retorno
del salinismo está en una cena que esta sección se permitió
develar el martes 14 de mayo del año pasado, a unas horas de celebrada.
Así decía el Astillero de aquella fecha: "Jorge G. Castañeda
ha vuelto a reunirse con Carlos Salinas de Gortari. Lo hizo anoche cordialmente
en Bruselas, donde cenó y conversó durante más de
dos horas con el ex presidente mexicano en el restaurante Lola (caro y
de moda), ubicado en la exclusiva Plaza Sablón de la capital belga.
Según reportes de comensales y turistas que los vieron y saludaron,
ambos personajes platicaron animadamente, y luego de consumir una botella
de buen vino francés fueron los últimos en dejar el establecimiento.
A la salida, abordaron juntos un Mercedes Benz negro, con chofer y sin
guardaespaldas a la vista. Castañeda llevaba un saco informal, con
estampado a cuadros, y Salinas un traje gris oscuro". En esa misma entrega
se hablaba de que los puntos de la agenda de los dos ingeniosos políticos
podrían ser "tejer acuerdos políticos que le den al foxismo
mayoría legislativa en San Lázaro, aun a pesar de las precariedades
del PAN" y "generar proyectos que acerquen aún más al foxismo
con el priísmo y, en especial, con la vertiente privilegiada del
madracismo, apoyado por Salinas de Gortari".
EL SIEMPRE VERAZ Castañeda respondió
con exactitud científica: no había sido propiamente una cena,
sino un encuentro casual, pues el entonces canciller había ido a
"cenar con unos amigos (...) y, en efecto, me encontré a este señor
ahí; platicamos largo, un ratito, media hora, 45 minutos..." Más
delante calificó ese episodio como "una gran banalidad". ¿De
qué platicaron?, indagó un reportero, y el gran Jorge respondió:
"Eso no se los voy a contar. De muchas cosas. De todo. De Cuba, de México.
De todo, platicamos de todo". El presunto jefe de Castañeda, el
marinero Fox, también le entró al juego de las exculpaciones
y dijo que la famosa cena sólo había sido una casualidad,
sin encargo político alguno.
ASTILLAS:SERA NECESARIO organizar un comité
ciudadano de recepción y desagravio para los mexicanos que, falsamente
acusados de quién sabe cuántas transas, tuvieron que
pasar largo tiempo en el extranjero, mal pasándose y sobreviviendo
con unos cuantos centavos. Allí están los casos del empresario
David Peñaloza, de los ejecutivos de Pemex e inclusive del ex presidente
al que ahora cada vez más gente admira y quiere. No bastará
con decirles el clásico "usted perdone". Merecerían un homenaje
nacional... Cuando llegan al poder, los políticos consideran bueno
lo que desde la oposición les parecía malo. Allí está
el caso del quisquilloso Felipe Calderón Hinojosa, a quien no parece
impropio beneficiarse de un crédito hipotecario de 3 millones de
pesos solamente por ser director del mismo banco emitente, Banobras. Según
el ex presidente nacional del PAN, nada hay de ilegalidad en ese movimiento,
como, siguiendo con su linea de razonamiento, nada hay de malo en las jubilaciones
tempranas que se adjudicaron José Angel Gurría y otros priístas
a su paso por oficinas públicas que dirigieron.
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