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México D.F. Martes 22 de julio de 2003
El cantaor comenzó con flamenco, siguió
con jazz y concluyó con temas de su nuevo cidí
Diego Jiménez Salazar El Cigala rindió
homenaje al bolero en el Afrocaribeño
Interpretó Veinte años, Lágrimas
negras y La bienpagá, puente entre lo negro y lo gitano
MARIANA NORANDI ESPECIAL
Veracruz, 21 de julio. Diego Jiménez Salazar,
rebautizado por la gran leyenda del cante flamenco, Camarón de
la Isla, como Dieguito El Cigala, se presentó este domingo
en el Puerto de Veracruz en el Festival Internacional Afrocaribeño.
Acompañado de la trompeta del jazzista Jerry González, la
guitarra de Diego Moreno Morao, el cajón de Ramón
Suárez, el contrabajo de Javier Colina y la actuación especial
del pianista Osmany Paredes, El Cigala presentó su quinta
producción discográfica titulada Lágrimas negras,
donde incursiona y rinde homenaje al bolero junto al pianista cubano Bebo
Valdés.
A
sus 34 años y con una vocación que nace desde el vientre
de su madre cuando escuchaba a su padre el cantaor José Córdoba
y a su tío, el gran Rafael Farina, Diego ha logrado un indiscutible
e importante lugar en la historia contemporánea del flamenco. Arriesgado
e innovador, hace de su cante un instrumento del alma, donde bulerías,
soleás, tangos y alegrías liberan su dolor atrapado. Le canta
a la vida encendida, a amores de fuego y a paisajes de España con
una voz desgarrada, sin estribos. Sin despegarse de la raíz flamenca,
alza su orgullo gitano, libre y nómada, descubriendo en otros ritmos
aliados de con quien emparentarse.
El concierto que ofreció este domingo tuvo tres
partes: la primera, la más flamenca, en la que acompañado
de cajón y guitarra, y yendo por bulerías, bajó a
lo más hondo del cante, ese lugar donde la soledad interna del cantaor
se vuelve necesaria. El siguiente bloque lo protagonizó Jerry González,
que interpretó un repertorio jazzístico acompañado
de cajón peruano. En la última parte El Cigala presentó
su disco de boleros, con temas como Veinte años, Amar
y vivir, Lágrimas negras y la copla La bienpagá
construyendo ese viable puente de unión entre lo negro y lo gitano.
Se requiere llegar a un estado mágico para poder
trasmitir al público
Minutos antes de salir a escena, sentado a orillas del
puerto y vestido con un elegante traje gris y una camisa negra, recibe
a tres o cuatro representantes de los medios de comunicación. Aunque
con poco tiempo, contesta sereno y pausado cada una de las preguntas. "Cuando
salgo al escenario lo primero que me gusta es estar cómodo, que
me escuche bien, que exista armonía y, a partir de ahí, me
dejo llevar. Yo soy un cantaor de inspiración porque en el flamenco,
a diferencia de otros géneros, no se puede cantar si no es por inspiración;
hay que encontrar ese estado mágico en el que te encuentres tú
y, así, poderlo transmitir al público. Lo gitano y lo afrocaribeño
están muy allegados. Un guaguancó siempre está en
el aire como una bulería. Es música que nunca está
en tierra porque es del corazón".
Comentó que el puerto de Veracruz le recordaba
mucho al de Cádiz, que todavía no había tenido oportunidad
de conocer un fandango jarocho y que no le gusta que le comparen con el
de La Isla: "Camarón es irrepetible. De ésos
nace uno cada 150 años, si es que nace. Era muy bestial, tanto como
ser humano como cantando. Siento un gran respeto por José. Nos conocimos
y aprendí de él mucha sabiduría del cante. Por lo
general no hablaba, estaba toda la noche y no abría la boca, pero
cuando se decidía a hablar, hacía llorar las piedras. Ahora
está en el cielo con otros genios del flamenco y me imagino la que
tendrán liada allá arriba".
En cuanto a su encuentro con Chabela Vargas y Bebo
Valdés en Madrid, dijo: "El primer día que la conocí
en Calle 54, la invité a subir al escenario y cantamos Amar y
vivir, de Consuelo Velázquez. Fue una noche muy especial porque
tenía a mi izquierda a Bebo, con 84 años, y a mi derecha
a Chabela, con 85, y yo en medio, conociendo a ese pedazo de señora
con una humanidad que arrasa. Además, cuando canta no canta, habla
y expresa a los cuatro vientos. Para mí es una de esas cosas bonitas
que me está regalando la vida".
Tras 15 minutos, pidió retirarse para ir a ensayar
antes de cantar y, no pasó mucho tiempo, salir al escenario.
No fue uno de sus mejores conciertos, le faltó
algo de inspiración, concentración y más coordinación
con los músicos que lo acompañaban. Pero sí hubo mucha
improvisación, ese elemento esencial de la fiesta gitana.
Rescató la alegría y logró la comunicación
con el público veracruzano por medio del bolero. Transitó
por lo más puro del flamenco hasta lo más innovador de este
género, proceso en el que tomó una expresión musical
latinoamericana, como es el bolero, y la enriqueció con la profundidad
y fortaleza del flamenco. Encontró el punto exacto, en el que ambos
géneros se alimentan del compartir lejanas raíces comunes,
más allá de los límites geográficos o culturales.
Y, aunque en este concierto le faltó dejar un poco más de
alma en el escenario, esas ausencias no impidieron darnos cuenta que nos
encontramos ante uno de los grandes del cante.
Hoy el Festival Internacional Afrocaribeño presenta,
entre otros, el espectáculo México Negro, en el que
participarán, desde diversas regiones del Caribe mexicano, Danza
de Negritos, Diablos de Coyntes y Kin Tan Kaj.
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