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México D.F. Domingo 27 de julio de 2003

Los invasores, cada vez más crueles ante el mayor número de grupos de resistencia

El "nuevo Irak" y la "estabilidad global", sólo una ilusión de Washington y Londres

Las fuerzas desobedientes ya pusieron en jaque a la Autoridad Provisional de la Coalición

ROBERT FISK ENVIADO ESPECIAL

Bagdad. Los convoyes circularon por la carretera de Ammán a Bagdad toda la semana pasada, camiones rugiendo bajo el peso de cientos de toneladas de concreto, en bloques gigantes, y montañas de cemento. Comprendí lo que esto significaba: protección contra carros bomba.

Los vi con mucha frecuencia en Beirut, cuando los marines estadunidenses se vieron bajo fuego en 1983. Los "liberadores" de Beirut se habían convertido en los ocupadores, y ahora pasa lo mismo en Irak. Los "liberadores" se están volviendo agresivos: tiran puertas a puntapiés, le gritan a iraquíes desobedientes y disparan contra conductores que no se detienen en los puestos de control.

Cuando matan a la vieja dirigencia, a los hijos de Saddam, hacen desfilar sus cadáveres ante el público televisivo como cualquier otro régimen medioriental. Bienvenidos al "nuevo Irak", donde todavía falta colocar kilómetros de vallas de concreto como protección contra los coches bomba que estallarán.

En Al Ghoraib, al noroeste de Bagdad, una base estadunidense tiene un muro aún más simbólico. En una antigua fábrica soviética de vehículos de transporte militar, los estadunidenses han ensamblado 30 blindados rusos, oxidados pero sólidos, con los que han formado un semicírculo en torno de la entrada principal de la base.

Detrás de esta muralla, un vehículo de combate Bradley y un solo soldado en la torreta. Alguien escribió "prohibido el paso" en uno de los blindados rusos. Así, el fantasma del Pacto de Varsovia ahora protege a la única superpotencia del mundo de aquellos a los que "liberó".

La casa de Mosul que fue devastada por misiles y cohetes el pasado martes permanece como testimonio de que "triunfamos", como en Belgrado, lo mismo que el macabro espectáculo de los cuerpos de Uday y Qusay. Las autoridades estadunidenses, llenas de pruritos morales cuando se trata de mostrar imágenes de soldados de la "coalición" muertos, promovieron una suerte de pornografía barata. Uday, lleno de sangre; Qusay, barbado e irreconocible para la mayoría de los iraquíes.

No hay problema. Un embalsamador estadunidense lava la sangre y cose la cara de Uday, cerrando así una herida de bala que se explicó como "un golpe", mientras que a Qusay, con dos orificios detrás de la oreja, le dan la mejor afeitada posible para hacerlo más parecido al producto original. Y así se espera que los iraquíes se convenzan de que el "nuevo Irak" está a la vuelta de la esquina. El Baaz desapareció, sólo queda Saddam.

Todos nos dicen que este es el "momento decisivo", aunque el término favorito de algunos es "el punto álgido". "Es un gran día para el nuevo Irak", según Tony Blair. "Es un día histórico para el pueblo y el futuro de Irak", dijo el comandante estadunidense Ricardo Sánchez. "Cada día nos acercamos más a la estabilidad", agregó. A diario sus subordinados enfrentan lo que él llama "fuerzas desobedientes" para romper "el malvado y dictatorial yugo" de Saddam Hussein sobre el pueblo iraquí. Los "remanentes" de Saddam son lo único que se interpone entre Irak y el brillante futuro que le hemos asignado al país.

Nadie habla de los crecientes grupos de sunitas islamitas que se unen a la resistencia, hombres que no querían nada al horrible Saddam, ni se mencionan las redadas cada vez más brutales que ejecutan las tropas estadunidenses en Mosul, Tikrit y Fallujah.

Sánchez ahora habla descaradamente de un centro "podrido" dentro de la autoridad, debido a décadas del mal gobierno de Saddam, porque según él los ministerios no estaban en funcionamiento cuando llegaron los estadunidenses. Olvida los 158 edificios gubernamentales que fueron quemados y saqueados ante los ojos de sus tropas.

Por todos lados hay augurios del colapso. Los tanques y blindados estadunidenses custodian los bancos de Bagdad, detrás de barricadas de alambre de púas, acero y piedra. Los soldados patrullan las calles al estilo israelí; el vehículo de adelante y el de atrás del convoy están equipados con ametralladoras pesadas, para evitar que alguien se acerque. Lección uno: baja la velocidad y deja que pase el convoy. Lección dos: no te metas entre los vehículos del convoy, porque las minas en el camino normalmente explotan al paso del quinto y sexto vehículos. Los conductores civiles no tienen inmunidad.

Todas las estaciones policiacas están rodeadas por sacos de arena y alambre de púas, y de soldados estadunidenses que se asoman por los huecos de esas barricadas. Este es un ejército de ocupación, no de liberación, que ya está hundido en la maleza de una ideología creada por los siniestros amigos del secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, y que supuestamente ha creado una democracia, mientras Estados Unidos cambia el mapa de Medio Oriente compartiendo el negocio con Israel.

Con el calor abrumador de Bagdad, los soldados estadunidenses buscan comprensión. "Lo único que quiero es irme a casa", lamentó un soldado de la tercera división de infantería, con quien hablé la semana pasada. "Nunca creí que esto pasara. Le digo a mi esposa que todo está bien, pero entre nosotros siempre nos preguntamos quién será el próximo". Hace dos meses moría un soldado estadunidense a la semana, hace tres semanas era uno diario, y ahora son dos o tres al día.

Del fuego de francotiradores se pasó a los lanzagranadas, y ahora son granadas y rifles. También hay minas terrestres sofisticadas, hechas con varios morteros unidos y enterrados en las carreteras que los estadunidenses usan como vías de abastecimiento.

La Autoridad Provisional de la Coalición, nombre que apesta a disculpa por existir, presenta edictos como un emperador romano que se dirige a godos, visigodos y austrogodos a las puertas de la capital. Toneladas de alambre de navaja rodean hoy el palacio de mármol de Saddam, donde genios y asesores antiterror de Bremer ahora gobiernan Irak. La coalición -formada esencialmente por estadunidenses y británicos- parece menos provisional y menos autoridad, a medida que transcurren las semanas.

El consejo interino -los paralelismos entre "provisional" e "interino" son aún más dolorosos- no ha logrado aciertos. Sus 25 miembros, que representan a las poblaciones chiíta, sunita, kurda y laica (con lo que recuerda los muy equilibrados gobiernos de Chipre e Irlanda del Norte), ya son presa del más profundo cinismo.

El primer acto del consejo, que estuvo a cargo del acólito chiíta del Pentágono Ahmed Chalabi, fue declarar el 9 de abril como día de fiesta nacional, que marca la caída de Hussein. Al menos así se percibe en Occidente. Para los iraquíes, el nuevo día nacional conmemora el primer día de ocupación extranjera de su país.

En días previos a la guerra, miembros del partido Baaz afirmaron que lo primero que harían los invasores estadunidenses sería instalar una embajada israelí en Bagdad. Ahora Adnan Pachachi, ex ministro del Exterior sunita que pertenece al consejo, se ha reunido con el ex canciller israelí Shimon Peres en Roma, quien solicitó -sí, lo adivinaron- una embajada israelí en Bagdad.

El señor Pachachi consideró su deber condicionar esto a un repliegue israelí de los territorios palestinos ocupados en 1967, en acatamiento a la resolución 242 de la Organización de Naciones Unidas (ONU). No se le ocurrió pensar que Israel, a diferencia de Irak, no tiene que acatar las resoluciones del organismo internacional. En todo caso, el discurso sobre la embajada ya comenzó. Muchos iraquíes creen que el respaldo estadunidense a Pachachi y Chalabi aumentará.

La ilusión de estabilidad global se basa en todos los elementos anteriores. Ya llegaron los polacos, ya vienen los japoneses. Ruua Lubbers, el Alto Comisionado para los Refugiados, se aparece en Bagdad y anuncia que decenas de miles de refugiados volverán el próximo año. Hay 204 mil iraquíes en Irán, 300 mil en Jordania, 22 mil 200 en Arabia Saudita, 72 mil en Siria, 50 mil 900 en Alemania (sin mencionar a 200 mil solicitantes de asilo) y 38 mil 500 en Holanda. Alguien le pregunta a Lubbers si es seguro volver a Irak. "Bueno, nosotros estamos aquí", responde sonriente.

Pese a su actitud, los radios de la ONU transmiten estática y temor. Un convoy fue atacado en un camino de Hilla y murió un empleado iraquí de la ONU. Un coronel estadunidense dijo a periodistas que el episodio comprueba "lo bajo que han caído los remanentes" de Saddam.

En el centro de prensa de las autoridades de ocupación, en Bagdad, se reparten a periodistas boletines en los que se intercalan las buenas y las malas noticias. "Gran inauguración de la clínica pública de Al Saydia", "Soldado muerto en explosión", "Día nacional de vacunación", y a sólo dos centímetros de esta última noticia uno se da cuenta de la muerte de otros dos soldados estadunidenses. "Exitosa, la operación de la cuarta división de infantería", anuncia otro reporte.

Sólo se documentan los ataques fatales que sufren las tropas estadunidenses. Otras emboscadas contra los hombres y mujeres de estas fuerzas simplemente no existen.

¿La realidad? Sí, hay hombres buenos que sinceramente están tratando de ayudar a los iraquíes. Están funcionando muchas organizaciones no gubernamentales, ya abrieron todas las universidades y los iraquíes con pasaportes vencidos podrán volver al país. Nueve mil jóvenes iraquíes quieren unirse al nuevo ejército -hay que preguntarse qué tan escrupuloso será el proceso de selección. Inclusive se habla de una "milicia" iraquí, además del ejército. Lo que sea, cualquier cosa con tal de frenar los ataques contra las tropas estadunidenses.

Vienen las elecciones en Estados Unidos y en Gran Bretaña el señor Blair también necesita ayuda. Vamos a ponerle remedio a este asunto.

¿Qué fue lo que dijo la semana pasada Paul Wolfowitz, uno de los asesores de Donald Rumsfeld que más insistió en la guerra? "Algunas de las cosas que dimos por hechas resultaron falsas". Así es, definitivamente.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

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