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México D.F. Domingo 27 de julio de 2003
26 DE JULIO, MAS QUE EFEMERIDE, UNA ENSEÑANZA
Unos
cien jóvenes -en su mayoría trabajadores, obreros, campesinos,
con algunos estudiantes- hace 50 años se lanzaron a una tarea titánica:
tomar las armas para acabar con la dictadura, con la corrupción,
con la transformación de su país en un burdel y una base
de la mafia, y con la sumisión del gobierno a los intereses estadunidenses
que habían transformado a Cuba en una colonia. Su ideología
era la de José Martí, democrática, nacionalista. Algunos
de ellos eran católicos y ninguno era socialista, y en el manifiesto
con el que buscaban sublevar al pueblo cubano se apoyaban en Martí,
en el partido nacionalista radical de Antonio Guiteras (Joven Cuba) y en
el partido "ortodoxo" de Eduardo Chibás, no en el marxismo. Es más,
se levantaban contra la feroz y corrupta dictadura del sargento Batista,
que pocos años antes había sido apoyada por los comunistas
cubanos, y su mismo programa social estaba apenas esbozado.
Su intento de asalto al cuartel Moncada fue un tremendo
fracaso al cual pocos sobrevivieron. Pero esos pocos volvieron a intentar
la audaz aventura tres años después, desembarcando desastrosamente
en Cuba desde México e iniciando una guerra de guerrillas que les
llevó a imponer, en enero de 1959, un gobierno revolucionario, compuesto
por las más heterogéneas tendencias antidictatoriales. ¿En
qué fuerzas, además de su decisión y su valentía,
se apoyaron esos insurrectos mal armados? Antes que nada, en el repudio
a la dictadura, en el hambre de tierra de los campesinos, en la voluntad
de los cubanos de independizarse del imperialismo, en la ola de esperanza
mundial que había resultado de la derrota del nazifascismo y que
se expresaba en los movimientos de liberación nacional en todos
los continentes. Después, en la descomposición del Estado
que había caído en manos de mafiosos y gángsters,
carecía de consenso y se apoyaba sólo en la violencia. ¿Qué
transformó en socialistas a ese puñado de jóvenes
que no sólo no lo eran hasta entonces sino que, además, durante
la guerrilla, habían sido acusados de "aventureros" por la Unión
Soviética y por los partidos comunistas latinoamericanos?
La inmediata radicalización del proceso, o sea
la hostilidad de los sectores de la burguesía cubana más
ligados a la corrupción, la mafia y Estados Unidos, la reacción
feroz de éstos ante las estatizaciones de las grandes empresas y
las medidas sociales del nuevo gobierno, la misma fuga a la emigración
en Miami de los sectores conservadores que habían esperado sacar
a Batista pero continuar con el mismo régimen, pero con otro gobierno,
y se encontraban de pronto con que los campesinos exigían tierra
y los obreros salarios y derechos y todos esperaban cambios sociales de
ese puñado de barbudos nada ideologizados pero decididos a ir a
fondo. Fue el ataque y el bloqueo estadunidense, que dura desde el comienzo
mismo de esta segunda Independencia de Cuba, lo que convirtió al
pragmático Fidel Castro y a sus seguidores en socialistas.
Fue también ese ataque lo que obligó a Cuba
a dedicar sus escasos medios a la defensa, lo que desarrolló la
burocratización propia de todo régimen sitiado, lo que impidió
en fin una alternancia normal en el gobierno revolucionario. Pero fue igualmente
ese bloqueo de más de 40 años y ese ataque lo que dio el
consenso al gobierno revolucionario, pues muchos pueden no estar de acuerdo
con la situación económica actual o con las ilusiones pasadas
del gobierno con respecto a la Unión Soviética, o con importantes
medidas políticas decididas por aquél para hacer frente a
Estados Unidos, pero la inmensa mayoría de los cubanos ven al régimen
de Fidel Castro como defensor de la dignidad y la independencia del país
y se niegan a aceptar que el mismo vuelva a ser colonia de Washington.
Ese consenso -sobre todo antimperialista, nacionalista-
es lo que explica la subsistencia del experimento cubano en una isla poco
poblada, a 150 kilómetros de Miami, desprovista de energéticos
y poco industrializada, cuando muchos creían que después
de la desaparición de la Unión Soviética, su principal
cliente y sostén, no habría durado un día. Pero no
sólo duró sino que también sigue siendo un problema
para la política colonialista de Estados Unidos, que estudia cómo
eliminar esta molesta anomalía, inclusive mediante una agresión
militar.
Nuevamente el respaldo de Cuba es el eco que despierta
su posición independiente y el repudio a la brutalidad de los ataques
de Estados Unidos contra la soberanía de los pueblos, así
como el odio a la corrupción y a las injusticias y desigualdades
que afligen a todos nuestros países latinoamericanos. Cuba no necesitó
a Moscú, ni en 1953 ni en 1956 ni en 1959, para abrir el camino
de su desarrollo, que podría haber sido gigantesco a no ser por
el bloqueo y las agresiones estadunidenses. Por eso, e independientemente
de lo diferentes que puedan ser en cada país o región los
caminos y los medios para la liberación nacional y social, la cubana
sigue siendo una experiencia que hay que saludar, estudiar y defender.
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