México D.F. Miércoles 30 de julio de 2003
Hay personas que nunca han tenido contacto con esa expresión artística, señalan
Tzitzi Benavides y Emir Meza llevan la danza a las comunidades rurales
Los bailarines son los únicos integrantes de la compañía independiente Altitud Cero
CRISTINA MARTIN URZAIZ ESPECIAL
Ante el escaso interés oficial en la danza contemporánea, lo reducido del público y la dificultad de mantener una coreografía más allá de un par de presentaciones, los bailarines independientes tienen la posibilidad de llevar su propuesta a las comunidades que nunca han tenido contacto con este tipo de expresión artística y la reciben con reacciones que van del asombro a la fascinación.
Así lo expresan Tzitzi Benavides y Emir Meza, compañeros en el baile y en la vida, y dos únicos integrantes de la compañía de danza contemporánea Altitud Cero, cuyo proyecto es, precisamente, montar coreografías para llevarlas a escuelas y plazas de localidades rurales.
Explican que para los bailarines independientes bailar se convierte en un verdadero reto que incluye, además de crear la coreografía, ensayar, entrenar, obtener financiamiento, buscar el sitio en el que actuarán y realizar la promoción, para, después de todo, encontrarse con teatros vacíos o semivacíos.
En su opinión una de las disciplinas artísticas con menos apoyo institucional es la danza contemporánea, aunque consideran que este problema se extiende a cualquier actividad que represente una ruptura de las formas tradicionales de hacer arte, sobre todo en el arte efímero, porque ante ellas ''existe reserva de antemano".
Emir Meza se define como un artista escénico y asegura que su compromiso, ''independientemente de que tenga o no apoyos o de que haya oportunidades de bailar o de crear", es mantenerse en constante renovación, incursionando en diferentes técnicas, como el teatro y el performance.
La danza no da para vivir, a menos que se tenga un contrato con una compañía subsidiada. Sin embargo, la decisión de ser independientes nos crea el carácter para buscar recursos, afirma.
Expone que en coordinación con el consejo para la cultura de su estado natal, Nuevo León, ''hemos establecido una línea de comunicación con un público muy olvidado, que es el de las comunidades rurales y los municipios, donde la danza es una alternativa germinal, porque hay personas que por primera vez ven la danza, sobre todo contemporánea".
Por su parte Tzitzi Benavides, egresada de la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea, señala que el público en escuelas, canchas y plazas, los recibe con reacciones que van del asombro a la fascinación, especialmente los niños.
A su vez, Emir Meza, egresado de la Escuela de Danza de Monterrey, opina que esa reacción ocurre porque ''de pronto se para un mono a hacer contracciones, a convulsionarse, a hacer algo espectacular, algo novedoso, y ya su percepción no vuelve a ser la misma sobre ese espacio y sobre el cuerpo".
Tzitzi, originaria de Baja California Sur, señala que esa experiencia debería llevarse a otras entidades, pero en su estado natal, por ejemplo, ''lo intentamos pero no dio resultado, porque no conocen la danza contemporánea, y aunque al principio acceden a que vayamos, luego cancelan las funciones.
''Es muy desgastante que después de preparar un programa, la logística, la difusión, tengamos sólo tres funciones. En un espacio donde caben mil 500 personas, en tres días no van más de 150, a pesar de que hemos regalado 2 mil 500 cortesías."
''Prohibido lesionarse''
A la pregunta de cómo sobreviven los bailarines independientes, Tzitzi señala que en algunos casos, por medio de becas estatales o la beca nacional cuya obtención es más complicada y llega a conseguirse después de muchos años.
Al respecto, Emir califica de ''muy romántica" la visión de un bailarín independiente que pudiera dedicarse únicamente a bailar, ya que deben desarrollar habilidades en las relaciones públicas para conseguir financiamiento; en la publicidad, para promover las presentaciones, y ''hasta mercadotecnia", por lo que en algunas escuelas de danza, como la de Jalapa, estas materias se incluyen en el programa académico.
Exponen que si bien la carrera del bailarín es corta, existen posibilidades de seguir haciendo coreografías o bien la docencia.
Hablan, asimismo, de la disciplina en el trabajo con periodos de entrenamiento de más de ocho horas al día. ''Debe existir una preparación adicional dependiendo de cuánto queramos rendir físicamente, es necesario correr, nadar. En las escuelas de danza no te dicen que las grandes figuras, como Barishnikov, aparte de ensayar ballet, corren, van al gimnasio".
Tzitzi aborda el tema de las lesiones, ante cuya posibilidad los bailarines, especialmente los independientes, manifiestan gran temor. ''Es indispensable el entrenamiento para prevenir lesiones. Un bailarín debe estar preparado para no lastimarse". Recuerda casos ''extremos" de bailarinas que aun lesionadas han bailado, lo cual redunda en una vida más corta como ejecutantes.
Una lesión es carísima -secunda Emir- y más para un bailarín independiente. En una compañía subsidiada tienen seguro médico, acceso a quirófano, a rehabilitación con goce de sueldo, que puede durar hasta un año. ''Pero para el bailarín independiente, ni siquiera debe pensar en que se pueda cansar o lesionar, porque ello implica dinero que no tiene para rehabilitarse, y no poder tener una actividad significa pérdida de condición física, de dinero y, sobre todo, de alimento artístico".
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