Orlando Delgado Selley

Fundamentos y sorpresas

El dato de junio sobre la tasa de desempleo abierto ha provocado una oleada de declaraciones de la Presidencia de la República, que han sido acompañadas con acciones de muy poco calado. Es cierto que el promedio de los primeros cinco meses de 2003 había sido de 2.8 y que saltó a 3.2 por ciento de la población ocupada, pero ya se sabía que en el curso de esta administración el empleo no estaba creciendo.

El número de trabajadores asegurados en el IMSS, que conoce cualquiera que se ocupa del tema, menos el subsecretario del ramo, fue de 12.7 millones de personas en diciembre de 2000, mientras que en mayo de este año llegó a 12.4. No se trata de que en este último mes cayera el empleo, sino que desde la llegada de Fox ni en un solo mes se ha alcanzado el dato de diciembre de 2000.

De modo que se conoce que el empleo formal no crece, pero la imagen es peor si se divide el dato entre asegurados permanentes y eventuales. En aquel mes, 87 por ciento fue permanente, mientras que en mayo pasado se redujo un punto porcentual, lo que significa que 375 mil personas dejaron de estar contratadas de manera permanente, en tanto que el número de trabajadores eventuales permaneció prácticamente igual. Así, luego de 32 meses se ha tenido que reconocer un problema que ha estado presente todo el tiempo. Este reconocimiento parte del concepto de desocupación abierta que en realidad no mide el desempleo, sino a los buscadores de empleo, aquellos que por lo menos durante cuatro semanas lo buscaron de tiempo completo y, por supuesto, no lo encontraron.

Ese indicador creció medio punto porcentual, lo que implica que más de 160 mil personas fueron buscadoras infructuosas de empleos que se sumaron a los 900 mil existentes. Buscadores de empleos, no desempleados. Tenemos, según este indicador, más de un millón de personas en el mercado en condiciones críticas y el gobierno federal informa que otorgará apoyos a 270 mil en este año. El apoyo consiste en mil 800 pesos, entregados en dos partes para participar en algún curso de capacitación, que por cierto no responde a los requerimientos del mercado.

Es evidente que el problema no se va a resolver de esta manera, sino que habría que empezar por reconocer el verdadero tamaño del conflicto: la población económicamente activa, según la última encuesta nacional de empleo, fue de 41.5 millones, de los cuales tenían prestaciones laborales, como aguinaldo y seguro social, apenas 15.1 millones, poco más de la tercera parte. Los 26 millones restantes carecen de protección social. Ninguno de ellos tendrá derecho a jubilación ni al servicio médico necesario para conservar la salud. Ese problema ha crecido con este gobierno, ya que los jóvenes que se han incorporado al mercado de trabajo en estos 32 meses no han podido obtener colocación.

La explicación de este fracaso del gobierno panista está en el crecimiento económico. En 32 meses la economía nacional se ha mantenido estancada, lo que no se acepta como producto de decisiones locales, sino de los magros resultados de la economía estadunidense. Para este gobierno, como para el anterior, habrá crecimiento cuando nuestros vecinos del norte crezcan lo suficiente para arrastrarnos. Mientras tanto, según Fox y su equipo económico, deberemos mantener los fundamentos económicos sólidos, que son los que sostienen una visión particular de la economía: la neoliberal, de la que el Ejecutivo se trata de deslindar declarativamente y privilegia el control de la inflación, así como el mantenimiento de un déficit público muy limitado, frente a los objetivos de crecimiento económico y de la generación de empleos.

Los fundamentos de cualquier política económica son el crecimiento y el empleo, indispensables para cumplir con la responsabilidad primordial: mejorar el nivel de vida de la población. La Unión Europea se fundó a partir de un Pacto para la Estabilidad y el Crecimiento que se debate intensamente para resolver un dilema añejo, pero vigente: mantener baja la inflación y las tasas de interés, controlando el déficit público a costa del estancamiento de la producción y el empleo, o bien hacer uso de los instrumentos fiscales anticíclicos para provocar una reactivación de la demanda y con ello de la producción y la inversión.

En nuestro país no resulta extraña la sorpresa presidencial ante los datos del llamado desempleo abierto, sino su impresionante miopía ante lo que es indispensable instrumentar para reactivar la economía.

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