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México D.F. Jueves 31 de julio de 2003
RIOS MONTT: LA VUELTA DEL ASESINO
El
ex dictador guatemalteco Efraín Ríos Montt, genocida equiparable
a Augusto Pinochet y Jorge Rafael Videla, y actual ocupante de la presidencia
del Congreso de su país, logró, en su quinta tentativa, doblegar
a la Corte de Constitucionalidad del país vecino y obtuvo de esa
instancia legal la orden para que se reconozca su candidatura presidencial.
Depuesto por sus propios compañeros militares en
1983, Ríos Montt nunca ha desistido de su obsesión de volver
al poder, y en ese afán ha envenenado y desvirtuado la vida democrática
posterior a las dictaduras militares, desde 1986 a la fecha. Aunque detenta
el liderazgo máximo del partido en el gobierno, el Frente Republicano
Guatemalteco (FRG), Ríos Montt había venido topándose,
una y otra vez, con la cláusula constitucional que prohíbe
a los promotores de golpes de Estado aspirar a la Presidencia de la República.
Ante la imposibilidad de salvar ese obstáculo, el ex general designó
a su protegido Alfonso Portillo candidato presidencial de su partido en
los comicios de 1995, cuando quedó en segundo lugar, y de 1999,
año en que alcanzó la primera magistratura.
De entonces a la fecha, Ríos Montt y Portillo han
jugado a las disputas y los desencuentros, y algunos llegaron a creer que
realmente se había producido una ruptura entre el genocida y el
mandatario. Tales creencias no resisten la prueba de lo sucedido el jueves
y el viernes de la semana pasada, cuando Ríos Montt, para imponer
su candidatura presidencial a las instituciones -especialmente, la Corte
de Constitucionalidad, la Corte Suprema de Justicia y el Tribunal Supremo
Electoral- mandó a sus seguidores a propagar la violencia y el caos
en las calles de la capital guatemalteca, con saldo de un muerto, varios
heridos, graves destrozos materiales y un clima de zozobra, terror e ingobernabilidad.
El presidente Portillo y su ministro de Gobernación,
Adolfo Reyes Calderón, optaron por dejar a su arbitrio a los alborotadores,
quienes, según todos los indicios disponibles, estaban comandados
por la plana mayor del FRG y por hijos y otros familiares del propio Ríos
Montt. Tan evidente es la responsabilidad por omisión del actual
gobernante guatemalteco, que se ha presentado, en la Corte Suprema de Justicia
una demanda de antejuicio contra Portillo, Ríos Montt y otros funcionarios
públicos y diputados. Con todo, el militar genocida parece haber
logrado su propósito: inscribirse como candidato presidencial. Portillo,
por su parte, ratificó ante la opinión pública nacional
y mundial su condición de marioneta del ex general.
Así, Guatemala se enfrenta a la posibilidad de
ser gobernada, a partir de enero del año entrante, por un hombre
que en los 15 meses que permaneció en el poder, se hizo responsable
del asesinato de decenas de miles de guatemaltecos -hombres, mujeres y
niños ejecutados extrajudicialmente-, del desplazamiento de cientos
de miles y de la virtual desaparición del mapa de 448 aldeas indígenas.
Adherido a una secta fundamentalista, Ríos Montt gobernaba, según
su propia expresión, "con la Biblia y la metralleta", y también,
por supuesto, con la bendición y el respaldo de los gobiernos estadunidenses
de Ronald Reagan y George Bush padre.
Para Guatemala, para América Latina y para la humanidad,
la posibilidad de que este militar asesino trastoque el orden constitucional
de su país -con la vergonzosa complicidad del actual presidente-
y consiga colarse de nueva cuenta al poder público es aterradora,
indignante e inaceptable. Y si ninguna instancia legal guatemalteca ha
sido capaz hasta ahora de procesarlo por sus crímenes de lesa humanidad,
cabe exigir que la justicia internacional lo obligue a rendir cuentas antes
de que vuelva a gobernar a la martirizada nación vecina.
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