México D.F. Jueves 31 de julio de 2003
Varios cuadros del artista quebequense se exhibirán
dentro de la FIL de Guadalajara
La pintura es un virus que si atrapa es incurable,
decía Jean-Paul Riopelle
Equiparan la obra ''desbordante'' del creador expresionista
con el arte de Pollock y Tàpies
Exploró nuevos lenguajes como la escultura, sin
abandonar su placer por la acuarela
MONICA MATEOS-VEGA ENVIADA
Montreal. ''La pintura es como una enfermedad,
como un virus, si un día te atrapa, es incurable", afirmaba Jean-Paul
Riopelle (1923-2002), uno de los pintores más importantes de Quebec,
cuya obra ''desbordante", según los críticos, se ubica a
la altura de la de Jackson Pollock y Antoni Tàpies, entre otros
exponentes del expresionismo abstracto.
Diversos
cuadros de Riopelle podrán ser apreciados en México, el próximo
diciembre, cuando llegue al país una colectiva de arte contemporáneo
quebequense como parte de las actividades culturales de la Feria Internacional
del Libro (FIL) de Guadalajara, dedicada a la provincia francófona
de Canadá.
Exponente del tachismo
Nacido en Montreal, desde los seis años Riopelle
recibió clases de pintura y alimentó su adolescencia leyendo
al marqués de Sade, a André Breton y diversos textos surrealistas
que le hicieron buscar un sentido místico a la acción de
pintar.
Fue un apasionado de la naturaleza, al grado de que podía
tardar tres o cuatro años en terminar un cuadro, porque si estaba
retratando un árbol esperaba escrupulosamente el paso de las estaciones
para captar la ''verdad imperturbable" de su modelo.
Fue en 1945 cuando eligió seguir su camino de pintor
por las múltiples posibilidades de la abstracción. El mismo
contaba cómo se le había revelado esta idea: buscando un
paisaje, Riopelle se topó en una playa con un charco -''abandonado
por la marea descendente"- que contenía peces, pedazos de caracoles,
algas, con el reflejo del cielo entrelazado, todo revuelto. De inmediato
se puso a pintar. Cuando terminó el cuadro y lo mostró a
sus amigos, éstos le reprocharon que no fuera figurativo, a lo que
el artista respondió: ''Pinté exactamente lo que vi".
Influido por sus lecturas surrealistas, el pintor encontró
en la abstracción el medio ideal para desarrollar sus ''experiencias
automatizadas" o improvisaciones, y pronto se erigió como uno de
los exponentes del tachismo (del francés tache, que significa
mancha).
Sus primeras obras son manchas de color aplicadas en el
lienzo de una manera espontánea o al azar. Entre los pintores tachistas
de su generación se encuentran los franceses Georges Mathieu y Camille
Bryen; el español Antoni Tàpies; el italiano Alberto Burri,
y el alemán Wols (seudónimo de Alfred Otto Wolfgang Schülze),
entre otros.
En sus trabajos posteriores, durante los años 50,
aparecieron en su obra gruesas bandas de pintura sacadas directamente del
tubo, que crean unos diseños a modo de mosaicos de brillante intensidad.
Fue precisamente en esa época cuando se convirtió
en una celebridad en Francia y el resto de Europa, a donde había
emigrado ''cansado del ambiente de Quebec", donde los pintores continuaban
atrapados en el clasicismo.
Admirador de Roberto Matta
De regreso a Montreal, en los años 60, Riopelle
se empeñó en mostrar a sus colegas la libertad que había
conocido, al tiempo que permaneció abierto a la evolución
de los lenguajes surrealistas. En ese tiempo, su obra se mantuvo próxima
a la del chileno Roberto Matta, uno de sus pintores admirados.
Su exploración por nuevos lenguajes lo llevó
a incursionar en la escultura, sin abandonar uno de sus placeres secretos:
la acuarela.
''Si alguien me preguntara cuánto tiempo me lleva
realizar un cuadro, no sabría qué responderle. Cuando entro
a mi taller, casi todos los días, abro la puerta, la cierro, y no
sé nada más. Allí dentro, frente al lienzo, pueden
pasar 10 o 20 horas. No lo siento porque me encuentro en otro estado, en
otra dimensión", explicaba.
Bosques, aves, búhos, fiestas, paisajes, en general
los colores fríos de Norteamérica y los tonos de la pasión
por la textura están plasmados en la obra de Riopelle, amante de
los icebergs, a los que consideraba ''imágenes extraordinarias
para admirar, pues son como champiñones blancos que flotan".
En 1980, el Centro de Arte Contemporáneo Georges
Pompidou de París le organizó una gran retrospectiva, la
cual se presentó posteriormente en México en el Museo de
Arte Moderno.
Con el fresco Homenaje a Rosa Luxemburgo (secuencia
narrativa de 30 cuadros, integrados en un tríptico de 42 metros
de largo) como pieza central en el Museo de Arte Contemporáneo de
Quebec, desde 2000 existe una sala permanente dedicada a la obra ''juguetona
y atormentada" de Riopelle, el primer pintor de quien se grabó su
nombre en el muro de la fama de Toronto, por su vasta contribución
al patrimonio cultural de Canadá y el mundo del arte.
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