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México D.F. Sábado 2 de agosto de 2003
A TODA MARCHA HACIA LA BARBARIE
Barbarie,
pura y simple barbarie, es la idea misma de la llamada guerra preventiva
(o sea, la agresión a otro país sin previo aviso ni motivación
alguna). Barbarie es la justificación de la mentira con las palabras
del secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, quien alegó
que la falsedad sobre las supuestas armas de destrucción masiva
con las que Irak amenazaría al mundo había sido útil
y necesaria para empujar a Estados Unidos a una guerra colonialista. Barbarie
es considerar enemigo a todo un pueblo y disparar por tanto contra los
civiles o bombardear casas en las zonas donde patriotas iraquíes
o afganos resisten la ocupación colonial. Barbarie es jactarse,
como el coronel David Hogg, de las tropas estadunidenses, de haber secuestrado
a la mujer y la hija de un militar iraquí para tenerlas en rehenes
de modo de obtener la entrega del soldado fugitivo, y barbarie es que sus
superiores no condenen tal trato a los civiles, prohibido por la Convención
de Ginebra.
Barbarie es el asesinato "selectivo" que practica todos
los días Israel en el caso de los líderes de la resistencia
palestina, es el bombardeo de barrios enteros para matar a un activista,
es la amenaza de expulsar de su propia patria a Yasser Arafat, presidente
de la Autoridad Nacional Palestina, con la que finge negociar la paz. Bárbara
es la ley del talión que Israel aplica todos los días respondiendo
a un bárbaro acto de terrorismo con el aún más bárbaro
terrorismo centuplicado de un Estado armado hasta los dientes que toma
rehenes, destruye las casas de los parientes de los activistas palestinos,
arranca los olivos, arrasa todo medio apto para ganarse la vida.
La humanización de la guerra fue aceptada en la
antigüedad grecorromana y en el Medievo (los santuarios eran refugios
sagrados en la primera y las iglesias cristianas eran lugar de paz inviolable
en la "tregua de Dios"). A comienzos del siglo pasado se estableció
que las ciudades abiertas no podían ser bombardeadas, que los civiles
debían ser protegidos, que los prisioneros de guerra debían
tener un trato humano... y sin embargo tuvimos la destrucción atómica
de Hiroshima y Nagasaki, los salvajes bombardeos a Belgrado o a Bagdad,
y tenemos en Guantánamo las inhumanas jaulas donde se pudren sin
proceso los rehenes de Estados Unidos, o las cárceles de Israel.
Esa barbarie es cotidiana y se basa en el racismo, o sea,
en la idea de que "los otros" son inferiores y que para aplastarlos todo
vale. Y, como es diaria y la mayoría de los medios de información
ni siquiera la condenan, se presenta como "normal" y envenena la cultura
y los valores de la misma sociedad "civilizada" que se barbariza día
a día, en un descenso al infierno que no parece tener fin.
En esa marcha terrible hacia atrás en los siglos
se destaca ahora la aprobación de una ley en Israel que obliga a
los matrimonios mixtos entre palestinos o palestinas y judíos o
judías a separarse de inmediato o a emigrar, en un intento salvaje
no sólo de imponer la "limpieza racial" sino también de cortar
de raíz todo lo que pueda llevar a considerar humano al palestino
para buscar la convivencia entre árabes e israelíes (que
es la única alternativa a la guerra permanente). Esa ley, calcada
sobre las leyes de Hitler contra los judíos casados con alemanes
"arios", es inhumana y racista, y es un insulto a todos los pueblos civilizados
y a todos los que buscan salidas democráticas, respetuosas de las
diferencias étnicas, religiosas o culturales a los múltiples
conflictos que aquejan a la humanidad.
Si entramos en la época de la guerra infinita,
volvemos también a los métodos de las hordas, con sus rehenes,
con el exterminio del adversario. Eso es lo que hacen gobiernos como el
de Ariel Sharon o el de George W. Bush, que no se cansan de autoproclamarse
defensores de la civilización y de la democracia mientras promueven
la barbarie. Oponerse a la guerra permanente es también oponerse
al retorno a la barbarie. Los pueblos deben alzar su no indignado, porque
no pueden aceptar sin suicidarse la destrucción de las conquistas
sociales y de los valores mismos de la civilización.
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