México D.F. Lunes 4 de agosto de 2003
Corrupción, crisis inflacionarias y mala administración borraron los ahorros entre 1972 y 1992
Se esfumaron de Infonavit cuotas de millones de trabajadores
El director del instituto tiene derecho a una devolución de $300 por 30 años de labor en Bancomer
FABIOLA MARTINEZ /I
La corrupción, el alto nivel inflacionario de los años 80 y la pésima administración del Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit) entre 1972 y 1992 provocó que los recursos aportados por millones de personas en ese lapso prácticamente se perdieran. Ahora, a 31 años de la fundación del organismo, quienes pretendan recuperar sus ahorros para vivienda se encontrarán con una devolución, en el mejor de los casos, de 4 mil pesos, aunque para algunos el resultado puede oscilar entre 200 y 300 pesos, como saldo de dos décadas de trabajo.
Por ley, los patrones aportan 5 por ciento del salario de cada trabajador, por lo que la cantidad referida en nada se compara con el acumulado de 120 bimestres, aun cuando el sueldo de derechohabiente fuera el mínimo.
Pulverización de aportaciones
Cifras oficiales revelan que en el primer semestre de este año, 21 mil 600 trabajadores solicitaron el rembolso de tales aportaciones, concepto por el cual el instituto erogó un monto global de 90 millones de pesos, es decir, en promedio les habrían tocado 4 mil 100 a cada uno, aunque algunos, como el propio director general del Infonavit, Víctor Manuel Borrás Setién, quien cotizó 30 años como alto ejecutivo en Bancomer, tiene registrada una cantidad por cobrar de apenas 300 pesos.
A ese rango quedó reducida la aportación bimestral de 5 por ciento del salario de cada trabajador inscrito en el Instituto Mexicano del Seguro Social, que por ley canalizaron los patrones en los primeros 20 años de existencia del Infonavit, creado en 1972, durante el sexenio de Luis Echeverría Alvarez -con el líder de la CTM, Fidel Velázquez, como uno de los principales impulsores- para que los empresarios cumplieran por esa vía su obligación constitucional de proporcionar casa cómoda e higiénica a sus obreros.
ƑQué pasó en el Infonavit antes de 1992? ''Pues se perdió todo el dinero'', resume Borrás Setién en el libro Diálogos, editado en noviembre pasado para conmemorar los 30 años de vida de esa entidad. Es decir, agrega el funcionario, ''si tú vas y dices: 'oiga, yo quiero saber cuánto tengo acumulado en mi fondo de ahorro', te van a decir: mire, de 73 a 92, tiene 200 pesos. 'šCómo que 200 pesos!' Bueno, pues se perdió el dinero. Y se perdió porque los créditos se otorgaban con una tasa nominal de 4 por ciento y la inflación llegó a ser de ciento y pico por ciento (en los 80). Entonces, pues se perdió el dinero del fondo, es mínimo lo que se tiene''.
Agrega: ''Luego, de 92 al 97, sí se tiene el dinero, pero muy desordenado porque fue la época en que empezó el Sistema de Ahorro para el Retiro (SAR) y mucha gente tiene sus ahorros divididos en dos o tres cuentas, ya que no se hizo una depuración para unificar. Entonces, cuando el trabajador viene (al Infonavit) tenemos que estar depurando y juntarle su dinero que está en varios lados. De 1997 para acá, el asunto ya está correcto''.
Más allá de la administración aplicada en los primeros años del instituto -tiempo en que lo mismo era comprador de terrenos que productor de tabiques o constructor- el funcionario atribuye la descapitalización a la ''falta de previsión'' de quienes manejaban los destinos del organismo de vivienda frente a la espiral inflacionaria de los 80; además, influyó ''la falta de control'' de las aportaciones patronales y una cartera vencida de entre 40 y 50 por ciento, comenta Borrás en entrevista con La Jornada.
A la distancia, el funcionario reconoce que ''la idea de constituir el Infonavit fue muy buena, preclara'' por su carácter tripartito y autónomo a favor de los obreros más pobres. Sin embargo, la inflación se volvió incontrolable, se comió los recursos y en la ley interna no se contempló el pago de rendimientos a los saldos de las cuentas de vivienda, es decir, ''se prestaban pesos y se recuperaban centavos''.
Carlos Gutiérrez Ruiz, ex representante de los empresarios en el consejo de administración de Infonavit, reprocha al gobierno la falta de cumplimiento en sus compromisos ante el déficit de vivienda. En el libro referido, el ex dirigente de la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin) señaló: ''Salvo un cheque que hubo por ahí que posteriormente fue pagado, el gobierno no volvió a aportar nada. En un país con un nivel de desigualdad como el que teníamos, a mí me parece que la función del Estado era fundamental. Nada más que el gobierno no cumplió su parte''.
Estrategias financieras erróneas
También quedó incumplida la obligación del consejo de administración del Infonavit de aplicar la normatividad interna y devolver cada 10 años las aportaciones acumuladas a millones de empleados que hasta entonces no habían ejercido un crédito. Esta situación fue imposible en 1982, año en que el organismo aplicó estrategias financieras erróneas que lo habrían de llevar, dos lustros después, a una severa crisis que puso en riesgo no sólo los balances contables, sino su existencia misma.
Ante la complacencia de las centrales obreras encabezadas por la Confederación de Trabajadores de México (CTM), el Infonavit concedía múltiples facilidades para entregar los créditos (tasas de interés fijas y muy moderadas), así como requisitos mínimos de solvencia económica de quienes recibían una casa.
Tales créditos (cerca de 100 mil viviendas en 10 años) fueron utilizados principalmente por los cetemistas para mantener el control sindical y político, así como por un puñado de empresarios y funcionarios públicos.
Desde 1978, dirigentes de la Confederación Obrera Revolucionaria denunciaban que casi todos los créditos iban a parar al control de los sindicatos de la CTM, central que a ocho años de existencia del instituto había acumulado en su beneficio 90 por ciento de las casas financiadas hasta ese entonces.
Tráfico de influencias
Dos años después, en 1980, el organismo se concentró en seleccionar a los trabajadores beneficiados y relegó en los sindicatos importantes funciones como la compra de terrenos, contratación de constructoras y supervisión de las obras.
En 1988, la prensa nacional documentó diversas situaciones de tráfico de influencias (nunca desmentidas) protagonizadas por Joaquín Gamboa Pascoe, dirigente desde 1973 de la Federación de Trabajadores del Distrito Federal (CTM) y, desde 1972 y hasta la fecha, representante de los trabajadores en el consejo de administración del Infonavit.
Al inicio del sexenio de Carlos Salinas de Gortari se dijo que promovió la construcción de cerca de 50 mil casas. El camino para él fue fácil y legal; el instituto aportaba los recursos a favor de empresas ligadas a Gamboa Pascoe, como el Grupo Industrial Araña, el cual construía las casas en terrenos propiedad de Gamboa, también ex presidente del Senado de la República en el sexenio de José López Portillo.
Cachorros cetemistas
Luego, cuentan reportajes de la época, se convirtió en accionista de diversas constructoras a las cuales entregaba la edificación de las viviendas.
Además se mencionó en una situación de privilegio similar a Alfonso Sánchez Rosette, hijo de Alfonso Sánchez Madariaga; Jesús Yurén Guerrero y Fidel Velázquez Quintero, vástagos de tres fundadores de la CTM, así como el poblano Blas Chumacero, máximo poder sindical en esa entidad (con la constructora Cursa).
Trampolín político
Otros capítulos similares ocurrieron en el tiempo que el instituto era frecuentemente utilizado como trampolín político o puesto de consolación hacia los políticos priístas. De 1972 al 76 fue dirigido por Jesús Silva Herzog; de ese año y hasta el 88 ocupó el puesto José Campillo Sáinz; éste fue el único que traspasó administraciones sexenales. Luego, en los años 90 hubo ocho responsables. La catástrofe administrativa se evidencia en gestiones fugaces como la de Alfredo Phillips Olmedo, quien ocupó el cargo escasos siete meses.
Tres décadas después, millones deben enfrentar las consecuencias al recibir un cheque diminuto. Nadie previó la forma de garantizar el futuro de las cuentas de ahorro individuales y mucho menos de responsabilizarse por los saldos.
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