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México D.F. Lunes 4 de agosto de 2003
Emir Sader*
Las lecciones de Estados Unidos
El ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, Celso Amorin, sintetizó lo que Lula quiso decir cuando afirmó en Londres que Estados Unidos sólo piensa en sí mismo: "sabe defender sus propios intereses y eso es lo que nosotros debemos hacer".
Estados Unidos tiene una trayectoria extraordinaria como país. Derrotó a la que entonces era la mayor potencia colonial, Inglaterra, y estableció el primer modelo de democracia liberal en el mundo -aun conviviendo con la esclavitud-, mientras que Europa, que había elaborado ese modelo, continuaba dominada por regímenes monárquicos. Muy pronto, sin embargo, se fue imponiendo su tendencia expansionista con la anexión de parte significativa del territorio mexicano, de Puerto Rico, de Filipinas, de la isla de Guam y de Cuba, después de la guerra hispano-estadunidense.
A lo largo de las dos guerras mundiales del siglo xx, Estados Unidos consiguió imponerse, primero como potencia hegemónica del bloque capitalista, mientras Alemania era derrotada e Inglaterra entraba en decadencia y, al final de la guerra fría, como única superpotencia en el mundo actual. En poco tiempo pasó de una colonia a la mayor potencia imperial de la historia.
En esa trayectoria pensó sobre todo en sí mismo, en sus intereses, tratando de imponerlos a los demás, imbuido, como siempre estuvo, de la idea de que tenía una misión civilizadora en el mundo: llevar su forma de vida, considerada superior, al resto del mundo. Que eligiese su modo de vida no puede separarse de la dimensión imperial que el proyecto hegemónico estadunidense pasó a tener. Esto está en la raíz de su dinámica imperial. Los sucesivos gobiernos han defendido férreamente sus intereses. Algo tenemos que aprender de esto, no de su dinámica expansionista, sino de su tenacidad.
Los gobiernos estadunidenses se valen alternada y simultáneamente de políticas de libre comecio y proteccionistas, conforme el momento o el sector, para defender las inversiones y los empleos de distintas ramas de su economía. No nos engañemos: cuando tiene condiciones de competencia favorables, predica el libre comercio; cuando no cuenta con ellas, pone en práctica el proteccionismo.
Esa tenaz y firme manera de defender los intereses del país puede ser una lección para Brasil. Nuestro gobierno no tiene por qué asumir las tesis del libre comercio. Puede criticar gobiernos como los de Estados Unidos y Europa occidental por la incoherencia de pregonar el libre comercio y practicar el proteccionismo, pero nunca debe olvidar que países como Brasil, que llegaron más tarde al mercado internacional, sólo pudieron dar saltos formidables en sus economías mediante la protección de ellas. Brasil seguiría siendo una economía primaria exportadora si no fuera por esa protección.
Predicar la apertura mutua de economías con capacidad competitiva desigual, como la brasileña, por un lado, y las estadunidenses y europeas, por otro -como ha hecho Lula-, no resultaría en beneficios mutuos, sino en resultados más favorables para las economías centrales, mucho más desarrolladas que las nuestras. Por una mayor exportación de zapatos, acero o jugo de naranja al mercado estadunidense, por ejemplo, tendríamos que abrir las compras gubernamentales, el derecho de patentes y otras áreas estratégicas de Brasil. Asimismo porque los procesos de integración regional -como el TLC, la unificación europea o el Mercosur- sólo son posibles mediante formas de proteccionismo estratégicas para que los países de cada región puedan conseguir una reinserción internacional más favorable.
El libre comercio fue y continúa siendo la regla que permite la reproducción y la consolidación de la hegemonía de las grandes potencias centrales del capitalismo en detrimento de la periferia y la semiperiferia. De lo que se trata es de valernos de la protección de los sectores estratégicos para nuestra economía -una de las claves del salto tecnológico, económico y social dado por Corea del Sur- para defender nuestros intereses y, al mismo tiempo, avanzar en la integración regional y en la construcción de un mundo unipolar.
* Sociólogo y doctor en Ciencias Políticas, profesor en la Universidad de Sao Paulo y en la estadual de Río de Janeiro, y uno de los organizadores del Foro Social Mundial de Porto Alegre Traducción: Alejandra Dupuy
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