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México D.F. Lunes 4 de agosto de 2003

Poca inversión en ejidos

Baja la aportación del agro al PIB, afirma Bancomer

ISRAEL RODRIGUEZ

Pese a los cambios constitucionales de 1992 que permiten participación privada en el ejido, menos de uno por ciento de las tierras parceladas se ha desincorporado y la participación del sector agropecuario en la actividad económica ha disminuido, revela el más reciente análisis del grupo financiero BBVA-Bancomer.

Así, conforme México se ha industrializado y los servicios han adquirido una mayor importancia, la participación del sector agropecuario sigue cayendo. Entre 1980 y 2002 el valor de la producción del sector primario descendió de 8.5 a 5.8 por ciento del producto interno bruto (PIB).

En contraste con la baja participación de las actividades primarias en el PIB, la población en zonas rurales representa 25 por ciento del total. De esta manera, el ingreso medio por habitante en el campo se encuentra muy por debajo del promedio de la economía.

El estudio precisa que los ejidos ocupan 63.3 por ciento de las tierras de labranza del país y presentan los más graves problemas de sobrepoblación. Por ejemplo, un ejido sostiene en promedio a 460 personas. La limitación de tamaño de la propiedad privada y la fragmentación del ejido en parcelas individuales han acentuado el minifundismo y dificultado la obtención de economías a escala en la producción. En 2000, 77 por ciento de los productores de granos y oleaginosas tenían un predio promedio de menos de 5 hectáreas.

Marco legal, causa del atraso

Los analistas consideran que esta baja productividad es resultado, en gran parte, del marco legal. Luego de la revolución de 1917 y hasta 1991 la Constitución otorgó a los ejidatarios el derecho a usufructuar sus recursos naturales, pero no así su propiedad. Los ejidatarios fueron limitados a trabajar la tierra sin poder contratar mano de obra, y para mantener los derechos de usufructo no debían ausentarse de la comunidad más de dos años.

La reforma constitucional de 1992 cedió la propiedad de las tierras al ejido y mantuvo el derecho de usufructo para el ejidatario. No obstante, éste puede solicitar la desincorporación de su parcela y construir una pequeña propiedad. Con la reforma, las tierras parceladas y de uso común pueden rentarse aunque no enajenarse. Pueden participar también en una asociación mercantil para proyectos productivos.

Los expertos señalan que la reforma de 1992 representó un avance en la dirección correcta; sin embargo, el ejido no se ha podido capitalizar, entre otras razones, porque prevalece la incertidumbre sobre los derechos de explotación de los recursos, pues la mayoría de las tierras tiene uso comunal.

En el estudio titulado El campo mexicano: las causas de su atraso, BBVA- Bancomer afirma que el ejido, como modalidad de tenencia de la tierra, creó distorsiones graves: la imposibilidad de usar la tierra como garantía para adquirir bienes de capital, un crecimiento poblacional excesivo en sustitución de capital, la sobrexplotación de recursos naturales en las tierras comunales, movilidad social limitada y migración de la comunidad.

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