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México D.F. Lunes 4 de agosto de 2003

Carlos Monsiváis y José Luis Ibáñez guiaron el recorrido en Bellas Artes

Viaje por el universo villaurrutiano

ARTURO JIMENEZ

Un viaje por las noches, los sueños, las nostalgias, las muertes, los erotismos, las sombras, los deslumbramientos, los hermetismos y las transparencias de Xavier Villaurrutia, "el insomne perfecto", encabezaron Carlos Monsiváis y José Luis Ibáñez ayer en el Palacio de Bellas Artes.

En el recorrido, en compañía de decenas de asistentes que llenaron la sala Manuel M. Ponce, el comentarista Mosiváis y el lector de poemas Ibáñez centraron su atención en el "libro primordial" Nostalgia de la muerte (1938).

Esta visita guiada de Monsiváis e Ibáñez -quienes ya han repetido la fórmula en, por ejemplo, una conferencia-recital en junio pasado sobre poesía con temática gay- fue parte del homenaje nacional a Villaurrutia (1903-1950) por el centenario de su natalicio.

''La poesía y el ensayo de Villaurrutia requieren de lectores especializados, pero la sonoridad y la belleza de sus imágenes se oponen a la incomprensión y no admiten que se les considere patrimonio elitista'', dijo Monsiváis.

''Como sus compañeros de la revista Contemporáneos -Carlos Pellicer, José Gorostiza, Salvador Novo, Jorge Cuesta, Bernardo Ortiz de Montellano, Gilberto Owen, Enrique González Rojo y, en algún momento, Jaime Torres Bodet-, los símbolos de Villaurrutia son a la vez indescifrables y transparentes.''

Ibáñez, que ya había interpretado Tarde y Nocturno, leyó Nocturno de la estatua, uno de los poemas más conocidos de Villaurrutia.

''Correr hacia la estatua y encontrar sólo el grito,/ querer tocar el grito y sólo hallar el eco,/ querer asir el eco y encontrar sólo el muro/ y, correr hacia el muro y tocar un espejo."

Monsiváis habló del tiempo de Villaurrutia, del ingreso del país a la modernidad, de la ciudad de México como un organismo vivo y libre, del personaje urbano que aportó el poeta con su persona: un ''dandy extraviado en el tráfico'', un ''esteta en el país de la revolución'', una ''voz hecha de imágenes a contraluz''.

En el libro de poemas Nostalgia de la muerte, dijo, Villaurrutia "elige a la noche como su espacio de hallazgos y querellas: sus alegrías múltiples, la soledad del escalofrío, la metafísica y la física del deseo, la entrega a lo que emerge entre las sombras como instinto indomeñable, el silencio que ahuyenta el ruido de los cuerpos que se aman, la conversión del sueño en la pesadilla del duermevela, el miedo de no ser sino un cuerpo vacío que alguien, yo mismo o cualquier otro, pueda ocupar, la angustia de verse fuera de sí, viviendo, y la duda de ser o no ser realidad".

Y Monsiváis observó los juegos de palabras del poeta, no como exploración vanguardista o acecho de semenjanzas fonéticas, sino como una reivindicación de la flexibilidad del idioma y como un "torbellino unificado por la serenidad de la escritura".

Y citó, por ejemplo, lo de "y mi voz que madura/ y mi voz quemadura/ y mi bosque madura/ y mi voz quema dura", del poema Nocturno en que nada se oye, que luego Ibáñez leería completo.

Desde la vigilia

Villaurrutia, siguió Monsiváis, incursionó en los laberintos de la vigilia y los distribuyó en su vida literaria, las redacciones de revistas, su trabajo en el cine, sus amistades y el diálogo inteligente como forma de resistencia.

Tras la lectura de Nocturno amor por José Luis Ibáñez, el guía Carlos Monsiváis se introdujo al tema de la muerte en el poeta. "La muerte no es en la poesía de Villaurrutia el fin de las sensaciones y los pensamientos, sino el ámbito que devela todo lo prohibido y anuncia y exige la libertad.''

Y más adelante, tras la lectura de Nocturno eterno, diría que, en la obra de Villaurrutia, la muerte es "otra versión de los hechos". Habló de la noche, otro tema central del poeta. "La profundidad se alcanza debidamente en la noche. Es el momento del día en que cesa la vigilancia de las instituciones.''

Ibáñez tuvo el camino franco para recrear Nocturno en que habla la muerte: "Y es inútil que vuelvas la cabeza en mi busca:/ estoy tan cerca que no puedes verme,/ estoy fuera de ti y a un tiempo dentro".

Nocturno de los ángeles, dijo Monsiváis al abordar otro aspecto del trabajo de Xavier Villaurrutia, es su poema "más abierto y sensual" y un texto "de asombrosa vitalidad donde lo gay se distancia del clóset y de la orgía para convertirse en un paisaje de oportunidades y consumaciones, de utopías genitales y desahogos tumultuosos".

Ibáñez: "Se diría que las calles fluyen dulcemente en la noche./ Las luces no son tan vivas que logren desvelar el secreto,/ el secreto que los hombres que van y vienen conocen,/ porque todos están en el secreto".

Ya metidos todos en el universo villaurrutiano, también se leerían y comentarían Nocturno rosa y Nocturno de la alcoba. Al final Monsiváis solicitó a los de cabina que reprodujeran la versión de Dámaso Pérez Prado a las Décimas de la muerte, de Villaurrutia. El viaje había concluido.

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