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México D.F. Lunes 8 de septiembre de 2003
BUSH: LAS NOVEDADES DEL FRENTE
En
una encrucijada discursiva entre el descaro, el delirio y la incoherencia,
el presidente estadunidense, George Bush, aseguró ayer que las tropas
de ocupación de su país en Irak -130 mil hombres- "son suficientes",
pero pidió que otros países envíen efectivos adicionales,
bajo el mando del Pentágono, para coadyuvar en la tarea de aplastar
la creciente resistencia nacional iraquí. Demandó a los gobiernos
que se opusieron a la aventura colonial de británicos y estadunidenses
en la nación árabe -encabezados por los de Francia, Alemania
y Rusia- que depongan su actitud crítica, acepten el hecho consumado
de la destrucción de Irak y se sumen a lo que definió como
"la instauración de un régimen democrático" en el
país invadido; que es, en realidad, una gigantesca tarea de sojuzgamiento.
Bush anunció que enviará a su secretario
de Estado, Colin Powell, a la ONU, para que procure el uncimiento de ese
organismo internacional a los designios de las potencias ocupantes; amenazó
con "hacer lo que sea necesario (y) gastar lo que sea necesario para alcanzar
la victoria contra el terrorismo", lo que significa un amago de aniquilamiento
hacia los iraquíes que defienden su soberanía y su independencia;
anticipó, asimismo, la realización de una suerte de magna
colecta internacional en la que Washington pedirá fondos a Europa,
Japón y las monarquías petroleras de Medio Oriente para "la
reconstrucción de Afganistán" y "fondos para Irak", a sabiendas
de que se trata, en realidad, de un ensayo de recaudación de recursos
para las empresas de la mafia presidencial estadunidense -Halliburton es
paradigmática- entre las cuales se ha repartido la parte del león
de los contratos iraquíes de "reconstrucción".
Ayer, unos días antes del segundo aniversario de
los atentados terroristas en Nueva York y Washington, fue la primera vez
que Bush dedicó un discurso a la guerra en Irak, desde que el pasado
primero de mayo, a bordo del portaviones Abraham Lincoln, dio por
finalizado el conflicto. A cuatro meses de esa declaración optimista,
la Casa Blanca ha logrado asesinar a muchos iraquíes y causar una
destrucción material y un sufrimiento humano incuantificables en
el país invadido, pero dista mucho de haber doblegado la voluntad
de resistencia nacional de los iraquíes.
De entonces a la fecha, 78 efectivos invasores -67 estadunidenses
y 11 ingleses- han hallado la muerte en la infortunada nación árabe;
los atentados dinamiteros se suceden a ritmo de cuatro al mes; han ido
cayendo por su propio peso las mentiras urdidas por Bush y por su escudero
Tony Blair acerca del supuesto arsenal de armas químicas que poseía
el régimen de Saddam Hussein, y han quedado evidenciadas como meros
pretextos para lanzar la infame agresión colonialista de marzo de
este año contra los iraquíes. Ninguno de los dos gobernantes
acusa recibo de los saldos humanos del conflicto, pero ambos tienen motivos
de sobra para preocuparse por las facturas políticas y financieras
de la invasión. La posición de Blair empieza a tambalearse
por los escándalos subsecuentes a la destrucción de Irak,
y Bush se ve forzado a pedir casi 90 mil millones de dólares adicionales
a los contribuyentes de su país para "combatir el terrorismo" en
Afganistán e Irak, es decir, para acabar de subyugar a los dos países
y sus respectivas poblaciones.
Es posible que el Capitolio acceda al chantaje patriotero
del presidente estadunidense y apruebe el desembolso, aun a sabiendas de
que la guerra contra los afganos e iraquíes, como ocurre con toda
guerra colonialista, a la larga está perdida, y con la certeza amarga
de que esos fondos millonarios se traducirán en nuevos muertos iraquíes,
en bajas adicionales para los ocupantes y en mayores márgenes de
utilidad para el puñado de empresas que se reparten los contratos
de la "reconstrucción" y la administración colonial.
Lo que no debe ocurrir por ningún motivo es que
Naciones Unidas acceda a legalizar la barbarie perpetrada por estadunidenses
y británicos en Irak o a convalidar, mediante el envío de
tropas subordinadas a los generales del Pentágono, lo que constituye
una aventura de opresión, de saqueo y de muerte.
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