México D.F. Miércoles 10 de septiembre de 2003
DESOBEDIENCIA DEBIDA
La
decisión del presidente argentino, Néstor Kirchner, de no
cubrir un vencimiento de 2 mil 900 millones de dólares de la deuda
de su país con el Fondo Monetario Internacional, en momentos en
que ese organismo intensificaba sus conocidas exigencias depredadoras hacia
la nación suramericana, y en plena víspera del inicio de
la reunión de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en
Cancún, es un gesto audaz y a primera vista temerario, pero absolutamente
justificado y procedente.
En los días recientes, la misión fondomonetarista
presente en Buenos Aires endureció inopinadamente su posición
y empezó a exigir al gobierno argentino que incrementara su superávit
fiscal y ordenara incrementos en las tarifas de los servicios públicos,
privatizados y en manos de inversionistas extranjeros, mayoritariamente
europeos y estadunidenses. Las autoridades bonaerenses advirtieron que
tales condiciones ahogarían "el incipiente crecimiento" económico
registrado por el país, postergarían su desarrollo y obstaculizarían
el propósito de la administración de Kirchner de lograr "un
país socialmente sostenible".
Aunque la negativa argentina a sacrificar el 25 por ciento
de sus reservas en el pago referido no implica una moratoria oficial y
el gobierno de Buenos Aires dispone aún de un plazo de 30 días
para realizar el desembolso antes de recibir una notificación formal
del FMI, de inmediato surgieron advertencias, en los ámbitos de
la especulación internacional, sobre un supuesto escenario de catástrofe
para la de por sí desfalleciente economía argentina.
Ciertamente, la determinación de Kirchner conlleva
riesgos, pero no son, por ahora, tan acuciantes como los dibujan los economistas
ortodoxos y los que pregonan la obediencia a ultranza a los organismos
financieros internacionales. Es claro que cualquier medida orientada a
ahorrar sufrimientos materiales a la población, así como
cualquier acción de defensa de la soberanía nacional, resultan
inaceptables, por principio, para globalifílicos y neoliberales
impenitentes.
Desde una perspectiva económica, la decisión
de Kirchner no es necesariamente negativa ni está inevitablemente
condenada a espantar a los capitales trasnacionales. En el actual contexto
recesivo, los capitales trasnacionales buscan establecerse en economías
en crecimiento, no en economías estancadas como la que resultaría
en Argentina si se acataran las desmesuradas exigencias del organismo financiero
internacional.
En lo político es claro que el mandatario argentino
actúa en un momento de perceptible debilidad del FMI, cuando éste
se encuentra dividido y parece estar perdiendo el rumbo de sus propios
dogmas. En tal circunstancia, la firme postura adoptada por Buenos Aires
es una estrategia plausible para forzar al organismo financiero a aceptar
términos favorables para la nación suramericana.
Cabría esperar, por último, que este ejemplo
de "desobediencia debida" ante el abusivo organismo internacional cundiera,
se multiplicara y se tradujera en una reformulación efectiva de
las reglas del juego de los intercambios globales impuestas por las naciones
ricas en detrimento de las economías más desfavorecidas.
Sería también deseable que un proceso similar ocurriera en
el ámbito del comercio, en el cual arranca hoy una ronda de negociaciones
o jaloneos que, en el menos peor de los casos, será estéril
para las naciones en desarrollo.
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