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México D.F. Viernes 19 de septiembre de 2003
FORO DE LA CINETECA
Carlos Bonfil
La canción del pulque
Ocaso de una tradición
Testimonios con malicia y humor
UNO DE LOS relatores en La canción del pulque,
documental de Everardo González, cuenta la leyenda: en un tiempo
muy remoto, siguiéndole la pista a unos conejos briagos, unos campesinos
los descubrieron bebiendo el aguamiel en los magueyes. Los hombres probaron
aquel líquido, lo dejaron luego reposar, y al cabo de un tiempo
de fermentación su sabor fue todavía mejor, más estimulante.
Así nació el pulque. Este breve relato se enlaza con los
testimonios y ocurrencias de los frecuentadores de La Pirata, una pulquería
capitalina, expendio de ''ricos curados con frutas del tiempo", microcosmos
elegido por González, cineasta del CCC (Centro de Capacitación
Cinematográfica), para evocar el ocaso de una tradición,
la ingestión del pulque, ''bebida de los pobres", provocada por
una explotación cada vez más baja del maguey. ''Antes había
más de mil pulquerías -señala otro de los relatores-,
hoy sólo quedan unas 60".
CON
UNA MEZCLA afortunada de documentación y registro oral, el director
y su asistente en investigación Edgardo Bustamente, capturan la
vida y actividad diaria en el interior de una pulquería. No es un
recorrido sociológico por los expendios sobrevivientes de la capital,
ni el diseño estricto de una tipología de sus parroquianos;
mucho menos una visión miserabilista o un regodeo en el folclor
urbano. La malicia y el buen humor dominan en la sucesión de testimonios,
todo ello salpicado de albures, chascarrillos, rimas novilleras, otras
más ensayadas, algunas casi desprendidas del clásico popular
Picardía mexicana, de Armando Jiménez. ''Pulque bendito,
dulce tormento, qué haces afuera, vente pa'dentro". El espíritu
de La Tostada y La Guayaba, medio siglo después, siempre
vivo.
DESTACA EN LA película la voz del borrachín
Héctor Zamora, El Cantarrecio, llegado muy joven a la capital,
desde su pueblo donde lazaba becerros, para ser primero carnicero, luego
frecuentador de gimnasios con afición al boxeo, y por último
cantautor de pulquería, recogiendo las anécdotas de toreros
y boxeadores retirados, clientes de La Pirata, para con ellas improvisar
sus rimas y sus canciones. Bardo del lugar, macho resentido (''Las mujeres
son traicioneras, son bonitas y sabrosas, pero hacen sufrir bien gacho"),
ahogando siempre sus penas en un curado de mamey.
EVERARDO GONZALEZ SOLO abandona el espacio de la pulquería
para llegar hasta las haciendas de Puebla y Tlaxcala, y obtener ahí
los testimonios de los manufactureros del ''néctar más sabroso
de la gran Tenochtitlán". Evoca la tradición del rezo que
protege y bendice la faena, y las ominosas perspectivas que privarán
a todo un pueblo del líquido ancestral. Con la escasez que se anuncia,
la bebida ninguneada se volverá de lujo, vaticinan sus consumidores,
personajes casi de Gabriel Vargas (La familia Burrón). Entre
ellos figura también la prostituta Gisela, mil veces golpeada, ''no
por viejas, sino siempre por un cabrón". Su testimonio es todo un
depósito de rabia, bravuconería y rencor. Uno de los momentos
más fuertes de la cinta. El cineasta transita sin dificultades del
relato coral picaresco a una palabra brutal que no deja de ser conmovedora.
Al desbordamiento verbal, alburero y retador lo acompaña continuamente
el registro de poses y actitudes que combinan gravedad y desmadre, adecentamiento
forzado o petulancia ingenua, como la exhibición de los tatuajes
de algunos clientes, ''Esta es mi hija, ésta es mi prima, ésta
un águila descalza".
LA CANCION DEL pulque es uno
de los trabajos más notables en el campo del documental reciente,
una mirada original que merece mayor difusión y reconocimiento.
De lo mejor en este foro.
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