México D.F. Viernes 19 de septiembre de 2003
Pendiente, el acto de justicia de tomar en serio
lo que intentó decirnos con su obra
Trascender la máscara de anécdotas que
cubre a Monterroso, pide Bradú
La revista Blanco Móvil incluye un dossier
dedicado al autor de Lo demás es silencio
ANGEL VARGAS
Tomar en serio lo que Augusto Monterroso ''intentó
decirnos con las estrictas palabras de su obra y su vida", a decir de la
crítica literaria Fabienne Bradú, es un acto de justicia
que aún se tiene pendiente con ese notable escritor guatemalteco,
fallecido en febrero de este año.
La especialista habló de Monterroso durante la
presentación del más reciente número de la revista
Blanco Móvil, dedicado a la literatura de ciencia ficción
española, pero en el que se incluye un dossier en el que
varios escritores se refieren a la vida y la obra del narrador.
La vida como un juego
De
acuerdo con Bradú, resulta menester no quedarse únicamente
con el aspecto inmediato, más conocido y luminoso del autor del
célebre cuento de El dinosaurio, que es su genial sentido
del humor y capacidad de propiciar anécdotas a partir de él.
Consideró que también debe profundizarse
en el conocimiento integral de su persona, para poder así entender
el origen y el propósito de tan notables cualidades.
''Julieta Campos escribe que 'Monterroso es de todos los
escritores que conozco el único que se toma en serio la literatura
como un juego', y parece que también se contaba entre los pocos
que se toman en serio la vida como un juego. Quizá sea éste
el aspecto más luminoso y más iluminado de la personalidad
de Tito. Pero también faltaría explorar las otras facetas
más oscuras e íntimas que forjaron la personalidad de Tito
y que precisamente reforzaron la decisión de considerarlo todo como
un gran juego", señaló.
''A mi juicio, semejante decisión no puede sino
nacer de alguien que ha vislumbrado las tinieblas y les ha opuesto el gran
tinte del humor. No corramos el riesgo de convertir a Tito en un especie
de caricato de las letras o reducirlo a un simple surtidor de ocurrencias,
que, si bien resumen la parte más irrepetible e inmejorable de su
ser, también podrían opacar el verdadero fondo de la apuesta."
Padecer la proustvalía
Bradú aclaró que con tales aseveraciones
no propone ''solemnizar a una persona que puso en su obra todo su empeño
para no dejarse atrapar en la amenaza sentimental de las buenas intenciones,
sino simplemente tomarse más en serio el mismo juego al que él
le apostó".
Advirtió que el eventual o eventuales biógrafos
del narrador guatemalteco deberán enfrentar una difícil empresa,
debido a la máscara de anécdotas que cubren la esencia del
personaje.
''Guillermo Cabrera Infante ve en el chisme y el rumor
el origen de la biografía. La decencia académica sustituyó
estos términos devaluados por el de anécdota, que constituye
la carne y los nervios que han de arropar el esqueleto de la investigación
documental. A su vez, Cabrera Infante bautizó a la anécdota
como la proustvalía de la literatura, un término que,
estoy segura, a Tito no le hubiera disgutado padecer", dijo.
''Porque, en efecto, veo a Tito enfermo de proustvalía
en nuestras memorias, y también me pregunto, hasta qué punto
él mismo contribuyó a contaminarse con esta enfermedad como
Rilke quería que fuéramos, artífices de nuestra propia
muerte.
''Ante tal abundancia de anécdotas hay, a un tiempo,
la esencia y la máscara del personaje. La gran mayoría de
las anécdotas entrañan un juego con las palabras o, en su
defecto, con el legendario silencio de los irredimibles tímidos.
Lo que filtran las anécdotas es un ingenio verbal que irrumpen las
circunstancias como un eco del talento que Tito solía ejercer por
escrito."
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