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México D.F. Domingo 21 de septiembre de 2003
Antonio Gershenson
Urge un cambio en la política... económica
Hace dos domingos escribíamos en este mismo espacio que "si el Fondo Monetario Internacional (FMI) aplicara a Estados Unidos las recetas que ha impuesto a países tercermundistas, ya le habría aplicado una dieta de choque para reducirle su consumo". Ahora, el director gerente del mismo FMI dijo, precisamente, que "los déficit gemelos de Estados Unidos, pese a datos económicos positivos, son los mayores riesgos para un saludable crecimiento económico mundial". Se refería al déficit presupuestal y al de la cuenta corriente. Estos déficit se pueden ver agravados, por un lado, por el enorme amento del gasto militar estadunidense, y por otro, con el intento del gobierno de ese país de reducir los impuestos, sobre todo a la parte de la población que tiene mayores ingresos.
El fracaso de la reunión de la Organización Mundial de Comercio es la frustración de otro intento de descargar en otros países los resultados negativos de una política económica interna. Lo mismo sucede con los reiterados intentos de lograr una devaluación del dólar frente a las monedas asiáticas y en especial ante el yuan chino, presionando a los gobiernos de ese continente para que tomen medidas que hagan subir el valor de sus monedas frente al dólar.
Pero sucede que Steve Forbes, director de la revista que lleva su apellido y que es conocida por enlistar a los hombres con mayores fortunas en el mundo y por país, junto con varios medios de difusión relacionados, convocó a un seminario en un centro financiero de rápido crecimiento: Shanghai. Y ahí declaró que China debía ignorar las presiones para revaluar su moneda, y que "la forma en que se obtiene crecimiento económico no es manipulando la moneda, sino haciendo cosas difíciles, como empezar nuevas empresas, crear infraestructura, fortalecer el imperio de la ley y los derechos de propiedad, para lo que no hay un atajo".
Hay varias lecciones en todo esto para los mexicanos. Aunque el mismo FMI presiona a México para abrir más el comercio, es el clásico "hágase tu voluntad, pero en los bueyes de mi compadre". No hay reciprocidad para esta apertura, y por eso no prosperó la reunión de Cancún. Está planteado, objetivamente y también en el discurso oficial reciente, que deben lograrse consensos para avanzar.
Por un lado, se plantea la necesidad del acercamiento con otros países con los que se tuvieron posiciones coincidentes en Cancún, especialmente los latinoamericanos. Pero, de manera inclusive más inmediata, se requiere revitalizar el mercado interno y la inversión pública generadora de empleos.
La reanudación del crecimiento económico del país es un elemento clave, y requiere, por lo menos, de estos dos elementos. Sin un fortalecimiento del mercado interno y en una situación en la que el comercio internacional enfrenta tantos problemas, la posible producción adicional no encontrará compradores. Y es la inversión pública la que puede estimular una mayor inversión privada en las actuales circunstancias.
Ya Fox había planeado, en su campaña electoral por la Presidencia, la necesidad de un crecimiento de 7 por ciento anual. Y ya lo hemos dicho, no ha habido crecimiento porque se puso la política económica en manos de los tecnócratas, cuya ideología le tiene terror al crecimiento económico, y pavor a la inversión pública que lo puede detonar. Si se trata de poner la política en un primer plano, ésta no puede excluir a la política económica. Es en ella en la que debe poderse comprobar el cambio principal.
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