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México D.F. Domingo 21 de septiembre de 2003
BANCO MUNDIAL: PREVISIONES SOMBRIAS
El
Banco Mundial ha difundido un preocupante documento en la reunión
anual con el Fondo Monetario Internacional que se está realizando
en Dubai, la capital financiera de los Emiratos Arabes Unidos. En el mismo,
por ejemplo, señala que el ingreso per cápita de los latinoamerianos
crecerá en promedio sólo 0.3 anual entre 2001 y 2005 lo cual
-dice el banco- es menos incluso que el crecimiento del ingreso en los
países al Sur del Sahara, que es la zona más pobre del planeta.
El banco sostiene además que las crisis económicas
que azotan a América Latina desde hace 15 años, sin que las
tímidas reformas realizadas en ese lapso por los gobiernos neoliberales
hayan atenuado sus resultados, impedirán que se cumpla el objetivo
de reducir a la mitad, de aquí a 2015, la proporción de la
población que padece pobreza y no tiene con qué alimentarse
de modo suficiente.
Entre 1900 y 2000 el número de latinoamericanos
en pobreza extrema que viven con menos de un dólar (cerca de once
pesos) por día creció -en efecto- casi 17 por ciento, pasando
de 48 a 56 millones de personas (cifra que ha aumentado en los últimos
años). Según el Banco Mundial, si la actual lucha contra
la pobreza llegase a tener los resultados medios que se observan hoy, en
el mejor de los casos la población en extrema pobreza sumaría
en 2015, 46 millones de personas; es decir, casi la misma cifra que en
1990. América Latina habría así marcado el paso durante
un cuarto de siglo sin conseguir el más elemental de los progresos
sociales, o sea, asegurar alimentación a todos sus habitantes.
Si se tiene en cuenta que un niño que no come lo
suficiente y no ingiere las proteínas y las calorías necesarias
para su desarrollo será enfermizo y poco productivo como adulto
(si llega a sobrevivir al hambre) y que las deficiencias graves en su nutrición
y en la higiene, que caracterizan a la pobreza extrema, afectan de modo
irreversible su desarrollo mental, podremos ver que un continente riquísimo
en recursos naturales, con gran capacidad para la agricultura y la ganadería
y relativamente poco poblado está condenado a convivir con la pobreza
y el atraso debido a las políticas económicas que se le imponen.
Estas son las causantes de aberraciones como las que registramos
en Argentina, que apenas tiene 37 millones de habitantes y según
la Organización de las Naciones Unidas y sus agencias podría
alimentar a 300 millones de personas, pero donde millones de personas pasan
hambre y hay niños que mueren de inanición.
Los recursos existen, pero están en pocas manos;
la producción agrícola es importante, pero los precios son
fijados por oligopolios trasnacionales y no compensan al productor de café,
de granos básicos, de carne; la exportación, que se presenta
como panacea para obtener divisas que permitan el desarrollo, es obstaculizada
por el proteccionismo de las mismas grandes potencias que hacen caer los
precios de los productos agroganaderos con sus subsidios masivos a los
productos similares que ellos exportan. La causa del hambre y de la pobreza
no reside únicamente en la impotencia de las políticas de
reformas (que, por otra parte, son la última de las preocupaciones
de gobiernos que dan prioridad al pago de la deuda externa y no al desarrollo).
Ella reside en lo que se denunció en la fracasada reunión
de Cancún de la Organización Mundial del Comercio: en el
sometimiento de la agricultura mundial -base del desarrollo de nuestro
continente- a las exigencias del capital financiero internacional a las
cuales, por otra parte, se pliegan la inmensa mayoría de los gobiernos
latinoamericanos.
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