México D.F. Lunes 22 de septiembre de 2003
Jaime Gazmuri, senador del Partido Socialista,
reflexiona sobre la izquierda chilena
En la UP, las convicciones democráticas de algunos
carecían de solidez suficiente
El legislador niega que el gobierno de Allende atentara
contra la libertad de expresión
GUSTAVO GORDILLO Y HERNAN GOMEZ ESPECIAL PARA LA
JORNADA
Jaime Gazmuri ha sido senador por el Partido Socialista
chileno tres veces consecutivas. Fue fundador del Movimiento de Acción
Popular Unitaria (MAPU), una de las fuerzas políticas más
importantes que conformaron la Unidad Popular (UP), en la cual representó
un ala moderada disidente. A 30 años del derrocamiento de Salvador
Allende, expresa su visión sobre una parte de la historia reciente
de su país.
-¿Qué planteaba el programa de Salvador
Allende?
-Allende planteaba dos ideas novedosas: una, que no lo
era tanto, era la del tránsito pacífico al socialismo; la
otra, la más innovadora para América Latina, era intentar
un segundo modelo de revolución, lo que implicaba un modelo de socialismo
distinto a todos los existentes. Ese modelo combinaba la socialización
de los medios de producción con las libertades políticas.
En el contexto de la izquierda chilena de los años 70 ese modelo
no era compartido por todos, y había cierta contradicción
entre la propuesta política de la UP y la ideología socialista
a construir. Había algunas fuerzas que estaban más cerca
del presidente Allende, pero otras se hallaban más alejadas. Mientras
el Partido Socialista y un sector del MAPU encabezado por Oscar Garretón
planteaban "avanzar sin transar", otros creíamos que había
momentos de avance y momentos de estabilización.
-Llegar a plantear la candidatura de Allende fue resultado
de un proceso complicado, pues varios grupos de la izquierda tenían
reticencia a una candidatura que se consideraba reformista. ¿Cómo
se convencieron ustedes de apoyarla?
-Teníamos la convicción de que debía
ser un candidato socialista, pero en un principio no creíamos que
debía ser Allende. Creo que me volví allendista cuando lo
conocí personalmente. Antes de eso, para mí era una figura
que veía en los diarios, desde lejos. Cuando era precandidato y
nosotros retiramos nuestra candidatura, nos convertimos en los más
codiciados. Todos trataban de seducirnos, sobre todo a los jóvenes,
pero Allende nos dijo de entrada: "Quiero que me expliquen por qué
no están conmigo. ¿Cómo no se dan cuenta de que el
único candidato posible de la izquierda soy yo?"... Entonces yo
dije: ¡este señor se las trae! Tiene personalidad, carácter
y no es el político tradicional. Proyecta sinceridad y es un hombre
de convicciones sólidas. Fue claro que había que apostar
por su liderazgo.
-¿Apoyaban ustedes plenamente la idea de Allende
de la "vía chilena al socialismo"? ¿Cuál era la actitud
de su grupo frente a la democracia y la legalidad?
-En el MAPU, a diferencia de grupos como el MIR (Movimiento
de Izquierda Revolucionaria), que se había vinculado mucho con la
revolución cubana, entendíamos que la forma de hacer los
cambios era dentro de la legalidad. Nosotros teníamos una formación
marxista relativamente abierta y menos dogmática que otras fuerzas.
Siempre fuimos críticos de la perspectiva de la lucha armada chilena.
Respeto a la legalidad
-Durante
la Unidad Popular, ¿se condujo el gobierno respetando siempre la
legalidad y las garantías constitucionales?
-Fundamentalmente sí. Hubo amplias libertades.
Sin embargo, algunas medidas se tomaron a partir de instrumentos que, aunque
eran legales, no eran jurídicamente impecables, como la configuración
de un área de propiedad social. Sin duda la constitución
de un área de propiedad social resultaba muy irritante para una
parte importante de la burguesía del país.
-El 25 de agosto de 1973 la Democracia Cristiana logró
que la Cámara de Diputados aprobara un acuerdo en el que se hacían
acusaciones muy serias, por ejemplo, que el gobierno de la UP había
violado garantías constitucionales, que se habían clausurado
radios y periódicos...
-Eso no ocurrió.
-Que se encarceló a periodistas de la oposición,
que se atentó contra la libertad de expresión...
-Nunca se encarceló a nadie sin orden judicial.
Probablemente algún periodista fue encarcelado por alguna cuestión,
pero no más del tiempo que podía permanecer sin una orden.
De lo que se nos acusaba era de querer nacionalizar la papelera que era
un monopolio privado y, por esa razón, estaba en la lista de expropiaciones.
Así, se dijo que por la vía del papel queríamos tener
un control sobre la prensa e íbamos a liquidar la libertad de expresión
en Chile. Sin embargo, esa fue sólo una especulación, porque
nunca expropiamos la papelera. Todas esas acusaciones eran hipotéticas,
porque pensaban que queríamos instaurar una dictadura comunista.
-A 30 años del gobierno de la UP, ¿qué
haría hoy que no hizo entonces?
-Habría buscado un entendimiento más sólido
con el centro político. Yo formaba parte de una orientación
de la Unidad Popular que consideraba el programa bastante radical. Veíamos
que el apoyo social y político era insuficiente, pues desde el comienzo
hubo una ofensiva muy fuerte de una derecha que pretendía desestabilizar
y terminar con ese gobierno. Ante tal situación debíamos
ser capaces de ampliar nuestra base de apoyo. La idea era correcta, pero
nos faltó amplitud de comprensión respecto a la naturaleza
de las fuerzas que estaban en juego.
"Ahora, ¿qué no haría hoy...? Hablaría
distinto. La verdad es que incluso nosotros, parte de los sectores más
responsables de la UP, teníamos un lenguaje muy ideologizado. Más
que referirnos a las cosas o a las personas, nos remitíamos casi
exclusivamente a las ideas. Hoy no haría lo que hice dentro del
MAPU en 1973, cuando luego de haber perdido por estrecho margen un congreso
resolvimos la disputa por la vía de tomar el partido y apropiarnos
de su nombre. Yo tenía convicciones democráticas, pero alguien
que hace algo así no las tiene suficientemente sólidas. Visto
desde fuera, alguien que utilizaba ese tipo de métodos políticos
para dirimir diferencias dentro de su propia organización también
podía hacerlo dentro del Estado."
-Chile es un país de elites muy conservadoras.
Visto a la distancia, ¿cómo ser de izquierda en un país
como éste?
-En efecto, la oligarquía aquí fue siempre
muy conservadora. Sin embargo, desde comienzos del siglo XX hubo un movimiento
obrero que se anticipó a varios países de América
Latina. Nuestra gran contradicción es que a pesar de tener esa oligarquía
tan poderosa, el movimiento popular en esas circunstancias adquirió
bastante fuerza. A partir de la década de los 60, Chile fue escenario
de cambios profundos. El primer quiebre con el orden conservador se había
dado desde el sector moderado del centro, a partir de la reforma agraria
que inició el presidente Eduardo Frei. Se generó así
una aspiración al cambio muy fuerte y mayoritaria. La izquierda
fue parte de ese proceso, pero no era el todo, aunque se pensara así;
el otro movimiento importante fue el que produjo el Concilio Vaticano II
y el movimiento de la Iglesia joven. Lo que hicimos con Allende fue continuar
en buena medida ese camino y profundizarlo.
-¿Qué diferencia existe entre la izquierda
de los 70 y la de hoy?
-Es muy difícil pensar en la izquierda de aquella
época con los parámetros de hoy. Entonces vivíamos
en la cultura de la revolución. Hoy lo que nos preguntamos es si
acaso es posible influir en lo que ocurre y modificarlo. Ese es el debate
de la izquierda hoy: ¿es posible gobernar? ¿Nos gobiernan
desde afuera o es posible algún tipo de gobierno nacional? El debate
contemporáneo es el de la pertinencia de la política.
-Sin embargo, hay un tema que estaba presente antes y
debería estarlo hoy: la desigualdad. En Chile el desequilibrio en
la distribución del ingreso está muy marcado, y después
de 13 años de un gobierno de centroizquierda permanece prácticamente
inalterable. Es un tema vigente frente al cual debieran ofrecer una respuesta.
-Sin duda. Creo que es el tema de futuro. Estoy de acuerdo
en que durante 13 años no hemos logrado cambiar la pauta de distribución.
Sin embargo, hay algo que no se dice: en una década hemos logrado
reducir la pobreza a la mitad, cuando en todo el mundo aumentó.
Eso es resultado del crecimiento económico, pero también
de las políticas sociales. Cuando se dice que somos un gobierno
neoliberal se está diciendo una simpleza y una falsedad. Mantenemos
economía abierta porque creemos que no hay alternativa, eso no es
de izquierda o de derecha. Procuramos mantener las cuentas fiscales ordenadas,
entre otras cosas para no estar negociando todos los días con el
Fondo Monetario Internacional y porque eso nos da una autonomía
para aplicar políticas sociales que de otra forma no hubiéramos
mantenido.
-Los 17 años de dictadura frenaron un proceso histórico
que, como decía usted, comenzó en Chile antes incluso de
la UP. Tal vez ese freno se habría evitado si se hubiera logrado
impedir el golpe. ¿Estuvo en sus manos hacer algo para ello?
-Sí, el golpe detuvo un proceso de ampliación
de libertades y de aparición de nuevos actores sociales y políticos.
Las dictaduras hacen a los pueblos malos y tontos, producen daño
y mucho dolor. Intentamos evitar el golpe. Fui partidario de buscar salidas
políticas mediante el diálogo. Traté de mantener un
intercambio fluido con el mando constitucionalista de las fuerzas armadas,
pero no fue suficiente.
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