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México D.F. Lunes 29 de septiembre de 2003

Ejidatarios rescatan y protegen zona arqueológica

Impidieron en Chacchoben, QR, la expropiación; ahora la administran

ANGELICA ENCISO L. ENVIADA

Chetumal, Quintana Roo, septiembre. Los campesinos, orgullosos, enseñan a los visitantes las ruinas arqueológicas de Chacchoben -de 2 mil 300 años de antigüedad- que evitaron les fueran expropiadas por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), cuya intención era concesionarlas al sector privado para su provecho. Ahora ellos se valen de los vestigios para impulsar proyectos ecoturísticos y utilizar parte de los recursos que obtienen de esa actividad para obras sociales.

Las ruinas son parte del proyecto Mundo Maya, que impulsan los gobiernos de México y de países de Centroamérica. Son visitadas por miles de turistas extranjeros, que en estos días paran dos veces a la semana por unas horas en el muelle Mahahual, a 40 minutos del ejido. Forman parte de una experiencia ecoturística única, porque es el primer espacio que es manejado por ejidatarios, quienes esperan recibir 75 mil paseantes entre noviembre y abril.

En 1994 el INAH comenzó el trabajo de restauración e investigación de la ruinas-tulumzona, localizada en la región de Los Lagos del sur del estado. Se cree que fue construida en el periodo clásico temprano, tiene influencia del Petén y está formada por estructuras de rangos diferentes en los conjuntos denominados ''gran basamento'', que debió ser el escenario principal de actividades ceremoniales; tiene áreas que funcionaron como residencia del grupo gobernante y el grupo II, que por el tipo de edificaciones pudo haber sido la zona administrativa y habitacional.

Las ruinas sobrevivieron a un incendio ocurrido en los años 60 en el ejido de 18 mil hectáreas, que devastó 50 por ciento de la superficie; en la zona han resurgido caobas y orquídeas entre las que pasean monos sarahuatos, tucanes y otras especies en riesgo de extinción. Muchos de esos ejemplares son sustraídos ilegalmente por gente ajena a la comunidad.

Tras el siniestro, los 300 ejidatarios dejaron de explotar la madera de sus bosques y decidieron conservarlos, lo que propició la migración de los jóvenes y la ausencia de fuentes de empleo. Este deseo de protección les dio fuerzas para que en 1994, cuando llegó el INAH a explorar las ruinas y llevarse objetos arqueológicos -"que no supimos dónde quedaron"-, evitaran la expropiación de 70 hectáreas por las que les daban 140 mil pesos, explica Javier Uc Medina, gerente administrativo de la Unidad de Servicios de la zona arqueológica.

Tras el siniestro, que afectó unas 10 mil hectáreas, la selva "poco a poco se recuperó, la protegimos, aunque esto dejó hambre, porque no había donde trabajar y no había otros recursos. La selva, deteriorada, no se podía recuperar con rapidez. Esto ocurrió lentamente. La gente regresó después, cuando vino la ganadería y la agricultura. El bosque se rescató solo, porque lo dejamos estar en paz", dice Miguel Villalobos, ex comisario ejidal.

Los ejidatarios de Chacchoben -que en maya significa lugar del maíz colorado- negociaron con el gobierno federal, representado por el INAH, que les dejara el lugar, porque comprendieron que ''tenían que jalar parejo, aunque al principio no entendían y no creían que pudiéramos salir adelante, pero conseguimos recursos por 2 millones de pesos para el proyecto".

Además -explica en el recorrido por las ruinas, en cuyos accesos están los montículos donde residen los aluxes, duendes mayas a los que hay que pedir permiso para entrar-, la comunidad ya puede empezar a vivir del ecoturismo y se verá beneficiada con 30 por ciento de los ingresos que se cobran por la entrada a las ruinas, lo cual se invertirá en obra social.

"Esta es la primera comunidad que opera los servicios en una zona arqueológica, es el primer sitio que tiene un comité auxiliar del INAH para la conservación de los vestigios arqueológicos", agrega. "En 1994 empezaron los trabajos del instituto, que entró y sacó piezas arqueológicas, pero nadie sabe dónde quedaron; ni nosotros, que somos los dueños de todo esto, sabemos dónde están", relata.

''Pero eso no volverá a ocurrir -asegura-, porque de ahora en adelante el INAH se tiene que poner de acuerdo con el comité auxiliar integrado por ejidatarios y autoridades. Si sale una pieza arqueológica el comité auxiliar hará una bitácora, por lo que no se volverán a llevar las piezas así nomás, porque con lo que se encuentre en el ejido se va a hacer un museo comunitario.''

Es injusto, dice, que en ruinas como Tulum, que recibe 3 millones de personas al año, los recursos no se queden ahí para su conservación y todo se vaya a la Secretaría de Hacienda, pero ahora "gracias a los revoltosos de Chacchoben, que nos fuimos hasta México y llegamos al Senado a plantear nuestro problema, logramos que se devolviera 70 por ciento a todos los sitios arqueológicos para su restauración y conservación".

En esta zona hay 40 pirámides y 200 vestigios más pequeños, que la comunidad cuida como sus tesoros más preciados, luego de rescatarlos de la injusticia que pretendía hacerles el gobierno al tratar de sacarlos del lugar, asevera.

Ahora las pirámides que la comunidad llama el sol y la luna, localizadas en el centro de la zona arqueológica, forman parte del proyecto Mundo Maya.

De acuerdo con ese proyecto, este ejido sería la puerta de acceso a este mundo y el Banco Interamericano de Desarrollo hará una inversión de 150 millones de dólares, de los cuales se invertirán 26 millones de dólares en esta comunidad, Lázaro Cárdenas y Bacalar. Se prevé la construcción de una carretera que arrancará desde este lugar y pasaría por la zona arqueológica hasta llegar a Guatemala.

Los ejidatarios se ufanan de su bosque, que para ellos es intocable, a pesar de los ladrones furtivos de orquídeas y caobas, y muestran el recorrido interpretativo de lo que es la explotación de chicle, por ejemplo, la demostración del corte de los árboles tal como se hace en un verdadero campamento chiclero.

En esta selva los turistas estadunidenses o europeos que bajen de sus cruceros podrán escuchar a lo lejos a los monos aulladores delimitando su territorio y a los tucanes que ocasionalmente se dejarán ver, mientras no los capturen los traficantes de estas especies.

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