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E D I T O R I A L
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México D.F. Lunes 29 de septiembre de 2003

 


IRAN: PRESIONES INACEPTABLES

El presidente estadunidense George W. Bush envió anteayer una nueva señal ominosa a Irán al exigirle que renuncie a su supuesto programa de desarrollo de armas atómicas. El jefe de la Casa Blanca logró incluso que le hiciera coro el presidente ruso, Vladimir Putin, quien pidió al régimen iraní que "amplíe su cooperación con la OIEA" (Organización Internacional de Energía Atómica).

Para poner en contexto estas injerencias en la república islámica, es pertinente recordar que ese organismo, presionado por Wa-shington, pretende que Teherán demuestre que no está fabricando armas atómicas y que sus actividades nucleares pacíficas no son una cobertura para utilizar la energía nuclear con fines destructivos. El gobierno iraní, por su parte, replicó ayer que no abandonará "las actividades de enriquecimiento de uranio con fines pacíficos". De acuerdo con las autoridades de la nación acusada, su programa atómico tiene el propósito de generar electricidad para satisfacer la demanda creciente. Es oportuno señalar, también, que en repetidas ocasiones Bush ha pedido a Moscú que suspenda sus ventas de tecnología atómica a Irán, operaciones que se realizan en el marco de un contrato por 800 millones de dólares para construir una planta nuclear en la localidad de Bushehr.

Es preocupante que la Casa Blanca repita, contra Teherán, la campaña de calumnias que lanzó contra Bagdad antes de invadir Irak, y que trate de reproducir en Irán una trampa similar a la que usó para convencer a sus aliados de que el país árabe poseía armas de destrucción masiva: ahora Washington pretende que Irán "demuestre" que no está fabricando bombas atómicas, como exigió a Irak, en su momento, que "probara" que no tenía armas químicas, biológicas o nucleares.

Por supuesto, Bush y Tony Blair mentían a conciencia y sabían lo que hoy es evidente: que el régimen de Saddam Hussein tuvo armas químicas sólo mientras Estados Unidos y Europa le facilitaron su fabricación, y que había abandonado la producción de esas sustancias a partir de la primera guerra del golfo Pérsico, como señalaron científicos y ex funcionarios iraquíes a la revista Time. Acorde con esa confirmación, el Comité de Inteligencia del congreso estadunidense concluyó ayer que la información aportada por Bush sobre las supuestas armas de destrucción masiva de Saddam era "anticuada", "fragmentaria", "circunstancial" y "muy débil". Pero la revelación de la verdad parece secundaria ahora que la mafia gobernante estadunidense ha alcanzado su objetivo de hacerse con el control del petróleo iraquí y dominar la posición geoestratégica que representa esa infortunada nación árabe.

En tales circunstancias, es obligado preguntarse si Washington sondea el terreno para emprender en Irán una nueva agresión bélica, si busca presionar a la república islámica para que adquiera su tecnología nuclear de proveedores estadunidenses o si pretende, llanamente, obligarla a que renuncie al uso de esa energía. En cualquiera de los tres casos se trata de una actitud hostil, intervencionista e ilegal que debe ser denunciada y repudiada por la comunidad internacional.
 

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