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México D.F. Sábado 11 de octubre de 2003

El cine, obsoleto; Internet, "gran basurero": Vallejo

La palabra supera a la imagen, dice; la vejez completa la vida humana

JORGE CABALLERO ENVIADO

Morelia, Mich., 10 de octubre. El escritor Fernando Vallejo ya no va al cine, a pesar de que filmó varias cintas. "El cine es el gran embeleso, el gran engaño del siglo XX; es un arte que perteneció al siglo pasado y lo tenemos que dejar en paz; es un arte que en cien años dio todo lo que tenía que dar", afirma.

Vallejo tampoco sale de su casa, pero está en esta ciudad porque es invitado especial en el Festival Internacional de Cine, en el que se presenta el documental La desazón suprema: retrato incesante de Fernando Vallejo, que, por supuesto, no ha visto. "Vine porque soy amigo de la directora del festival, Daniela Michel, y me dijo que eso ayudaría al encuentro; no tengo un ego como para que, después de verme la gente en el documental, vaya a presentarme en vivo. ¡Yo qué voy hacer ahí!"

La Jornada entabló una charla con este colombiano radicado en México, que en lo general es encantador, en lo particular sorprendente y en momentos, sólo por momentos contradictorio, pero, como dicen los que saben, únicamente el que se contradice piensa.

Retomando su primera respuesta, Vallejo agrega: "El engaño del cine es pensar que es un arte maravilloso y que la imagen es superior a la palabra; eso no es cierto. La palabra es el ser humano. Los cineastas, así puedan filmar con camaritas chiquitas y con cintas que no cuestan nada, nunca tendrán la libertad de la palabra; es mucho más fácil tener papel y lápiz enfrente para expresarse que andar con una cámara molestando a la gente".

Vallejo FernandoAl retomar la segunda respuesta, señala: "Estos viajes me sirven para ver la cantidad de cadáveres que caminan, porque los jóvenes están muy ocupados con su camarita y su computadora, pero eso no es lo que necesita el ser humano. El cine es el gran engaño y la Internet es un gran basurero, pero no se dan cuenta, porque la vejez es la que da claridad; sin la vejez la vida humana está incompleta".

Augura: "Ahora va a venir una plaga de cineastas que remplazará a la de los poetas; habrá miles y millones de cineastas; de pronto uno o dos harán algo que valga la pena. Si el cine es poca cosa, el documental es menos, es un género de limosneros; no he visto el documental de Luis Ospina, aunque a la gente le ha interesado; las personas se me acercan emocionadas, ¡nunca pensé que a la gente le pudiera interesar algo de mí!"

El documental La desazón suprema..., dirigido por Luis Ospina, empieza con un áspero discurso que Vallejo dio en un encuentro de escritores en Colombia hace unos años. El creador informa: "Todos los escritores teníamos que pronunciar un discurso de cuatro minutos de amor a Colombia y yo lo dediqué a los muchachos de mi país, para que no se reprodujeran más, porque ya no cabemos, no hay trabajo para nadie, el campo está arruinado, la industria también y

además a los colombianos no nos quieren en ninguna parte, y con razón, porque cada país tiene demasiados problemas para cargar con los de otros. Por qué España o México o cualquier otra nación debe cargar con los problemas de los colombianos, ése fue el tema del discurso".

El documental registra el pensamiento iconoclasta de Fernando Vallejo, retrata su cotidianidad en su casa de la colonia Condesa, su etapa de cinerrealizador, músico y filólogo, además de incluir su opinión acerca de detractores, como cuando se llamó a boicotear la película La virgen de los sicarios, en su estreno en Colombia, por "considerarla una bajeza" y por ser Vallejo "un homosexual reprimido". Nada más lejos de la realidad: "Si supieran la cantidad de muchachitos con los que me acosté en Medellín", confiesa Vallejo en la cinta.

Timidez contrastante

Cuando uno observa al autor de Los días azules, en las distintas sedes del festival, se ve tímido e inclusive endeble, contrastando con lo irascible/irreductible de su imagen en el documental dirigido por Ospina. Sobre esta capacidad de licantropía, en entrevista con La Jornada dice: "No sé por qué mis libros forman esa imagen; si hablo en contra de la reproducción, no es porque me sienta a gusto, es que me duele el desastre generalizado. Todo el mundo pretende dar una imagen de bondad cuando la maldad está más cerca del ser humano; los sanos son muy poquitos, más ahora que este Papa devaluó la santidad que la Iglesia había valorado durante 2 mil años. Comenzó a santificar como un demagogo irresponsable, como emitir papel moneda hasta devaluar el peso. La ventaja es que ha durado bastante, casi lo que falta para que acabe la Iglesia católica, que es la plaga de la humanidad".

-¿O sea que usted no se pone el play y comienza a hablar?

-Esa es la gran desgracia, que como se me considera escritor porque he hecho libros, pero como soy tantas cosas aparte de eso... termino diciendo cosas muy desagradables cuando hablo en público. Como nadie levanta la voz, me tocó hacer un papel de villano. Cuando me piden que hable lo hago, no ando buscando que me pongan los micrófonos enfrente.

Particularmente se le pregunta sobre los vínculos entre Colombia y México, mostrándole la fotografía de la página principal de La Jornada de una edición pasada, que en el titular dice: "Atentado en Colombia; 6 muertos". Vallejo responde: "¡Es que fueron muy poquitos!, ¡es el pan cotidiano de Colombia! Esas son bombas inútiles, sin ton ni son, no conducen a nada ni provocan caos porque Colombia ya se acostumbró a él. Es la maldad humana, hacer daño innecesariamente; si la guerrilla la puso, nada más ha hecho que aumente el odio que la gente siente por ella, no puede pretender conquistar un país matando gente inocente".

La claridad la dan los años

El tiempo se agota y a Fernando lo apuran para ir a almorzar; antes de marcharse reflexiona: "Como ya viví mucho, tengo 60 años, estas cosas que vivo no las vi de muchacho; viví el desastre generalizado, el de mi país y el del mundo, pero no tenía palabras ni claridad para decirlo, ahora las tengo. Ahora que me acerco más a la muerte me siento muy lúcido, puedo ver con claridad el fenómeno biológico, el cine, la literatura y una cosa más vaga de encontrarle leyes, que es la moral. Me voy a morir sin entender tres cosas que son inescrutables e inexplicables, que la humanidad nunca las ha entendido ni nunca las entenderá: la gravedad, la luz y cómo el cerebro produce la mente o el alma o como se le quiera llamar".

La charla concluye: "Mi visión de la vida es que es un horror, un desastre y que imponerla es una infamia, más que quitarla. Toda la lucidez la adquirí aquí con los años, pero hay una cantidad de viejos que no tienen claridad".

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