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México D.F. Martes 14 de octubre de 2003
En Veracruz, red salvadora de migrantes de CA
Escondidos en ferrocarriles de carga, cientos reciben comida, agua y cobijo
GUADALUPE LOPEZ CORRESPONSAL
Cordoba, Ver. El insistente silbido del tren es el aviso de que lleva a bordo indocumentados centroamericanos. Del caserío humilde salen corriendo mujeres, niños y algunos hombres que alcanzan a dar en la mano bolsas con comida, pan, frutas y botellas con agua a los migrantes que vienen en el convoy, o se los arrojan. Esta escena solidaria se repite diariamente en Córdoba y pueblos circunvecinos por donde pasan ferrocarriles de carga con cientos de indocumentados centroamericanos, que entre los furgones o tumbados sobre las máquinas se dirigen hacia el norte del país con intención de cruzar la frontera estadunidense.
En el trayecto desde sus naciones de origen hasta tierras mexicanas, los migrantes han sufrido asaltos y agresiones. Algunos ya han sido deportados en varias ocasiones, pero regresan, pues en Centroamérica "no tenemos nada", dice un indocumentado.
Casi a diario se llenan las dos celdas de los separos de la policía municipal de Córdoba, adonde van a parar los centroamericanos que han sido detenidos por agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) y de Seguridad Pública del estado. La subdelegación regional de Migración, con sede en Córdoba, no informa sobre esta situación; su titular, Marcela Díaz, dice simplemente: "no hay entrevistas".
En Córdoba, la ayuda a los indocumentados proviene de los más pobres. De familias que habitan en las colonias Pénjamo, San Miguelito y Cándido Aguilar, entre otras, asentadas a orillas de las vías del ferrocarril. Los vecinos son testigos cada día del paso de cientos de indocumentados encaramados en los furgones, de su huida hacia los cañaverales cuando los persiguen policías y autoridades migratorias, así como del hambre que mitigan con los alimentos que les ofrece la gente.
"Preparamos bolsas con comida, salimos y les damos. Nos gritan que quieren agua y casi toda la gente les da, y también pambazos, tortas, lo que tenga uno. Hay trenes en los que vienen como 200, y vienen mojándose junto con los niños que traen y se quejan de que les pegan", comenta una mujer que dijo que permite a migrantes pasar las noches de lluvia bajo el alero de su casa, y adentro si son mujeres con niños. En otras casas también les dan refugio.
Algunos indocumentados se bajan antes de llegar a la estación y se esconden en acequias para después abordar otra vez el tren, superado el riesgo de ser detenidos y deportados. Otros logran escapar de redadas y piden ayuda en las casas.
En la comunidad Los Angeles, municipio de Cuichapa, a 15 minutos de Córdoba, Angela Ramos, joven madre soltera, organizó a sus vecinas para ayudar a los migrantes. Destaca en entrevista que la solidaridad proviene sobre todo de las mujeres, porque muchos hombres de la región "se fueron también a Estados Unidos".
Afuera de su casa, mientras prepara bolsas de pan que regalará a los viajeros, Angela cuenta que todo esto comenzó hace casi dos años y medio, cuando en Cuichapa fue notorio el incremento del flujo de indocumentados por el ferrocarril. "Somos varias primas, nos juntamos y empezamos a salir al paso del tren. Oíamos que (los migrantes) gritaban que querían agua y también pedían ropa y comida, y empezamos a llenar botellas y a sacar tacos, pan, naranjas, lo que tuviera uno a la mano."
La red de ayuda se extendió a otras mujeres, que vieron la necesidad de
organizarse para conseguir comida, porque a veces los trenes pasaban con casi 500 indocumentados. Entonces decidieron salir a pedir cooperación a la gente e ir al mercado de Córdoba a recolectar verdura, fruta "y lo más que se pueda" para ayudar a "nuestros hermanos que van a buscar la vida", indicó Angela, quien añadió que su grupo también consigue ropa usada y zapatos en casas o bazares.
Angela Ramos, cuya humilde vivienda está a escasos metros de la vía ferroviaria, dijo que lo que se consigue no es suficiente, pues los migrantes no dejan de pasar.
Narra que "a veces" los migrantes bajan del tren, piden posada para pasar la noche y en ocasiones las vecinas juntan algunos pesos que les entregan a los extranjeros para que paguen un pasaje a Córdoba. "Hemos notado que cuando silba con insistencia el tren es que trae bastantes migrantes. Y es como un aviso; entonces es una corredera, con frutas, agua, pan o lo que sea; algunos (conductores del tren) aminoran la velocidad y nos da tiempo, pero no paran cuando van atrasados. Es un modo del maquinista de solidarizarse también con ellos", expresa.
La plática con Angela se interrumpió ante los silbidos insistentes del tren. La joven y otras mujeres corren con bolsas de pan y botellas de agua en las manos. Se aproximan a la vía acompañadas por el padre de Angela, Roberto Ramos, y en seguida empiezan a aparecer entre furgón y furgón alrededor de 100 hombres y mujeres centroamericanos, con expresión de cansancio que extienden los brazos para recibir alimentos, que agradecen con una sonrisa. En la población La Patrona, municipio de Amatlán de los Reyes, los espera con víveres otro grupo de personas.
El cuadro se repite en varios lugares como Fortín, Ciudad Mendoza y Acultzingo. "A veces pasan muchos, 500, 600, no alcanza", lamentó Roberto Ramos, quien habla también de los casos en que algunos indocumentados caen accidentalmente del tren o son arrojados de las góndolas por asaltantes que no encontraron qué robarles. En la comunidad Los Angeles ya atendieron a uno con las costillas fracturadas. Lo llevaron al dispensario del albergue para migrantes que ofrece la parroquia de Guadalupe, y cooperaron todos para las medicinas.
Córdoba es paso frecuente de migrantes salvadoreños, guatemaltecos, nicaragüenses y hondureños, que van hacia el Distrito Federal y de ahí a San Luis Potosí para aproximarse a la frontera con Estados Unidos en busca de trabajo. El fenómeno ha originado pugnas entre el gobierno municipal panista y la subdelegación regional del Instituto Nacional de Migración (INM), pues los centroamericanos detenidos van a dar a los separos de la policía municipal cordobesa -que no es la instancia adecuada-, donde se mezclan con delincuentes.
Un jefe policiaco que pidió omitir su nombre expuso: "aquí se da una situación muy compleja, se están manejando más de 500 indocumentados al mes y es muy complicada, porque ya hubo un problema aquí con un indocumentado que tenía antecedentes por homicidio en la Oficina Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés).
En una ocasión, señaló, hubo más de 90 indocumentados en una celda, "y yo tengo personal, pero para la vigilancia de la ciudad, ya que son 250 colonias y 70 congregaciones, y no para cuidar indocumentados".
Solidaridad de religiosos
En la parroquia de Guadalupe, situada cerca de la estación del ferrocarril de Córdoba, se aloja y alimenta a migrantes por medio de un proyecto que coordina el sacerdote Arturo Cisneros. El cura señaló que en el lugar "se trata de apoyar a los indocumentados en sus necesidades básicas más apremiantes, como es que se bañen, coman, duerman un poco, y se les da atención médica a los que llegan enfermos. Aquí se recibe un promedio de 10 migrantes diariamente y hay ocasiones en que llegan hasta 25. Vienen también mujeres y niños".
Cisneros agregó que los migrantes comen en el camino "hasta lo increíble". Lo mismo la comida que les avienta la gent que desperdicios, hojas, pasto, "por eso aquí les dan las tres comidas con el apoyo de los locatarios del mercado que aportan víveres, y algunos particulares que a veces les dan alimentos, otros cooperan con ropa y calzado, medicinas o colectan algo de dinero para los pasajes de autobús de quienes siguen su camino por ese medio. (La organización de beneficencia de la Iglesia católica) Cáritas también ayuda con los gastos". Destacó que "la gente sencilla es la que más ayuda".
En la parroquia de María Auxiliadora, del municipio de Río Blanco, conurbado a Orizaba, está la Casa del Migrante, donde a los indocumentados se les ofrece el mismo apoyo, pero la diferencia está en la cantidad de gente que diariamente se recibe. Por lo menos son 150 y en ocasiones "se cuelan hasta 300, son los más pobres, los que vienen por el tren y aquí está la parada, ya se hizo costumbre", señaló el sacerdote Salomón Lemus, encargado de la Pastoral del Migrante, creada por el obispo Hipólito Reyes Larios en la diócesis de Orizaba.
El párroco explicó que la casa a su cargo se creó a petición de "muchos laicos, porque veían a los migrantes que andaban en la vía y sufrían mucho". Comisiones y brigadas se encargan de recolectar víveres, ropa, zapatos y medicinas; ante la cocina del lugar hombres y mujeres hacen largas filas para recibir pan, café, comida caliente y ropa.
Las parroquias, algunos comercios y varias familias aportan su ayuda. Pollo, pescado, pan, lo que se pueda. Luego de tres días los migrantes continúan su camino.
Lemus comentó que los policías de Seguridad Pública estatal "hacen y deshacen, no tienen miramientos ante esta gente y no les interesa el sufrimiento".
Ante las acusaciones contra la policía estatal, el subsecretario de Seguridad Pública, Valentín Romano, se defiende: "no tenemos ninguna denuncia acerca de la actuación de nuestro personal, ni Derechos Humanos nos ha hecho recomendación alguna. Además, déjeme decirle que con satisfacción, la policía de Veracruz es la que detiene más personas que entran al país ilegalmente y esto se ha convertido en un problema grave, porque algunas personas son agresivas y se convierten hasta en un peligro para la población mexicana. Inclusive agreden a la policía".
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