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México D.F. Lunes 20 de octubre de 2003
Bernardo Bátiz Vázquez
La diputada Villalobos
En la celebración de los 50 años del reconocimiento del voto a las mujeres no podemos olvidar a una que se distinguió entre las primeras, que ejerció con naturalidad y sencillez tanto su derecho a sufragar, voto activo, como su derecho a recibir en su favor los sufragios de sus contemporáneos, voto pasivo.
Recuerdo y me refiero a la chihuahuense, de Parral, Florentina Villalobos, de quien hace años no sé nada, que fue diputada de los tiempos heroicos del Partido Acción Nacional (PAN), conferencista, capacitadora en los cursos que organizaba don Luis Calderón Vega y eventualmente articulista de La Nación.
Debe mencionársele ahora, no sólo porque ha sido una mujer que se destacó en la política nacional cuando las de su género eran todavía más escasas en los cargos públicos que ahora, sino por su labor en favor del pleno reconocimiento político y en pro de la igualdad.
Las actuales diputadas y senadoras del PAN y otros partidos, que creen que la historia de la oposición empezó con el Maquío Clouthier, quizás ya no recuerden que fue Florentina quien presentó la iniciativa de modificación a la Ley del Notariado, que era una de las últimas normas discriminatorias vigentes.
En uno de sus preceptos, la ley enumeraba los requisitos para ser notario, entre otros estaba ser varón.
Decía la disposición que para ser notario se requería ser mexicano, licenciado en derecho, con un número de años de ejercicio, varón de tal o cual edad, de buena conducta, etcétera.
La iniciativa de Florentina Villalobos fue parca y certera: modificar el artículo para suprimir la palabrita. La propuesta fue aprobada y el hecho es significativo, porque entonces no le pasaban a la oposición ninguna propuesta, así fuera de un punto o una coma. No se atrevieron a desecharla y no tuvieron el humor de buscar alternativa.
Florentina se distinguió también, siendo muy joven, como colaboradora de Adolfo Christlieb Ibarrola, presidente del PAN, hoy medio olvidado, que enfrentó nada menos que a Gustavo Díaz Ordaz, primero cuando éste fue secretario de Gobernación y después Presidente. A Florentina le tocó la crisis del 68, al lado del mismo Christlieb, de don Rafael Preciado Hernández, Efraín González Morfín, Manuel González Hinojosa y otros panistas distinguidos, quienes supieron adoptar una postura gallarda en defensa de los muchachos y de las instituciones de educación superior, postura que impidió entonces que el PAN quedara ubicado, como luego quedó, a la derecha del espectro político mexicano.
Hoy muchas jóvenes legisladoras disfrutan de las prebendas que conllevan sus curules y sus escaños, pasan sin mayor problema de un cargo a otro y creen que hacer política es como dice el corrido "un baile de carquís". No estaría mal que recordaran a quienes las precedieron. En el caso del PAN, recuerdo -entre otras muchas de aquellas luchadoras desinteresadas e incansables-, además de Florentina Villalobos, a Susana Herrasti, a la profesora Isabel Salas, a las hermanas Limón, para no hablar de infanterías que fueron muchas o de otras que simplemente siguieron a sus esposos en la "brega de eternidad" a que convocó Gómez Morín.
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