México D.F. Lunes 20 de octubre de 2003
APRENDER A MORIR
Hernán González G.
Tanatología, instrumento de vida
CON FRECUENCIA LA gente pone cara de extrañeza cuando oye la palabra tanatología, o pregunta si no es sinónimo de eutanasia, o alguien se hace el gracioso e improvisa un mal chiste etimológico, sin faltar el empleado de librería que no duda en mandarnos al área de libros "técnicos".
ES EL RESULTADO de mantener, todavía, en el clóset de los prejuicios esta moderna disciplina, y de la pésima costumbre de ocultar informaciones ante nuevas situaciones. Es, asimismo, la falta de divulgación oportuna y sustentada de la naturaleza, principios y herramientas de la tanatología en los medios, empeñosos en informar casi de todo, menos de lo que nos beneficia.
SI BIEN EL ser humano lleva millones de años muriendo, tiene apenas unos 40 de haber empezado a estudiar la muerte como parte de la vida, no como su antítesis; a entender las pérdidas como eventos antes que como tragedias, y a rodearse de enfoques y herramientas que le permitan adoptar una actitud más fortalecida y serena, menos lúgubre y dogmática, ante ese viaje inevitable cargado incluso de sentido.
DE AHI LA incipiente formación en México de profesionales que sepan proporcionar una ayuda no médica ni religiosa al enfermo terminal y a la familia de éste, o a apoyar en la elaboración del duelo, así como la falta de investigadores y divulgadores de diversas disciplinas en todo lo relacionado con esta repudiada, pero inevitable condición de "futuros cadáveres".
DESCONOCEMOS EL ARTE de separarnos tanto de los sujetos como de los objetos, así como los recursos para enfrentar las pérdidas, no por forzosas menos perturbadoras. Nos afanamos en mejorar nuestra calidad de vida y "progresar", pero puerilmente rehuimos enterarnos de cómo dejar de ser y de cómo mejorar nuestra calidad de muerte, esa molesta certeza.
DEFINICIONES DE TANATOLOGIA sobran. Entre otras, la etimológica, tánatos (muerte) y logos (tratado), o la que afirma que tanatología es el estudio interdisciplinario de la muerte y el morir, así como de las medidas para disminuir el sufrimiento físico y sicológico del enfermo terminal y apoyar la aprehensión y sentimientos de los familiares.
PERO ES ADEMAS investigación y puesta en práctica de estrategias para acompañar las pérdidas, cotidianas o definitivas; es abundar en la sana costumbre de escuchar y preguntar, no de imponer al otro nuestros propios miedos y creencias, y es, sobre todo, asimilar el arte del desapego, de la relativización y del soltar.
APROXIMARSE A LA tanatología implica entonces, más que repetir verdades "eternas", una madura disposición a revisar valores al uso y los propios, e inclusive a rediseñar el manejo de nuestra vida diaria. Ello favorece la sistemática preparación para una muerte tan cierta como imprevisible, pero que podrá ser más personal, digna e imaginativa en la medida que lo sea nuestra existencia.
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