México D.F. Martes 21 de octubre de 2003
La desigualdad se ha profundizado desde 1987,
cuando se implantó el neoliberalismo
Seis de cada 10 bolivianos viven en la pobreza, según
cifras oficiales
El gas sólo fue el catalizador de 20 años
de inconformidades, opinan especialistas
XIMENA ORTUZAR ENVIADA
La Paz, 20 de octubre. Bolivia
tiene ya su nuevo gabinete, nombrado por su nuevo presidente. Carlos Mesa
Gisbert anunció al tomar posesión, el 18 de los corrientes,
que integraría un equipo ministerial apolítico.
El domingo por la tarde tomó juramento a sus asesores.
Y sobrevinieron las evaluaciones. Para la mayoría de la opinión
pública se trata de "personas de buena reputación, capacitadas
y confiables." En lo que no hay unanimidad de opiniones es en su "apoliticismo".
John Antezana, jefe de la bancada de Nueva Fuerza Revolucionaria
(NFR, que integró la coalición gobernante) en la Cámara
de Diputados, sale al paso: "Este gabinete no es tan apolítico como
se lo quiere presentar; hay en él militantes de Acción Democrática
Nacionalista (ADN) y del Movimiento Bolivia Libre (MBL). Citó concretamente
a Alfonso Ferrufino, quien fue candidato a diputado por el MNR -aunque
era militante del MBL- por la circunscripción 23, en Cochabamba.
Con él me enfrenté y vencí. Ahora está como
ministro de Gobierno (Interior) de Mesa. Ojalá que el presidente
no haya sido presionado para esta designación."
La situación inédita que vive este país
aún no termina de ser asimilada por la población. Diferentes
hechos ahondan la confusión.
El nuevo presidente y anterior vicepresidente -es decir,
segundo en línea de mando del depuesto presidente-, ganó
la vicepresidencia por votación el 30 de junio de 2002, postulado
por el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR), el partido de Sánchez
de Lozada, pero marcó distancia de ambos el 15 de los corrientes,
cuando el número de muertos por la guerra del gas superaba
los 70.
Inmediatamente después de que Mesa tomó
posesión, el MNR se declaró opositor.
Otro punto que no queda del todo claro es la mantención
en sus cargos a los altos mandos militar y policial, y la evaluación
que de las acciones represivas recientes han hecho tanto Mesa como esos
altos mandos.
Al cabo de 14 meses, Mesa no estuvo de acuerdo con la
forma en que el gobierno -que él integró- manejó la
última crisis -porque hubo otras anteriores- y enfrentó la
movilización social. Una vez asumido como presidente de Bolivia,
Mesa -reconocido por las Fuerzas Armadas como su Capitán General,
es decir, autoridad máxima- centró las culpas en el poder
político. Dijo: "La responsabilidad final sobre la decisión
que se toma es la responsabilidad del poder político y es la responsabilidad
del Estado".
El comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, Roberto
Claros, dijo a su vez: "La institución castrense en estos casos
-de violencia y represión- no actúa por iniciativa propia,
sino por decisión y exigencia del poder político, que en
su incapacidad de superar estas crisis en el ámbito que les corresponde,
acuden en última instancia a las Fuerzas Armadas exponiendo a sus
componentes y olvidando que las Fuerzas Armadas son esencia de ese mismo
pueblo y su brazo armado para cuando la patria esté en peligro."
Presidente y jefe militar absolutamente de acuerdo.
Bolivia, ¿cuál de ellas?
Mientras
Cochabamba reinicia el retorno a la normalidad, preguntamos a algunos de
sus habitantes qué esperan del nuevo gobierno.
Un consultado responde: "Bueno, este gobierno tan nuevo
no es. Porque Mesa ya estaba en él desde hace más de un año.
De esperar, en realidad no espero mucho. Sólo desearía que
sepan llevar las cosas con más calma."
Y al preguntar qué esperan para Bolivia, otro consultado
responde contra preguntando: "En primer lugar, ¿de cuál Bolivia
me habla?"
Hay que ser más precisos. Nos abocamos entonces
a afinar el tema y recabamos información actualizada acerca del
o los países que conocemos como Bolivia.
El Centro de Estudios para el Desarrollo informa: 20 por
ciento de la población más rica de este país concentra
54 por ciento del ingreso total; en el otro extremo, el 20 por ciento más
pobre se reparte apenas el 4 por ciento.
Las cifras de la desigualdad se han profundizado en los
años del neoliberalismo, implantado a partir de 1987. El desempleo
también.
Seis de cada 10 bolivianos viven en la pobreza o en la
extrema pobreza. El ingreso promedio diario es inferior a un dólar.
En el sector rural las cifras son dramáticas: nueve cada 10 campesinos
son pobres o indigentes.
Vale reiterar que el Fondo Monetario Internacional (FMI)
presionará a este gobierno, como lo hizo mientras lo encabezaba
Sánchez de Lozada, para ajustar el déficit fiscal del producto
interno bruto. Los especialistas afirman que dicho déficit alcanzará
al 8 por ciento. Y que el ajusto lo pagarán, una vez más,
los de menores ingresos.
Hay al menos dos Bolivia para sus habitantes. Y son profundamente
diferentes.
En este contexto, la venta de gas natural a Estados Unidos
y México, pasando por Chile, fue un elemento más en el hartazgo
más que el punto nodal del conflicto entre fuerzas vivas y gobierno.
Lo que estalló fue la acumulada desconfianza frente
a las privatizaciones y a la inversión extranjera. Sánchez
de Lozada en su primer gobierno (1993-1997) había minimizado el
papel del Estado en la economía, vendiendo empresas públicas
y generando una concentración de la riqueza que analistas especializados
califican de "obscena", mayor desempleo y un deterioro notable de las condiciones
de vida del sector más pobre.
Un editorial de la revista boliviana Punto Final
señala: "Lo que hizo aquella agenda neoliberal fue no sólo
ahondar la brecha social presente, sino poner al descubierto la estructura
histórica de la economía boliviana, de la cual los indígenas
son la memoria viviente".
Al respecto, el analista Javier Gómez Aguilar puntualiza:
"El reclamo indígena es que el Estado los tenga en cuenta. Aunque
son mayoría, nunca han sido incluidos y se los despreció.
Y esto es lo que aflora (en la reciente crisis). El Estado actual no representa
a la burguesía, que ya no existe de tan extenuada que está,
sino al gran capital extranjero".
Las protestas antineoliberalismo comenzaron en Bolivia
en el año 2000, cuando el presidente Hugo Bánzer -elegido
después de haber gobernado de facto entre 1971-1978- quiso
profundizar lo hecho por su antecesor, Sánchez de Lozada.
"El gas es un pretexto, es el catalizador de las protestas",
opina Carlos Toranzo, director del Instituto Latinoamericano de Estudios
Sociales (ILDES) en Bolivia. Concuerda con esta apreciación Sacha
Llorenti, vicepresidente de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos
en este país, la que dice: "El gas puede ser la gota que rebase
el vaso de los conflictos que se han ido acumulando en los últimos
20 años."
Las reservas del gas natural de Bolivia se calculan en
53 billones de pies cúbicos y sólo son superadas por las
de Venezuela. Comercializadas hacia el exterior podrían redituar
a las arcas fiscales mil 500 millones de dólares anuales por concepto
de regalías e impuestos. Cabe recalcar que el PIB boliviano es de
un poco más de 8 mil millones de dólares.
Acorde al proyecto -por ahora fallido- de Sánchez
de Lozada, el gas que Bolivia vendería Estados Unidos y México
sería manejado por el consorcio multinacional Proyecto Pacífico
LNG.
Los defensores de la venta afirman que Bolivia podría
abastecer de gas a California durante los próximos 20 años
sin consumir más que 13 por ciento de sus reservas y recibir a cambio
más de 20 mil millones de dólares, descontados ya los 6 mil
millones que demanda la construcción del gasoducto indispensable
para llevar el gas hasta un puerto chileno, según el plan ahora
en suspenso.
Pero los bolivianos más desposeídos -indígenas
y campesinos, que representan el 75 por ciento de la población-
sufrieron ya la "década perdida" de 1980 y la del "asalto al Estado"
de 1990. No creen ya en "milagros" ni quieren más experimento. Y
lo hicieron sentir.
Mesa prometió rediseñar la Ley de Hidrocarburos
y convocar una Asamblea Constituyente para refundar Bolivia.
De la inclusión o no de ese 75 por ciento de la
población en el nuevo diseño de país y en la distribución
justa del ingreso dependerá en gran parte el fututo de Bolivia.
|