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México D.F. Sábado 25 de octubre de 2003
LA HUMANIDAD TIENE LA PALABRA
En
el contexto del encuentro internacional En defensa de la humanidad, que
actualmente tiene lugar en la ciudad de México, se han dado cita
numerosos y destacados intelectuales, dirigentes progresistas y activistas
sociales del mundo con el pertinente afán de denunciar la opresión
y el peligro inherentes al neoliberalismo y al modelo imperial impulsado
violentamente por Washington y sus personeros a escala global. Los participantes
de esta relevante cita se proponen, también, realizar un ejercicio
de imaginación lúcido y vigoroso con la finalidad de emitir,
según se- ñala su convocatoria, "propuestas organizativas
para contribuir a reforzar la lucha de los movimientos sociales que ya
se pronuncian en favor del respeto a la legalidad internacional y por la
convivencia pacífica entre los pueblos".
El mundo atraviesa actualmente por un momento crítico,
en el que, como señaló Pablo González Casanova durante
su alocución en el encuentro señalado, el capitalismo salvaje
y el militarismo imperial de Estados Unidos conducen al orbe a un perturbador
escenario de guerra, pobreza, hambre, enfermedad, opresión, injusticia,
expolio de los recursos naturales, dislocación social y debacle
ecológica. Los beneficiarios de esta involución de la civilización
son, tan sólo, un puñado de especuladores financieros y de
empresas trasnacionales, cobijados por el abrumador poder bélico
estadunidense y protegidos y acicateados por la camarilla que ocupa la
Casa Blanca actualmente.
En contraparte, todos los pueblos, incluido el estadunidense,
sólo pueden esperar desastres de esta ominosa política, y
muchos ya los padecen: Irak, Afganistán y Palestina sufren la ocupación
militar, el arrasamiento y el saqueo de su patrimonio y el ninguneo a su
cultura. Además, el desempleo, la ignorancia, la insuficiencia sanitaria
y la crisis del campo han sumido en la desesperanza a millones de personas,
circunstancia que en América Latina se ha expresado de manera lacerante.
Los estallidos sociales de fechas recientes en Argentina y Bolivia son
expresiones del profundo malestar que agobia a los pueblos latinoamericanos.
Por añadidura, el desmantelamiento del estado de
bienestar, la desnacionalización y privatización brutal,
la liberalización desigual de los mercados, el estrangulamiento
por una deuda externa creciente -ya varias veces pagada- y la reducción
drástica del gasto social han minado las posibilidades de crecimiento
de los países en desarrollo y agigantado la brecha de desigualdad
entre los poquísimos ricos y los muchísimos pobres. La democracia
misma se encuentra en juego, pues sus principios rectores resultan traicionados
y se vuelven inaplicables cuando los gobiernos formalmente surgidos de
las urnas -pero en muchos casos sin legitimación social verdadera-
dan la espalda a sus ciudadanos y se convierten en administradores del
poder capitalista supranacional.
Las sociedades y los gobiernos verdaderamente populares
del mundo deben sumar esfuerzos para enfrentar los males y las amenazas
del capitalismo salvaje y del imperialismo de Bush y su clan. En este sentido,
resulta relevante y auspiciosa la propuesta formulada por el líder
de los cocaleros indígenas bolivianos, Evo Morales, para convocar
una cumbre con la participación, junto a activistas, organizaciones
y luchadores sociales de América Latina, de mandatarios como Fidel
Castro, Hugo Chávez y Luiz Inacio Lula da Silva, personajes que
se han destacado por anteponer el interés de sus naciones y de sus
clases mayoritarias a la voracidad del neoliberalismo
El encuentro En defensa de la humanidad busca, así,
alzar la voz sobre este perturbador y peligroso proceso por el que atraviesa
el planeta con el convencimiento de que es posible modificar la ruta y
construir un mundo más justo, democrático, solidario, libre
y pacífico. Para ello, resultan válidas y legítimas
la resistencia a la opresión y al expolio; la defensa del patrimonio
económico, natural y cultural de las naciones, así como la
formulación y aplicación de propuestas lúcidas y responsables
que restablezcan el tejido social global y reviertan la injusticia y la
devastación provocadas por el modelo neoliberal y sus ramificaciones
militaristas y totalitarias.
La construcción de un mundo distinto es necesaria,
urgente y posible; de ello son ejemplo el encuentro ya mencionado y, sobre
todo, las expresiones de lucha y solidaridad social que, día con
día, tienen lugar a escala planetaria. Ahora, la humanidad tiene
la palabra.
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