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México D.F. Lunes 27 de octubre de 2003
Gutiérrez Vega, Monsiváis, Pacheco
y Sada comentan el primer tomo de Obras reunidas
Un escritor no busca la forma, la espera y la acepta:
Sergio Pitol
El convite literario devino doble celebración:
apareció ya el segundo volumen de la compilación; incluye
El desfile del amor, Domar a la divina garza y La vida conyugal
CESAR GÜEMES
Se veía feliz, pleno, rodeado de sus amigos y de
sus lectores que llenaron no sólo la Sala Manuel M. Ponce del Palacio
de Bellas Artes, sino dos espacios adjuntos al recinto en los que fueron
seguidas sus palabras y las de Hugo Gutiérrez Vega, Carlos Monsiváis,
José Emilio Pacheco y Daniel Sada. Todos ellos hablaron del primer
volumen de Obras reunidas, editado por el Fondo de Cultura Económica,
que reúne las novelas El tañido de una flauta y Juegos
florales.
Pitol cerraría la tarde al decir: ''Un escritor,
de eso soy consciente, no busca la forma, sino que se abre a ella, la espera,
la acepta, aunque parezca combatirla. Pero la forma siempre vence. Cuando
no es así, el texto está podrido". Antes, Daniel Sada señaló:
''por su dimensión universal y por lo excepcional e insólito
de sus obras, Sergio Pitol ya es un clásico de nuestras letras".
La
remembranza puntual fue llevada a cabo por el escritor y periodista Hugo
Gutiérrez Vega, titular de La Jornada Semanal, quien luego
de referirse al periodo en que él y Pitol coincidieron en Inglaterra,
señaló sobre la singular vida de los personajes creados por
el narrador poblano: "Al igual que los de Cardoso Pires no son obedientes,
y sin más, se les ocurre ponerse a vivir sus vidas y echar a andar
sus pasos por terrenos no previstos por el autor. Esto no le molesta a
Sergio, pues no es un titiritero despótico y, como todo padre inteligente
y de verdad amoroso, permite con gusto que sus criaturas escojan sus caminos
y definan sus prioridades. Además, esta especie de libertad fue
concedida a Pitol desde su primera novela". Más adelante agregaría:
"Tiene razón Tabucchi: esta libertad es administrada cautelosamente
por el autor que desconfía de sus personajes. Ellos, a su vez, desconfían
del autor y, de esta manera, se crea un prudente alejamiento garantizado
por el humor, el sentido de la caricatura y la tensión espiritual
que caracteriza a las grandes obras de la narrativa".
José Emilio Pacheco no evitó recodar las
andanzas suyas al lado de Pitol y Monsiváis: "En vez de llorar lo
perdido, celebro el haber llegado hasta aquí en compañía
de mis amigos. Los pleitos, las rivalidades, los enfrentamientos se llevan
la primera plana cuando se habla del mundo literario, negar su existencia
sería hipócrita, pero más importante es subrayar que
uno no es nada sin la presencia y la ayuda de los demás, y hay una
enseñanza indispensable que sólo pueden darle sus contemporáneos,
los que pertenecen a su misma generación. Para mí fue un
privilegio incomparable haberme encontrado con Sergio Pitol y con Carlos
Monsiváis, y haberlos frecuentado a diario durante muchos años.
No me cansaré de agradecerles todo lo que me hicieron leer y el
don de su crítica, tanto más estimulante por no ser nada
complaciente".
Sergio Pitol no es un turista, confirmó Carlos
Monsiváis en su turno, sino un viajero: ''Es la mirada literaria
lo que registra el paso por ciudades y vivencias y seres extraordinarios,
en cualquiera de las acepciones del término extraordinario". Sin
las aportaciones de la poesía, la forja del propio lenguaje en los
Siglos de Oro y con la lectura de Galdós, Balzac, Proust, Neruda,
Alfonso Reyes, Villaurrutia, los novelistas de los países del Este,
más Chejov y Dostoyevski, aseguró Monsiváis, "Pitol
no dispondría de la tranquilidad de escalofrío que se observa
en El tañido de una flauta. Gracias a la obsesión
del que identifica la vida con la literatura, no porque elija una de las
partes, sino porque sabe amalgamarlas".
Al final, aunque no al último, Sergio Pitol habló
de las novelas que componen el primer volumen de sus Obras reunidas. Hizo
particular énfasis en El tañido de una flauta, de
la que evocó, echando mano del prólogo que aparece en la
nueva edición: ''Al escribirla establecí de modo tácito
un compromiso con mi existencia. Decidí, sin saber que lo había
decidido, que el instinto debía imponerse sobre cualquier otra meditación.
Era el instinto quien tenía que determinar la forma. Aun ahora,
en este momento me debato con ese emisario de la realidad que es la forma.
Un escritor, de eso soy consciente, no busca la forma, sino que se abre
a ella, la espera, la acepta, aunque parezca combatirla. Pero la forma
siempre vence. Cuando no es así, el texto está podrido".
Mientras que de Juegos florales apuntó,
sintético: ''Tiene una estructura compleja, la más difícil
que he construido. A pesar de los retos que me impuse la terminé
en muy pocos meses, lo que me asombró porque en aquellos tiempos
escribía con una parsimonia desesperante''.
Mientras se escuchaban los aplausos finales hacia Sergio
Pitol, que el público de la Sala Ponce le brindó de pie,
le fue entregado el segundo tomo de sus Obras reunidas, motivo suficiente
para que el festejo literario se prolongara lo preciso. Durante su lectura,
Pitol había citado a Joseph Conrad: ''La tarea que me he propuesto
realizar a través de la palabra escrita es hacer oír, sentir
y, sobre todo, hacer ver. Sólo y todo eso''. En el volumen dos,
que alcanzó a llegar a manos de su autor poco antes de que el encuentro
terminara, y que en breve estará a disposición de los lectores,
aparecen El desfile del amor, Domar a la divina garza y La vida
conyugal.
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