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México D.F. Lunes 27 de octubre de 2003
G-20: ¿CONTRA EL TERRORISMO?
El
Grupo de los 20 (G-20), mecanismo internacional de coordinación
entre economías industrializadas y países en desarrollo,
establecido en 1999 con el propósito de evitar crisis financieras
y procurar la estabilidad mundial, así como alentar el desarrollo,
inició ayer en Morelia su encuentro informal anual de ministros
de Hacienda y gobernadores de bancos centrales. Inopinadamente, el gobierno
estadunidense ha logrado distorsionar la agenda del encuentro y uncirla
a los afanes de la "guerra contra el terrorismo" que obsesiona desde hace
dos años a la Casa Blanca.
Es entendible que, en las líneas ideológicas
que emanan de Washington, Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal
del país vecino, y John Snow, secretario del Tesoro, se empeñen
en hablar de costos de la ocupación de Irak y de medidas antiterroristas.
En cambio resulta difícil de comprender que el secretario de Hacienda,
Francisco Gil Díaz, anfitrión del encuentro y presidente
temporal del G-20, haga suya esta distorsión y anuncie planes para
combatir "el financiamiento del terrorismo", como si fuera un funcionario
más del gobierno de Estados Unidos y no un miembro del Ejecutivo
mexicano.
La lucha contra los terroristas enemigos de Estados Unidos
no puede ser la prioridad de países que viven asfixiados por el
peso de su deuda externa, desgarrados por la miseria y la riqueza extrema
y empantanados en una corrupción generalizada, como es el caso de
Argentina, Brasil y México, los socios latinoamericanos del G-20.
Trastocar de esa forma los problemas reales de nuestras sociedades con
el simple propósito de agradar a la administración de Bush
es una inaceptable falta de sentido nacional y hasta de decoro.
Debiera ser innecesario puntualizarlo, pero los ataques
terroristas contra Estados Unidos son consecuencia directa de la política
exterior de Washington, en la que países como México no tienen
por qué involucrarse. La adopción de la "guerra contra el
terrorismo" como una causa propia no sólo distrae la atención
de las guerras que el país debe librar contra el hambre, la corrupción,
las injusticias sociales y el estancamiento económico, sino que
nos coloca, en forma gratuita y absurda, en medio de una batalla para la
cual, para colmo, no estamos ni remotamente preparados.
Los intereses nacionales indican que si para algo es deseable
un mayor control de los flujos financieros internacionales es para evitar
nuevos saqueos a las arcas públicas, como los perpetrados, al amparo
del poder, en los sexenios de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, en los
que Gil Díaz fue funcionario. Entre los enemigos más importantes
de México no se cuentan los oscuros terroristas que conspiran contra
Estados Unidos, sino los empresarios y empleados públicos que privatizan
en su favor recursos del erario y los depositan en cuentas de la nación
vecina, de Suiza o de cualquier otra parte, que se hacen extraditar y luego
pasean su impunidad por los barrios exclusivos de este país, en
el que muchos niños y adultos mueren por descuido y falta de recursos
en los hospitales públicos.
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