México D.F. Lunes 8 de diciembre de 2003
ƑLA FIESTA EN PAZ?
Leonardo Páez
Diciembre taurino
APARTE DE UNA despedida más de trámite y del cartelito humanitario -sobre todo por las compasivas combinaciones que discurre el empresario nacionalista por un día- que acompañó la teletónica corrida, el mes de diciembre fue rico en acontecimientos relacionados con una fiesta de toros que, si bien no volverá, reflejó dimensiones humanas y estéticas muy superiores a las que en México ofrecen hoy los contumaces cuanto sospechosos promotores de este espectáculo.
DESPEDIRSE DE LOS ruedos deja de ser ceremonia trascendente y emotiva cuando quien se despide ya lo ha hecho otras ocasiones y, lo peor, cuando su trayectoria en el ruedo del adiós se reduce a algún triunfo ocasional que le impide ser considerado héroe de esa plaza y reconocido de esa afición.
AH, PERO QUE no se le ocurra a algún torero modesto de por acá iniciar una campaña de despedida porque de inmediato los publicronistas de la empresa le caen encima, subrayando la falta de seriedad de no irse de una vez por todas, cuando la única excepción ilustre a tan socorrido recurso sigue siendo Rodolfo Gaona, sin discusión el torero mexicano con más carácter en toda la historia.
VARIOS TOREROS NUESTROS con una trayectoria relevante en su país merecieron despedirse del público de la Plaza México en condiciones similares a las que el colonizado promotor de dicho coso ofreció ayer al español José Ortega Cano, quien se presentara en la monumental de Insurgentes (24/2/85) luego de 10 años de alternativa (12/10/74).
BUENO PARA "VENDER" las suertes, más que para ejecutarlas y ligarlas, sobre todo en cosos mexicanos, el de Cartagena desperdició orondo a su primero de Fernando de la Mora, y no sin apuros y efectismos consiguió la oreja de su segundo, que sin duda conformó el mejor lote de esta y de otras temporadas y cuya gran toreabilidad exigía que se fuesen sin las orejas.
PERO SEÑALABA QUE en épocas menos enrarecidas diciembre significó ocasión propicia para regalarse, tras repetidos triunfos en plazas de los estados, la borla de matador de toros en la capital, y asimismo obsequiar al público con entregadas actuaciones de los nuevos doctores en tauromaquia, comprometidos con su triunfal trayectoria como novilleros, quienes no pocas veces prefirieron la cornada antes que salir sin el triunfo.
ASI OCURRIO EN el legendario Toreo de la colonia Condesa con los honrosísimos casos, entre otros, de las alternativas de Jesús Solórzano (15/12/29), Fermín Rivera (8/12/35), Alfonso Ramírez El Calesero (24/12/39), Eduardo Solórzano (31/12/39), Carlos Arruza (1/12/40, y grave cornada inferida por Oncito de Piedras Negras), Manuel Gutiérrez Espartero de México (7/12/41), Gregorio García (5/12/43) o Juan Estrada (12/12/43 y cornadón de caballo de 35 centímetros de extensión por un toro de La Laguna).
HOY, QUE LA vulgaridad y la prepotencia adineradas suplantan a la inteligencia, que siquiera la efeméride reconforte.
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