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México D.F. Martes 9 de diciembre de 2003
ISRAEL: EL MURO DE LA INFAMIA
Más
de una década después de la caída del Muro de Berlín,
el gobierno de Tel Aviv pretende erigir un engendro opresivo semejante
con el objetivo de enjaular al pueblo palestino en los despojos territoriales
de su propia patria. La edificación, que el primer ministro israelí,
Ariel Sharon, califica de "defensiva" y necesaria para frenar los ataques
terroristas que los sectores radicales palestinos realizan regularmente
contra objetivos civiles de Israel, tiene en realidad tres propósitos
completamente ajenos a la "autodefensa".
En primer lugar, el muro, con su trazo invasor y abusivo,
es un intento por convertir en hechos consumados innumerables robos de
territorios palestinos cometidos por el Estado judío; asimismo,
la fortificación está diseñada para atomizar y desgarrar
el tejido social palestino, segregando en forma definitiva a los habitantes
árabes de Israel de sus parientes y amigos de Cisjordania y estableciendo
-en esta última porción de territorio- pasos, puestos de
control y obstáculos que hagan imposible la constitución,
por no decir el funcionamiento, de un Estado palestino soberano. En tercer
lugar, ese muro infame busca humillar a fondo a los infortunados habitantes
de Cisjordania con el propósito de fortalecer los segmentos más
extremistas, intolerantes y fanáticos de la resistencia palestina
y justificar, de esa forma, la brutalidad militarista del régimen
de Sharon.
De hecho, para mantenerse en el poder, ante el creciente
hartazgo de la sociedad israelí por la criminal violencia de sus
gobernantes, Sharon y los suyos no cuentan con otra coartada que la amenaza
terrorista; por ello los actuales dirigentes del Estado judío no
tienen más curso de acción política que exacerbar
y alimentar esa amenaza, recurriendo a la barbarie militar sistemática,
a las violaciones masivas de derechos humanos, al asesinato y al encarcelamiento
preventivo del conjunto de la población cisjordana mediante
la construcción de la mencionada cerca.
El sentido común más elemental indica que
el muro de Sharon no puede, en ninguna circunstancia, ser un factor de
paz, y sí, por el contrario, un acicate adicional para perpetuar
la espiral de violencia que agravia y lesiona a ambos pueblos -el palestino
y el israelí-, a la región y al mundo, escalada que constituye,
por lo demás, el único asidero para la existencia política
de los partidarios de la guerra: el bloque Likud y sus apéndices
integristas en el lado is-raelí, y Hamas, Jihad Islámica,
Mártires de Al Aqsa y otros grupos terroristas en el bando palestino.
En ese contexto, debe saludarse como un hecho positivo
la resolución de la Asamblea General de la Organización de
Naciones Unidas, adoptada ayer, que pide al Tribunal Internacional de Justicia
de La Haya un veredicto sobre la legalidad o ilegalidad de la oprobiosa
jaula monumental en la que Sharon y sus colaboradores pretenden encerrar
a los palestinos. Cabe esperar que la máxima instancia de justicia
del planeta reciba el caso, que exija al régimen de Tel Aviv la
suspensión inmediata de esa construcción infame y que contribuya,
de esa forma, a incrementar el aislamiento internacional de los actuales
gobernantes de Tel Aviv, culpables de crímenes de guerra en Cisjordania
y responsables principales de la inseguridad y la zozobra en las que vive
la sociedad de Israel.
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