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México D.F. Domingo 28 de diciembre de 2003
Angeles González Gamio
Los Santos Inocentes
Hoy se recuerda a los Santos Inocentes, que son aquellos
tiernos niñitos que fueron asesinados por órdenes de Herodes,
confiado en eliminar así al nuevo rey que se decía había
nacido en Belén. Sin embargo, el pequeño Jesús y sus
padres lograron burlar la vigilancia y escapar hacia Egipto. De ahí
surgió la costumbre de engañar en este día 28 diciendo
cosas falsas. Estas víctimas inocentes se consideran los primeros
mártires de Cristo y son los patronos de los bebés.
Esta fecha es simbólica, pues la mayoría
de las conmemoraciones varían de día según el calendario
que se use. Hace años mencionamos que en la mayor parte del mundo
actualmente se utiliza el gregoriano o el juliano reformado, según
el cual a las 12 de la noche del 31 de diciembre se celebra la entrada
del año nuevo.
Antes de la adopción del gregoriano, a finales
del siglo XVI, esa fecha no era universalmente festejada. Constantino,
el primer emperador romano cristiano, decretó que esa celebración
debería hacerse el Domingo de Resurrección. Entre los antiguos
babilonios, persas y asirios, el año nuevo coincidía con
el inicio de la primavera. En Egipto comenzaba con la inundación
anual del río Nilo. Los druidas lo iniciaban cerca de la fecha del
solsticio de invierno y los judíos, que lo llaman rosh hashonah,
lo celebran el día primero del mes de Tishri (entre el 6 de septiembre
y el 5 de octubre).
En siglos pasados ese día daba motivo en la ciudad
de México a que diversos servidores públicos y menesterosos
pidieran su aguinaldo. Los serenos, policías de antaño
que cuidaban por la noche las calles de la capital, hacían su petición
con graciosos versos, como el siguiente:
Todo el año, cuidadoso
vigilo tu casa y vida
y mi celo no descuida
porque goces de reposo.
Al ladrón facineroso
me presento denodado
y quedaré bien pagado
si tu mano generosa
me da en la mano dichosa
para mi copa y pescado.
Esta costumbre persiste en mucho, aunque sin la gracia
de los versos; sin embargo la alegría y esperanza que suscita el
nacimiento de un año son imperecederos e intemporales, no obstante
que los pronósticos futuros no sean los mejores. Los mexicanos,
tan dados a hacer dichos, tenemos uno que podría aplicarse en estos
tiempos: "No hay mal que por bien no venga"; efectivamente, cada día
estamos haciéndonos más conscientes de que la solución
de nuestros problemas está en nosotros mismos; que el gobierno,
del partido que fuere, no tiene la capacidad ni posibilidad de hacerlo
todo. Buena muestra de la fuerza ciudadana son las llamadas organizaciones
no gubernamentales, que están funcionando en todos los campos con
ciudadanos conscientes, que se han coordinado y están obteniendo
buenos resultados.
Buenos propósitos de Año Nuevo serían:
organizarse, ser más austero, trabajar duro, ser más exigente
con uno y con los demás, entre otros, para que seamos todos más
honrados y eficientes. De seguro todo esto ayudaría para que 2004
resulte menos funesto de lo que se pronostica, y desde luego nos haría
sentirnos mejor.
Igual que nos sentiremos si en estos días nos regalamos
un suculento bacalao que puede ser al pil pil o la clásica
receta mexicana que llamamos a la vizcaína y los españoles
lo nombran "a la sevillana". El lugar: el Centro Castellano, en la calle
de Uruguay 10, que por cierto ahora tiene percebes. Para comenzar es aconsejable
una sopa verde de mariscos, que por su generosidad se puede compartir.
De postre, el bartolo hecho en casa o los fresones rellenos de crema pastelera
y recubiertos de chocolate. No hay que olvidar que en la misma calle, casi
esquina con Bolívar, hay dos marisquerías, frente a frente,
modestas, pero con sabrosa comida de mar a precios módicos.
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