México D.F. Domingo 28 de diciembre de 2003
Ritual otomí a una quinceañera
Mario Vázquez de la Torre ESPECIAL
Desde tiempos ancestrales, previos a la Conquista, las
comunidades indígenas hacían tributos y presentaban a las
doncellas ante los dioses y a los elementos dadores de vida (tierra, viento,
agua y fuego); en tiempos contemporáneos estas prácticas
han ido quedando en el olvido y es cada vez mas difícil presenciar
el ritual otomí con el que se hace la celebración de 15 años
de una mujer.
Son
las 8:30 de la noche del sábado 29 de noviembre, la cita es frente
a la escuela primaria de la comunidad de Pueblo Nuevo, en San Pablo Autocpan,
en la zona rural e indígena del municipio de Toluca. Recibe a este
diario el profesor Santos Cedillo, que a lo largo de su vida académica
ha ido ganándose la confianza de los otomíes; minutos después
llega un hombre de apariencia indígena, con el cabello largo y vestido
de mezclilla, para el traslado al lugar donde se va a realizar el ritual
otomí de presentación de 15 años de una joven.
El recorrido abarca varios caminos de terracería
hasta llegar frente a un terreno baldío protegido por una lona,
bajo la que se guarecen del intenso frio unas 350 personas, entre hombres,
mujeres y niños, todos indígenas de la etnia otomí;
beben cerveza y aguardiente mientras un conjunto toca música grupera
al fondo.
Las mujeres, vistiendo rebozos y huaraches de plástico,
cargan niños pequeños a la espalda, mientras los hombres,
dedicados cada vez menos al campo, portan sombreros tejidos con tule, chamarras
ligeras y pantalones de mezclilla. Todos esperan la presentación
de Maura Villanueva Garcia, quinceañera que será la protagonista
del ritual bajo las místicas tradiciones otomíes.
Un hombre interroga a los visitantes sobre su procedencia
e intenciones, denotando recelo por mostrar a extraños las arraigadas
costumbres que les fueron enseñando sus abuelos.
Tras un compás de espera y las explicaciones del
profesor Cedillo, el sonido local anuncia la ceremonia de coronación.
Saliendo por el extremo del enlonado y abriéndose paso entre los
asistentes va Maura, la quinceañera otomí, con un vestido
de manta adornado con flores bordadas, el rostro pintado y tomando entre
las manos un arreglo de flores; a sus costados, cuatro jóvenes con
veladoras adornadas con flores entre las manos y un paliacate en la frente.
Todos caminan al compás de un tambor mientras los asistentes guardan
absoluto silencio.
A paso lento se van colocando al centro del predio, donde
da inicio la ceremonia con el encendido del fuego. Una mujer de vestido
satinado azul se aproxima a la quinceañera: es la abuela, la mujer
de mayor jerarquía en la familia quien dirige el ritual. Ya todos
en su lugar y al sonido de un caracol, los chambelanes alzan las veladoras
como ofrendando la ceremonia al cielo y la abuela unge con el humo de copal
a Maura, en un acto de purificación. Por momentos la joven parece
perder el equilibrio y es necesario que la "mamá grande" la tome
del brazo, mientras se inclina para murmurarle al oído consejos
en el dialecto otomí, que la ayudarán en la vida que el día
de hoy comienza. Los chambelanes caminan alrededor de ellas mientras la
abuela se aleja y camina silenciosa hacia el extremo del predio y la joven
sube a unos tablones para ser cargada por los jóvenes chambelanes
hasta el extremo del lugar, donde, arriba de una plataforma, la abuela
la espera para colocarle una corona de flores en la cabeza.
Los
padres de Maura, Juan y Felipa, ambos a sus costados, escuchan las palabras
en otomí de la abuela y responden en español agradeciendo
a Dios que les haya conservado a su hija hasta esta edad y la presentan
al pueblo como una mujer preparada para formar una familia.
La extinción del fuego por los padres de la quinceañera
marca el final del ritual para dar inicio a la fiesta donde se ofrece cerveza
y aguardiente a los invitados, con lo que acompañan pollo con mole
y chiquihuites con tortillas de mano.
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