México D.F. Lunes 12 de enero de 2004
TOROS
Encierro descastado, débil y disparejo de
Manuel Garfias en el undécimo festejo
Fermín Spínola se reivindica al cortar
dos orejas por sendas faenas completas
Antonio Bricio y Leopoldo Casasola, afanosos La peor
entrada en muchos años
LEONARDO PAEZ
En el argot taurino se denomina(ba) "cartel redondo" a
la imaginativa combinación de toros con tauridad -a su buena
presencia aunaban, dentro de lo posible, un comportamiento espectacular
acorde con su casta-, y de toreros con autenticidad -uno consolidado como
figura, otro en vías de serlo y un tercero con promisorio futuro,
los tres con un claro sentido de la competencia y del celo profesional.
De unos años para acá y gracias al extendido
maternalismo de las empresas se puso de moda lo que bauticé como
"cartel cuadrado", con tres figurines consentidos del empresario y toritos
de la ilusión para faenas bonitas y predecibles, donde la sensación
de peligro es sustituida por la comodidad para los matadores y una diversión
falsa ocupa el lugar de la emoción (como el próximo domingo).
Ya
en el colmo del disparate empresarial taurino, una tercera versión
supera a la anterior: el "cartel diseñado por el enemigo" -Guillermo
Fárber dixit-, con base en tres jóvenes con cualidades,
pero sin padrinos influyentes, cuyo buen desempeño previo es saboteado
con reses de una ganadería que los diestros que figuran no desean
ver ni en pintura.
Esto último aconteció en la undécima
corrida de la temporada 2003-2004, para la que el autorregulado-intocable
anunció a tres jóvenes mexicanos urgidos de actuar al lado
de los que figuran, no de alternar entre sí: Fermín Spínola,
Antonio Bricio y Leopoldo Casasola, con un encierro en 3 D -descastado,
débil y disparejo- de Marco Garfias, que junto con sus hermanos
Javier y José Antonio desfilan por enésima ocasión
en una temporada "grande" en la plazota, independientemente de la menguada
bravura de sus animales.
Entre la "visión" empresarial de los promotores,
el deficiente apoderamiento, las pocas ocasiones de ponerse frente al toro
y la falta de costumbre de triunfar, algo ocurre con los toreros mexicanos
jóvenes.
En la segunda corrida de la temporada, el mexiquense Fermín
Spínola se aburrió y aburrió a la concurrencia con
los de Teófilo Gómez que le tocaron en suerte, por lo que
en esta segunda oportunidad, por decirle de algún modo a la falta
de criterio de empresarios y apoderados para consolidar prospectos, el
de Atizapán estaba obligado a remontar la cuesta.
Y lo consiguió con creces en dos completas faenas
en las que cubrió animoso los tres tercios hasta superar la sosería
de su lote. Abrió plaza Miel de penca, que sin recargar fue
una vez al caballo y al que toreó de capa con más intención
que mando y banderilleó con lucimiento y exposición. Ligó
templadas tandas por ambos lados y concluyó con joselillinas o manoletinas
por el lado izquierdo, suerte que algún villamelón adjudicó
a Joselito Huerta, cuando es creación de José Rodríguez
Joselillo. El amenazado juez Balderas premió al burel con
indebido arrastre lento, en tanto que al torero le concedía merecida
oreja tras coronar su labor con certero volapié.
A su segundo, Verde luna, que tampoco humilló
en la única vara, Spínola lo veroniqueó con lucimiento,
colgó un espectacular par al violín en los medios, fue cogido
en un derechazo y cobró otra estocada fulminante, para recibir el
segundo apéndice de la gélida tarde y reconciliarse así
con el público que va quedando.
Los otros
Es una verdadera pena que el buen torero Antonio Bricio,
como otros espadas jóvenes de México, carezca de un apoderamiento
capaz de coordinar con los llamados empresarios una planeación que,
en corto plazo, lo lleve al sitio cuyas cualidades demandan a gritos.
Bricio posee valor sereno y sabe torear, pero nadie le
ha dicho que el toreo también es vender las suertes, administrar
las tandas y escuchar a los toros cuando piden su muerte. ¿Merece
este trato quien fuera el novillero mexicano que más festejos toreó
en España en 2000? En México, sí.
Y el texcocano Leopoldo Casasola, que tan buen sabor de
boca dejara en la novena corrida, cortando la oreja a un ranchoseco, fue
"premiado" con esta nueva "oportunidad" en la que dejó ver sus carencias:
Se desentendió de la lidia de su primero y luego buscó la
faena convencional sin haberse hecho de él, para en su segundo exponer
en naturales y hacer el viaje en cuatro ocasiones. Y vienen más
Garfias.
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