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E D I T O R I A L
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México D.F. Lunes 12 de enero de 2004

 


MONTERREY: ENCUENTROS O DESENCUENTROS

La Cumbre Extraordinaria de las Américas, que da inicio hoy en Monterrey, es fruto directo de las presiones diplomáticas de Washington sobre los gobiernos de América Latina -presiones que se inscriben, a su vez, en la cruzada de sometimiento del resto del mundo que realiza el actual gobierno estadunidense- para adecuar la agenda panamericana a las necesidades económicas, diplomáticas y políticas de la mafia que detenta el poder en el país vecino.

En ese empeño, George W. Bush y sus colaboradores buscan distorsionar el temario original del encuentro (crecimiento económico con equidad, desarrollo social y gobernabilidad democrática) y remplazarlo por las prioridades financieras, sicológicas y propagandísticas de la Casa Blanca: un compromiso apresurado y fuera de lugar para concluir el año entrante las negociaciones del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA), la confirmación del uncimiento de Latinoamérica al delirio "antiterrorista" del gobierno de Bush y la adhesión continental a formulismos que pregonan el respeto a las formas democráticas y los esfuerzos contra la corrupción.

El empecinamiento estadunidense en implantar el ALCA en el menor tiempo posible obedece al interés de las oligarquías comerciales y financieras de esa nación por extender y consolidar sus áreas de depredación económica, pero choca con las aspiraciones de integración sudamericanas, a la luz de las cuales es necesario fortalecer e institucionalizar el Mercosur antes de avanzar en un acuerdo comercial continental que resultaría tan pernicioso para el conjunto de las sociedades latinoamericanas como ha sido el Tratado de Libre Comercio de América del Norte para la de México.

Por otra parte, el afán de Wa-shington de alinear al resto del continente americano en su guerra "contra el terrorismo internacional" responde a los deseos del gobierno de Bush de hacerse del control de los sistemas lati- noamericanos de defensa y seguridad, crear en la región un nuevo mercado para armas y tecnología de inteligencia y espionaje de manufactura estadunidense, así como conseguir, de paso, un hato de carne de cañón para las incursiones de Washington en países supuestamente enemigos, como ocurre actualmente con soldados centroamericanos y caribeños desplegados en Irak.

En otro terreno, los reclamos democráticos y de lucha contra la corrupción promovidos por Washington resultan risibles y absolutamente faltos de credibilidad, toda vez que provienen de una presidencia gestada en un fraude electoral -el operado en Florida por el gobernador Jeb Bush, hermano del actual ocupante de la Casa Blanca- y de una de las administraciones más corruptas de la historia estadunidense, pues es un gobierno que está involucrado en escándalos como los de Enron y Halliburton.

Los esfuerzos de la Casa Blanca por imponer a toda costa su agenda al resto del continente se traducen en una política clásica de garrote y zanahoria. La segunda viene a ser, en esta ocasión, y para consumo de los jefes de Estado latinoamericanos, la propuesta migratoria anunciada hace unos días por Bush, iniciativa electorera y a todas luces insuficiente. El garrote se expresa en una escalada de variopintas agresiones verbales contra el régimen de Cuba -injustamente excluida del ámbito interamericano y que no tendrá, por ello, representación en la capital neoleonesa- y contra los gobiernos de Venezuela, Argentina, Brasil y Paraguay; agresiones que prefiguran otros tantos desencuentros, en Monterrey, entre Washington y los representantes de esos países.

La Cumbre Extraordinaria de las Américas amenaza, pues, con convertirse en un conjunto de desencuentros provocados, casi todos, por la arrogancia y la ceguera del grupo que ostenta el poder en Estados Unidos. Para fortuna de América Latina, sus gobernantes están, para decirlo con la expresión roquedaltiana, cada día más indóciles ante Washington. Los presidentes de Argentina, Brasil y Venezuela encarnan, hoy, la dignidad y la sensatez continentales ante los designios depredadores, delirantes y autoritarios de la Casa Blanca; cabe esperar que en el encuentro de estos días en Monterrey sean capaces de encabezar la defensa de los genuinos intereses latinoamericanos y la resistencia a las órdenes que Bush pretende imponer a nuestro conjunto de países hermanos.
 

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